¿Por qué? En primer lugar, por la calidad del armamento cedido; en segundo, porque tanto las circunstancias internas como las externas desvelan lo que, hasta ahora, se trataba de disimular: que el Gobierno de Rodríguez entiende por "paz" la rendición ante quien muestra hostilidad a España a través de amenazas; y, finalmente, porque ya es imposible ocultar que Rodríguez apoya la anexión marroquí del Sáhara por las buenas... o por las malas.
Es lamentable tenerlo que recordar, pero es cierto: los diversos gobiernos democráticos españoles han vendido armas a Marruecos, que éste ha utilizado para matar a ciudadanos saharauis con DNI español. En el "museo de la guerra" de los campamentos de Tinduf, conformado con material bélico capturado por los saharuis a las tropas marroquíes, hay pruebas fehacientes de ello. También es cierto que el Gobierno de Aznar sólo ordenó parar las ventas a nuestro enemigo después de la invasión marroquí de Perejil. E igualmente cierto es que levantó parcialmente tal embargo meses después de la recuperación del islote.
Todo eso es cierto; también, que quizá estemos ante la operación de venta o cesión de armamento a Marruecos cualitativamente más importante de la historia reciente, porque los carros M-60 (A3) son de excelente calidad. No sólo eso: como reveló el semanario arabófono marroquí Al Ayam el pasado 13 de abril, el acuerdo que querían mantener en secreto el Gobierno Zapatero y la tiranía alauita para no alarmar a la opinión pública española incluía la venta de "sistemas tecnológicos de entrenamiento virtual".
Posteriormente, el 4 de mayo, La Razón recogía unas declaraciones (quizá imprudentes) del comandante general de Ceuta, Luis Gómez-Hortigüela, según las cuales, junto a los carros, España entregaría también un "simulador para instruir tripulaciones" (algo que no había sido revelado por La Razón en su información anterior). Es decir, que se confirmaba la noticia aparecida en Al Ayam.
La venta (o regalo) de armas a Marruecos adquiere enorme trascendencia por cuanto constituye una ejemplificación de lo que entiende el actual Gobierno español por alcanzar la "paz". Todos los problemas se pretenden resolver con la extraña política de dar todo lo que se pide. En el interior, la política en Cataluña y Vascongadas es bien ilustrativa. Recordemos las infaustas palabras de Rodríguez a Maragall: las Cortes Generales aprobarán el Estatuto que eleve el Parlamento autonómico (lo que supone renunciar a los poderes que la Constitución concede a aquéllas). Algo parecido quiere hacerse en Vascongadas: alcanzar la "paz" con la fórmula de dar a los nacionalistas (ETA incluida) lo que pidan.
Con el vecino del sur se ha seguido igual derrotero, para "pacificar" las relaciones, pese a que la tensión con Rabat ya había sido “encauzada” en los últimos meses del Gobierno de Aznar, con los acuerdos suscritos en la Cumbre de Marrakech de diciembre de 2003.
El Gabinete Rodríguez quiso aparecer como "pacificador" con la claudicación ante cualesquiera pretensiones marroquíes, ya sean las relativas a los territorios y aguas españolas (Madrid no protestó la concesión, por parte de Rabat, de licencias petrolíferas en aguas españolas de Melilla, en julio de 2004), la emigración (Madrid ya no denuncia el incumplimiento constante del acuerdo –firmado en 1992 por el Gobierno del PSOE– en materia de repatriación de emigrantes de terceros países), la pesca (Madrid está haciendo una frenética labor de presión ante la UE para que ésta lleve a cabo un nuevo acuerdo de pesca –sobre las aguas saharauis, por cierto– al gusto marroquí), las relaciones con la UE (Madrid apoya la concesión a Rabat tanto de fondos MEDA como de un status privilegiado de relaciones con la UE)... o el Sáhara Occidental.
La política de apoyo a Marruecos en el asunto del Sáhara Occidental constituye el elemento más escandaloso de la diplomacia española. Como ha dicho, magistralmente, Martín Prieto, los mismos militantes socialistas que se dedican "humanitariamente" a acoger niños saharauis o enviar alimentos a Tinduf están sosteniendo a un Gobierno que ha apostado "políticamente" por anexionar el Sáhara a Marruecos.
Y lo está haciendo de forma decidida: al mes de ganar las elecciones, en abril de 2004, ya mostró su "comprensión" hacia la posición marroquí, hostil al Plan Baker II, vendida como la necesidad de introducir "ajustes" (al gusto marrroquí, no saharaui, por supuesto) y que condujo a la renuncia de James Baker como mediador. Semanas después, el Ejecutivo que apoyan tantos militantes "humanitarios" intentó decidir el destino del Sáhara en una conferencia cuatripartita (Francia, España, Marruecos, Argelia)... ¡sin participación saharaui! En julio de 2004 el Gobierno dijo que un referéndum en la ex colonia española no era aconsejable... y en otoño de ese mismo año se negó a apoyar una resolución de la Asamblea General de la ONU que reafirmaba el Baker II.
Conviene recordar que la retirada (octubre de 2001) del embajador marroquí en Madrid no fue por la celebración del referéndum sobre el Sáhara en Andalucía, como a veces se dice, sino porque España había votado en la Asamblea General de la ONU a favor de la autodeterminación del Sáhara.
En la interminable lista de concesiones cabe añadir la visita del delegado del Gobierno en Canarias al territorio saharaui ocupado por Marruecos... y la reciente negativa de la Administración Rodríguez a delimitar las aguas atlánticas de Canarias con Marruecos, para evitar, así, reconocer que al sur del paralelo 27'40º las aguas no son de éste, sino del Sáhara Occidental.
Entendiendo que el "precio político" de la supuesta "paz" con Marruecos es el fin del problema saharaui, la política de Rodríguez es clara: palabras ambiguas para disimular... pero hechos inequívocos en apoyo de la anexión. Ahora bien, dado que los saharauis no aceptan la anexión, el Gobierno Rodríguez les ha lanzado un mensaje: si no aceptáis ser marroquíes por las buenas... apoyaremos a Rabat para que os obligue a serlo por las malas.
Esta política es de una clara imprudencia. Pero además denota una clara ignorancia de la realidad. Por mucho que se empeñen algunos (incluido algún alto estratega militar español más complacido en recibir a sus homólogos marroquíes que en escuchar a los militares saharauis), el Frente Polisario no perdió la guerra del Sáhara (si bien es cierto que tampoco la ganó). La mejor prueba de ello es el "plan de paz" que firmó Marruecos en 1990: no lo hubiera suscrito de haber resultado vencedor. El hecho de que el Polisario no haya renovado su armamento en 15 años y de que ahora no esté en condiciones de hacer la guerra no significa que no pueda estarlo en caso de ataque marroquí.
El Secretario General de la ONU, Kofi Annan, en un reciente informe al Consejo de Seguridad, ha pedido a las partes en conflicto que se abstengan de tomar medidas "militares" que agraven la tensión. Por su parte, el mismo Rodríguez que se llenaba la boca con invocaciones a la "paz" y a la ONU ahora obsequia a Marruecos con armas cualificadas de lucha en el desierto.
La irresponsabilidad es patente. Tampoco es la primera. Y el riesgo es grande. Las apuestas del presidente español no suelen ser muy acertadas. Que se lo pregunten a un tal John Kerry.
Carlos Ruiz Miguel, catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Santiago de Compostela.