Con los petrodólares venezolanos está reforzando su liderazgo a nivel latinoamericano, mediante el financiamiento de los partidos de izquierda, mientras forma alianzas de mercado con gobiernos de orientación socialista. Evo Morales corta sus nexos con los antiguos socios comerciales de Bolivia porque cifra sus esperanzas en el apoyo del chavismo; el izquierdista Manuel López Obrador, el derrotado candidato presidencial mexicano, es acusado no sólo de emular a Chávez, también de recibir financiamiento de éste para su campaña política y para su más reciente movimiento de "desobediencia civil", con el que amenaza incendiar el país.
Aunque sin éxito, Chávez también intentó influir en la campaña presidencial de Perú, en abierto apoyo al izquierdista Ollanta Humala, que fue vencido por Alan García, pero con un margen muy estrecho en las votaciones. Si bien no ha logrado su objetivo de poner marionetas en los gobiernos de estos países, mantiene viva la complicidad con los partidos que financia y con los contingentes de votantes que éstos representan.
Igual cosa se puede decir de Daniel Ortega. En abril de este año, durante una presentación televisiva en Caracas en la que tuvo por invitado a Ortega, Chávez expresó al sandinista su apoyo de cara a los comicios nicaragüenses de noviembre. El espaldarazo se produjo poco después de que el Departamento de Estado de EEUU dijera que tanto Alemán como Ortega son personajes desprestigiados que pertenecen al pasado de Nicaragua.
Con el paso del tiempo Chávez ha ido afinando sus estrategias, y no hay que dudar de que, para el caso de El Salvador, tratará de influir, con suficiente antelación, en las elecciones de 2009. Que hay nexos firmes y cercanos entre la izquierda salvadoreña y el chavismo lo demuestran las frecuentes visitas de farabundistas a Venezuela, así como la reiterada promesa que desde allí reciben las alcaldías del FMLN de suministrarles "gasolina barata", cuyo cumplimiento parece ir para largo.
A nivel internacional llegan también del Gobierno venezolano otras señales inquietantes: su acercamiento al dictador Fidel Castro y a los presidentes norcoreano, Kim Jong-Il, e iraní, Mahmud Ahmadineyad, dos extremistas que mantienen en vilo al mundo con sus programas nucleares, que les acercan cada vez más a la fabricación de bombas atómicas.
El Comité Judío Americano manifestó recientemente su preocupación por el apoyo que Chávez acaba de dar a la política de Ahmadineyad, que patrocina y suministra armas a la agrupación terrorista Hezbolá, responsable del reciente conflicto en el Líbano. Por otra parte, los países democráticos se preguntan qué pretende Chávez comprando a Rusia enormes cantidades de modernos equipos de guerra y poniendo en armas a más de 50.000 hombres, de cara a una supuesta amenaza de invasión, que sólo se explicaría por un monumental delirio de persecución del presidente venezolano o por su proyecto de expansión bolivariana, mediante los petrodólares o la fuerza militar.
Chávez, sin duda, se ha convertido en un peligroso agente de países hostiles a Occidente, muy parecido a lo que en su momento fue Muamar el Gadafi. Asimismo, constituye una sombra amenazante que se cierne sobre las democracias de Latinoamérica.
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