En estos momentos, mujeres indefensas, sin más armas que su valor, vestidas de blanco y con flores en las manos, están siendo golpeadas salvajemente, arrestadas, acosadas, intimidadas, vejadas; ciudadanos pacíficos están siendo encarcelados y atacados por el único delito de atreverse a expresar su descontento ante el desastre que se vive en Cuba. Y, en estos momentos, como en tantos otros de nuestra reciente historia, la respuesta internacional ha sido el silencio.
En estos momentos, la responsabilidad de los que creemos que la libertad y la democracia son mejores que el despotismo y la dictadura está siendo puesta a prueba en Cuba. Y cuando hablamos de Cuba no estamos hablando de una pequeña isla enfrentada a las presiones de los Estados Unidos de América, como intenta hacer creer la propaganda oficial; no, estamos hablando de un gobierno que por más de cincuenta años ha negado a sus ciudadanos los derechos básicos, la libertad. Estamos hablando de un sistema que convirtió a una de las naciones más prósperas de América en una de las más pobres, desesperanzadas y miserables de ese continente. Un sistema que ha encarcelado, matado, reprimido, dañado de forma terrible a sus propios ciudadanos.
Estamos hablando de un gobierno que promovió, apoyó y financió el terrorismo internacional, que directamente es responsable de la subversión que en América Latina costó decenas de miles de muertos en los años sesenta, setenta y ochenta del pasado siglo; un gobierno que se ha vinculado con cuanta dictadura y barbaridad política ha ensombrecido y continúa ensombreciendo el panorama internacional; un gobierno que puso el mundo al borde de la peor catástrofe de su historia después de la Segunda Guerra Mundial, en la denominada Crisis de los Misiles (1962); un gobierno que ha defendido a ultranza a un dictador como Muamar el Gadafi y que recientemente ha expresado sin ambages su apoyo incondicional a las atrocidades que se están cometiendo en Siria. Estamos hablando, en fin, de un totalitarismo, del mal que significa el totalitarismo comunista.
El daño que el totalitarismo ha hecho a la humanidad está más allá de toda descripción; el totalitarismo, el comunismo, envilece, reseca, agosta la vida de las sociedades que tienen la desgracia de padecerlo; es, como dijo una amiga socióloga que vive en Cuba, un ataque radical al alma.
Quienes están intentando hacer que la libertad vuelva a ser una realidad en Cuba necesitan del apoyo de las democracias del mundo, saber que el mundo libre les tiende la mano, que los desmanes de la represión no encuentran un silencio cómplice y que los demócratas del mundo, y entre ellos especialmente los liberales, asumen su responsabilidad con la defensa sin concesiones de la libertad.
Desde esa responsabilidad ineludible, esa responsabilidad esencial a la mera existencia de los liberales, quiero entonces pedir el apoyo para mi país.
El apoyo a los demócratas cubanos no es una cuestión que deba seguirse dilatando. Quienes luchan por la libertad en Cuba, quienes sufren la desgracia de vivir bajo el comunismo, necesitan con urgencia del auxilio de los liberales del mundo, y necesitan de ese auxilio no dentro de un año, no dentro de un mes, sino ahora, en este momento, en esta hora.
Necesitan que de una vez por todas el mundo libre asuma la responsabilidad con la libertad en Cuba.
NOTA: Este texto está tomado de la intervención de ARTURO G. DORADO, de la Unión Liberal Cubana, ante el Comité Ejecutivo de la Internacional Liberal en la reunión que celebró recientemente en Londres.