En primer lugar, aunque Osama ben Laden es un criminal islamista radical lleno de odio, existe una diferencia de psicología entre Zauahiri y él. Ben Laden entra en la categoría de aquellos que se hacen radicales para llenar un vacío en sus vidas. Heredero de una familia colosalmente rica, se dice que hizo su entrada en el frente yihadista en Pakistán, hace unas décadas, con la vestimenta y los modales de un saudí cosmopolita. Su fundamentalismo se deriva del resentimiento que le provocó que el reino saudí se desmarcase de la senda del wahabismo puro, la religión estatal.
Zauahiri es distinto. Fue reclutado para el movimiento yihadista egipcio cuando era un adolescente, y su visión del mundo no ha cambiado desde que se convirtiera en un joven fanático. En efecto, nunca ha madurado y nunca ha tenido una vida normal, incluso aunque se formara en medicina y ocupase una posición real como académico islámico. Paradójicamente, esto contrasta con Ben Laden, cuyas únicas profesiones han sido las de playboy y terrorista.
Pero sus estudios islámicos confieren más autoridad y crédito a las declaraciones de Zauahiri entre los jóvenes reclutas yihadistas, para los que la guía de Zauahiri supera a la de una "estrella mediática" como Ben Laden.
Finalmente, la corriente del fundamentalismo islamista representada por Zauahiri, originaria de Egipto con la Hermandad Musulmana o Ikhwán, ha sido siempre más vituperante contra Occidente que el wahabismo estricto de Ben Laden. Los egipcios adoptaban las proclamas wahabíes relacionadas con la representación de los únicos musulmanes suníes genuinos del mundo, así como su programa de imposición de un Estado islámico estricto; pero también expresaban un odio y un desprecio más profundos hacia los occidentales, basados en su experiencia con el mandato colonial británico. La misma ideología distancia a los islamistas paquistaníes de los saudíes, que siempre aceptaron la necesidad de alianzas con las potencias cristianas para proteger el dominio wahabí de la Península Arábiga (mientras eran atacados por musulmanes no wahabíes y chiíes).
Aunque pueda parecer contrario a la intuición, la nueva ofensiva de Al Qaeda, representada por los dos ataques en Londres y las declaraciones de Zauahiri, puede ser una expresión de debilidad en el frente principal de Irak. Los suníes iraquíes están abandonando a Abú Musab al Zarqaui y su criminal ofensiva wahabí. Las autoridades chiíes y kurdas se están consolidando. Con la yihad de Irak en declive, Al Qaeda precisa reafirmar su poder a través de más derramamiento de sangre en Bagdad y de nuevas atrocidades en Londres y otras ciudades occidentales.