Argentina produce diez veces los alimentos que consume, pero hombres, mujeres y niños pasan hambre. Brasil produce ocho veces los alimentos que consume, y tres toda América Latina. Los únicos países que producen menos alimentos de lo que consumen son Haití, República Dominicana y Panamá. A pesar de que la región podría producir alimentos para 1.800 millones de personas, hay 53 millones de desnutridos (20 millones de ellos, niños), y los 210 millones de pobres representan el 42% de la población, de 500 millones. Y eso que abundan los programas asistencialistas estatales, como el Hambre Cero de Brasil, y se supone que América Latina y el Caribe crecieron en los últimos tres años a un promedio anual del 5%.
¿Por qué se exportan los alimentos? Porque los locales no tienen con qué pagar, debido a la desocupación. ¿Cómo es que, donde todo está por hacerse (faltan viviendas, escuelas, hospitales, etcétera) no hay trabajo? Más bien el Estado lo impide, con sus leyes laborales y demás regulaciones.
Los hospitales estatales matan. Olga Ale, de Buenos Aires, tuvo una fractura de tibia y peroné; le realizaron la cirugía un mes después, cuando los huesos ya se habían soldado mal. Padecerá una cojera de por vida. Ulises Perna tiene ocho años, y ni camina ni habla por haber sido vacunado contra el sarampión con una vacuna en mal estado. El diagnóstico es panencefalitis esclerosante, una enfermedad que deteriora progresivamente el sistema nervioso. "Me explicaron que le va consumiendo la vida", cuenta su madre, Carina, en medio de un sollozo. Y hay casos peores.
Una de cada tres familias argentinas de bajos recursos tiene serias dificultades para acceder al sistema sanitario, según la Red Solidaria de Profesionales de la Salud. A pesar del plan Remediar, que lanzó el Gobierno para "asegurar" el acceso a los medicamentos, el 40,6% de las familias debe pagar por las medicinas. Así, en la provincia de Buenos Aires la mortalidad infantil aumentó del 14,3% en 2004 al 14,6% en 2005.
Increíblemente, la subdirectora para América Latina del Fondo Monetario Internacional citó el programa federal mexicano Oportunidades, que "promueve la educación, la salud y la nutrición", como uno de los ejemplos de nuevos proyectos en la región "que han tenido mucho éxito en ayudar a los pobres".
Pero la mediocridad de los sistemas estatistas no es privativa de Latinoamérica: en Estados Unidos, según un estudio publicado por el New England Journal of Medicine, los pacientes recibieron apenas el 55% de los ingredientes de un cuidado de calidad. Esto, a pesar de que el estatal Centro para los Servicios de Medicare y Medicaid gastó la astronómica cifra de 515.000 millones de dólares en 2005, o sea el 21% del total del presupuesto federal.
Estas cifras siderales se pagan por vía impositiva, con el agravante de que los tributos recaen con más fuerza sobre los más humildes, ya que los empresarios, para pagar impuestos, suelen aumentar los precios o bajar los salarios, o trasladar la carga hacia abajo de alguna otra manera. Es decir, los más pobres pagan por algo que no reciben. En definitiva, el estatismo, la aplicación de la coerción estatal sobre el mercado (las personas), perjudica mucho más a los pobres.
Buen asistencialismo, en cambio, es el privado. Los inmigrantes latinoamericanos enviarán a sus países de origen más de 60.000 millones de dólares durante 2006. Casi 25 millones de latinoamericanos trabajan fuera de sus países de origen, escapando de esa Latinoamérica "solidaria".
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