La actividad pesquera –uno de los sectores que hasta hace poco había logrado eludir la intervención oficial– acaba de recibir un golpe mortal con la prohibición de la pesca de arrastre. Este sistema –que se utiliza en todo el mundo desde hace más de 60 años– aporta casi el 25% de la producción pesquera nacional.
Muchos lectores pudieran pensar que una reducción del 25% de la oferta pesquera no debería causar alarma; quizá es que desconozcan que el 50% de la producción nacional va a enlatados (la sardina representa el 25% de la producción, y el atún el otro 25%). Eso sólo deja el 25% de pescado fresco para consumo humano, y este porcentaje está atomizado entre pequeños y desorganizados pescadores artesanales, los pescadores de media altura (pargo-mero), los cuales operan en aguas de otros países y exportan casi la totalidad de su captura, y los acuicultores, que producen principalmente truchas, camarón y otras especies exportables.
En otras palabras: sólo consumiremos pescado enlatado, o pagaremos precios exorbitantes e inaccesibles hasta para la clase media.
Por supuesto, la predecible intervención de Polar –que, entre otros muchos alimentos, produce y distribuye el atún y las sardinas Margarita– y la reciente adquisición por personeros allegados al Gobierno del atún Eveba darán al Ejecutivo el control de casi 75% de la oferta pesquera nacional.
El chavismo apaga y neutraliza el incentivo a la inversión y la función empresarial, capaz de ajustar y coordinar un proceso social eminentemente dinámico y sólo viable cuando hay libertad, propiedad, pluralismo y competencia. Explicar el desabastecimiento diciendo que China está comprando más leche o que "el Imperio" está afectando el clima son argumentos para mentes mediocres y desinformadas.
El Gobierno de un país del tamaño de Texas y Oklahoma, una población como la de Ciudad de México y que recibe los mayores ingresos petroleros en la historia de la humanidad no puede justificar que cada día tengamos menos alimentos y más controles estatales.
Cuando el hambre es más fuerte que el miedo, la necesidad obliga y los alimentos se convierten en armas de la revolución. ¿Será ésa la razón por la que el Gobierno necesita seguir fomentando la pobreza y la dependencia en Venezuela?
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