Debemos recordar que Bolivia es históricamente una creación artificial y arbitraria, que se impuso por decisión bolivariana en el siglo XIX para cercenar el Perú. Hasta hoy, en su seno coexisten, en medio de graves tensiones, el Altiplano y la vertiente oriental, encabezada por Santa Cruz. Es por eso que Bolivia es uno de los denominados "Estados fallidos" o inviables. Su unidad se sostiene en este momento por las formas avasallantes, cada vez más violentas y autoritarias, del Gobierno de Morales y sus aliados chavistas, muy contestados en el interior. La situación puede incluso desembocar en una guerra civil y la secesión de partes del territorio.
Más allá de la ideología confusamente socialista e indigenista de Morales, el Gobierno boliviano agita como elemento de cohesión la bandera de la recuperación de la salida al mar que su país perdió en la infausta Guerra del Pacífico.
Sobre esto, las nuevas generaciones deben ser esclarecidas: Perú fue arrastrado a ese conflicto por los bolivianos, pero éstos no fueron consistentes con la alianza y se retiraron de la lucha, abandonando a nuestras tropas casi desde el inicio de las acciones bélicas. Esa traición, cuyas razones deben buscarse en la época anterior de la confederación, es lo que decidió la victoria chilena y la consiguiente derrota peruana y boliviana.
La actitud antiperuana de los bolivianos se ha mantenido a lo largo del tiempo. En la década de los 70, los dictadores Hugo Bánzer y Augusto Pinochet urdieron, a cuenta de la salida al mar boliviana, una fórmula que habría lesionado el interés peruano si no lo hubieran impedido nuestra diplomacia y nuestro circunstancial poderío militar. Después, bajo el fujimorato, se cometió la torpeza de conceder facilidades por la zona de Ilo, en el tramo que se llamó Boliviamar, algo que lesiona la peruanidad en el mar de Grau.
Desde la llegada de Evo Morales al poder, el acercamiento progresivo entre La Paz y Santiago ha llegado al punto de un acuerdo de trece puntos que tiene como eje central una posición antiperuana, tal como bien acaba de recordárnoslo el canciller José Antonio García Belaunde. En ese contexto, lo más preocupante es la acechanza boliviana, que vuelve a insistir en esquemas que afectarían a nuestros derechos permanentes sobre territorios que formaron parte del Perú.
Las estratagemas del Gobierno boliviano están, pues, al descubierto. Y frente a eso debe actuarse con serenidad y sagacidad, pero entendiendo claramente que con Bolivia no tenemos lazos de fraternidad. Los estados –debemos repetirlo– no tienen sentimientos sino intereses, y con el vecino altiplánico hoy tenemos intereses divergentes.
© AIPE
HUGO GUERRA, subdirector del diario peruano El Comercio.
Más allá de la ideología confusamente socialista e indigenista de Morales, el Gobierno boliviano agita como elemento de cohesión la bandera de la recuperación de la salida al mar que su país perdió en la infausta Guerra del Pacífico.
Sobre esto, las nuevas generaciones deben ser esclarecidas: Perú fue arrastrado a ese conflicto por los bolivianos, pero éstos no fueron consistentes con la alianza y se retiraron de la lucha, abandonando a nuestras tropas casi desde el inicio de las acciones bélicas. Esa traición, cuyas razones deben buscarse en la época anterior de la confederación, es lo que decidió la victoria chilena y la consiguiente derrota peruana y boliviana.
La actitud antiperuana de los bolivianos se ha mantenido a lo largo del tiempo. En la década de los 70, los dictadores Hugo Bánzer y Augusto Pinochet urdieron, a cuenta de la salida al mar boliviana, una fórmula que habría lesionado el interés peruano si no lo hubieran impedido nuestra diplomacia y nuestro circunstancial poderío militar. Después, bajo el fujimorato, se cometió la torpeza de conceder facilidades por la zona de Ilo, en el tramo que se llamó Boliviamar, algo que lesiona la peruanidad en el mar de Grau.
Desde la llegada de Evo Morales al poder, el acercamiento progresivo entre La Paz y Santiago ha llegado al punto de un acuerdo de trece puntos que tiene como eje central una posición antiperuana, tal como bien acaba de recordárnoslo el canciller José Antonio García Belaunde. En ese contexto, lo más preocupante es la acechanza boliviana, que vuelve a insistir en esquemas que afectarían a nuestros derechos permanentes sobre territorios que formaron parte del Perú.
Las estratagemas del Gobierno boliviano están, pues, al descubierto. Y frente a eso debe actuarse con serenidad y sagacidad, pero entendiendo claramente que con Bolivia no tenemos lazos de fraternidad. Los estados –debemos repetirlo– no tienen sentimientos sino intereses, y con el vecino altiplánico hoy tenemos intereses divergentes.
© AIPE
HUGO GUERRA, subdirector del diario peruano El Comercio.