Si la ley merece o no ser vista como una reforma es algo que depende de la perspectiva que se maneje. Para la izquierda, se trata de una reforma tímida. No llega a establecer un sistema de salud con un solo pagador, como el que rige en Canadá o Inglaterra, y tampoco logra establecer una opción pública robusta que compita con las aseguradoras privadas. El Obamacare también enfurece a la derecha, que lo ve como un gran salto al socialismo: de hecho, consideraron muy pertinentes las palabras del camarada Fidel, que dijo que la nueva norma era "un milagro". Los partidarios de la misma seguro que prefieren quedarse con las palabras del presidente francés, Nicolás Sarkozy: "Bienvenidos al club de países que no echan a la calle a sus enfermos".
En fin, al grano. Prácticamente todo aquel que resida legalmente en EEUU deberá contratar un seguro de salud de aquí a 2014, so pena de sanciones que pueden llegar incluso al encarcelamiento. Las aseguradoras privadas podrán variar sus primas en función de datos como la edad del cliente, o si éste es o no fumador, pero no podrán negar la cobertura a un enfermo ni cobrarle una prima más alta que al resto. La cobertura de aquellos a quienes el gobierno considere incapaces de costeársela correrá por cuenta del estado, bien directamente, bien a través de un seguro privado subsidiado. Así que sí, al final aparece –aunque sea sobre el papel– la idea de que EEUU no le negará la atención médica a las personas enfermas.
Pero, claro, entre el dicho y el hecho hay un largo trecho. En cualquier sitio, a los gobiernos se les da mucho mejor proponer garantías que cumplirlas. Durante décadas, el gobierno de EEUU ha garantizado la atención médica a los niños de familias con ingresos bajos a través del programa Medicaid. Esa garantía, sin embargo, no evitó la muerte, en Maryland, del chaval de 12 años Deamonte Driver. En 2007, Deamonte fue víctima de una infección originada en un diente en mal estado. Parece increíble que muriera por eso, pues el remedio era la mera extracción del diente; pero la madre de Deamonte no pudo encontrar un dentista dispuesto a aceptar los míseros pagos de Medicaid. Aproximadamente la mitad de los 32 millones de norteamericanos que no están asegurados pero que sí quedarán cubiertos por la nueva ley pueden esperar la misma garantía que no le alcanzó a Deamonte.
Por cierto, todos y cada uno de los miembros del "club" de Sarkozy tienen en su historial historias de enfermos "echados a la calle" de una manera u otra, a pesar de que la ley garantice en todos ellos que jamás sucederá algo así. En 2005, la Corte Suprema de Canadá escribió acerca del Medicare local: "El acceso a una lista de espera no equivale al acceso a la atención médica. (...) hay evidencia contundente de que, en casos graves, los pacientes mueren [en] las listas de espera para recibir atención médica".
El bagaje de las garantías gubernamentales es la razón por la cual muchos estadounidenses –una mayoría, de hecho– se oponen a la nueva ley, que consideran moverá a EEUU hacia el mundo ideal de Sarkozy.
Piense, por ejemplo, en la imposición de que las aseguradoras cobren la misma prima a los individuos de una misma edad, con independencia de cuál sea el estado de salud de cada quien. Si asegurar a una persona sana cuesta 5.000 dólares y hacer lo propio con un enfermo, 25.000, obligar a una compañía a fijar la prima en, pongamos, 10.000 dólares va a generar un sinfín de problemas. Para empezar, las aseguradoras que prestan atención de calidad a individuos enfermos quebrarán rápidamente, como de hecho alertan las investigaciones requeridas por uno de los consejeros económicos del propio Obama. Si las aseguradoras privadas quieren sobrevivir, harán lo que sea para no trabajar con enfermos: esto es lo que incentiva el programa de controles de precios del señor Obama.
Sigamos con los controles de precios, que pueden llevar a provocar el colapso de los mercados privados. Mi colega Victoria Payne y yo hemos calculado que, con la ley de Obama, las personas sanas pueden ahorrarse hasta 3.000 dólares al año –y las familias, hasta 8.000– dándose de baja en su compañía, pagando la preceptiva multa y volviendo a contratar un seguro... cuando se pongan enfermas. Recordemos que las aseguradoras estarán obligadas a pedirles una prima igual a la que pedirían a alguien sano.
Afortunadamente, sin importar cuáles sean los defectos del sector sanitario (y son muchos), EEUU se ha demostrado a sí mismo numerosas veces cómo su sistema conduce a la innovación médica, tanto en el ámbito técnico como en el administrativo.
Un reciente estudio del Cato Institute descubrió que en EEUU se han realizado gran parte de los más destacados avances médicos de los últimos 40 años. En algunas áreas, la contribución norteamericana es más importante que la del resto del mundo combinado. Pues bien: son precisamente esas innovaciones las que evitan que los enfermos sean "echados a la calle" en todo el mundo.
Cuando el gobierno estadounidense ha permitido al mercado respirar, los empresarios han ideado maneras innovadoras de procurar atención médica. Planes de salud integrados como Kaiser Permanente, que se viene desempeñando muy bien (si se lo compara con el Servicio Nacional de Salud), reducen el costo de la atención y hacen avanzar la medicina.
Además, la innovación ha hecho de los seguros de salud un producto cada vez más fiable. Hace décadas, los mercados privados ponían el foco en que un paciente de 5.000 dólares no se convirtiera en uno de 25.000 garantizando que su prima no subiría más rápido que la del resto, con independencia de cuánto o cuántas veces enfermara. Pues bien, ahora están a punto de ofrecer el no va más: coberturas que protegen contra las primas más altas y hacen que las aseguradoras, en lugar de huir de los enfermos, compitan por ellos.
Los controles de precios que la ley de Obama impone a las farmacéuticas y las aseguradoras no permitirán que el mercado exprese su demanda de más innovaciones. Massachusetts promulgó una ley casi idéntica en 2006; ley que ya está amenazando con extinguir la innovación en los sistemas de pago y provisión de atención médica en dicho estado...
Obama podría haber abogado por una legislación que mejorase y abaratase la atención médica a través del proceso descentralizado de la innovación. En cambio, ha extendido un sistema onerosísimo a 32 millones de personas. Como consecuencia de ello, puede que los hospitales norteamericanos echen a la calle a más gente que antes.
Por todo ello, el Obamacare es digno de una muy merecida... derogación.
© El Cato
MICHAEL CANNON, director de Estudios de Políticas de Salud del Cato Institute.
En fin, al grano. Prácticamente todo aquel que resida legalmente en EEUU deberá contratar un seguro de salud de aquí a 2014, so pena de sanciones que pueden llegar incluso al encarcelamiento. Las aseguradoras privadas podrán variar sus primas en función de datos como la edad del cliente, o si éste es o no fumador, pero no podrán negar la cobertura a un enfermo ni cobrarle una prima más alta que al resto. La cobertura de aquellos a quienes el gobierno considere incapaces de costeársela correrá por cuenta del estado, bien directamente, bien a través de un seguro privado subsidiado. Así que sí, al final aparece –aunque sea sobre el papel– la idea de que EEUU no le negará la atención médica a las personas enfermas.
Pero, claro, entre el dicho y el hecho hay un largo trecho. En cualquier sitio, a los gobiernos se les da mucho mejor proponer garantías que cumplirlas. Durante décadas, el gobierno de EEUU ha garantizado la atención médica a los niños de familias con ingresos bajos a través del programa Medicaid. Esa garantía, sin embargo, no evitó la muerte, en Maryland, del chaval de 12 años Deamonte Driver. En 2007, Deamonte fue víctima de una infección originada en un diente en mal estado. Parece increíble que muriera por eso, pues el remedio era la mera extracción del diente; pero la madre de Deamonte no pudo encontrar un dentista dispuesto a aceptar los míseros pagos de Medicaid. Aproximadamente la mitad de los 32 millones de norteamericanos que no están asegurados pero que sí quedarán cubiertos por la nueva ley pueden esperar la misma garantía que no le alcanzó a Deamonte.
Por cierto, todos y cada uno de los miembros del "club" de Sarkozy tienen en su historial historias de enfermos "echados a la calle" de una manera u otra, a pesar de que la ley garantice en todos ellos que jamás sucederá algo así. En 2005, la Corte Suprema de Canadá escribió acerca del Medicare local: "El acceso a una lista de espera no equivale al acceso a la atención médica. (...) hay evidencia contundente de que, en casos graves, los pacientes mueren [en] las listas de espera para recibir atención médica".
El bagaje de las garantías gubernamentales es la razón por la cual muchos estadounidenses –una mayoría, de hecho– se oponen a la nueva ley, que consideran moverá a EEUU hacia el mundo ideal de Sarkozy.
Piense, por ejemplo, en la imposición de que las aseguradoras cobren la misma prima a los individuos de una misma edad, con independencia de cuál sea el estado de salud de cada quien. Si asegurar a una persona sana cuesta 5.000 dólares y hacer lo propio con un enfermo, 25.000, obligar a una compañía a fijar la prima en, pongamos, 10.000 dólares va a generar un sinfín de problemas. Para empezar, las aseguradoras que prestan atención de calidad a individuos enfermos quebrarán rápidamente, como de hecho alertan las investigaciones requeridas por uno de los consejeros económicos del propio Obama. Si las aseguradoras privadas quieren sobrevivir, harán lo que sea para no trabajar con enfermos: esto es lo que incentiva el programa de controles de precios del señor Obama.
Sigamos con los controles de precios, que pueden llevar a provocar el colapso de los mercados privados. Mi colega Victoria Payne y yo hemos calculado que, con la ley de Obama, las personas sanas pueden ahorrarse hasta 3.000 dólares al año –y las familias, hasta 8.000– dándose de baja en su compañía, pagando la preceptiva multa y volviendo a contratar un seguro... cuando se pongan enfermas. Recordemos que las aseguradoras estarán obligadas a pedirles una prima igual a la que pedirían a alguien sano.
Afortunadamente, sin importar cuáles sean los defectos del sector sanitario (y son muchos), EEUU se ha demostrado a sí mismo numerosas veces cómo su sistema conduce a la innovación médica, tanto en el ámbito técnico como en el administrativo.
Un reciente estudio del Cato Institute descubrió que en EEUU se han realizado gran parte de los más destacados avances médicos de los últimos 40 años. En algunas áreas, la contribución norteamericana es más importante que la del resto del mundo combinado. Pues bien: son precisamente esas innovaciones las que evitan que los enfermos sean "echados a la calle" en todo el mundo.
Cuando el gobierno estadounidense ha permitido al mercado respirar, los empresarios han ideado maneras innovadoras de procurar atención médica. Planes de salud integrados como Kaiser Permanente, que se viene desempeñando muy bien (si se lo compara con el Servicio Nacional de Salud), reducen el costo de la atención y hacen avanzar la medicina.
Además, la innovación ha hecho de los seguros de salud un producto cada vez más fiable. Hace décadas, los mercados privados ponían el foco en que un paciente de 5.000 dólares no se convirtiera en uno de 25.000 garantizando que su prima no subiría más rápido que la del resto, con independencia de cuánto o cuántas veces enfermara. Pues bien, ahora están a punto de ofrecer el no va más: coberturas que protegen contra las primas más altas y hacen que las aseguradoras, en lugar de huir de los enfermos, compitan por ellos.
Los controles de precios que la ley de Obama impone a las farmacéuticas y las aseguradoras no permitirán que el mercado exprese su demanda de más innovaciones. Massachusetts promulgó una ley casi idéntica en 2006; ley que ya está amenazando con extinguir la innovación en los sistemas de pago y provisión de atención médica en dicho estado...
Obama podría haber abogado por una legislación que mejorase y abaratase la atención médica a través del proceso descentralizado de la innovación. En cambio, ha extendido un sistema onerosísimo a 32 millones de personas. Como consecuencia de ello, puede que los hospitales norteamericanos echen a la calle a más gente que antes.
Por todo ello, el Obamacare es digno de una muy merecida... derogación.
© El Cato
MICHAEL CANNON, director de Estudios de Políticas de Salud del Cato Institute.