Como sobreviviente del Holocausto, debe de causarle indignación contemplar la supervivencia del neonazismo, incluso en Francia y Alemania. Como uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, debe de indignarle seriamente la persistente violación de esos derechos en grandes porciones del globo. Como exembajador de Francia ante las Naciones Unidas, debe de hallar indignante la degradación de ese foro multilateral. Y sin embargo no hallaremos demasiadas referencias a esas cuestiones en su panfleto ¡Indígnate!, que movilizó a más de un millón de jóvenes en España, Grecia y otras partes de Europa. "Actualmente mi principal indignación", anuncia el autor del ahora universalmente famoso texto, "concierne a Palestina, la franja de Gaza, Cisjordania".
Para Hessel, es "absolutamente necesario" leer el informe Goldstone; aunque hemos de asumir que no la retractación del propio juez sudafricano, que declaró hace poco que, de haber sabido entonces lo que sabe hoy, seguramente hubiera escrito un texto diferente.
El rigor y la moderación no son el fuerte de Hessel. Gaza, en su visión, es "una prisión a cielo abierto"; los palestinos fueron "expulsados de sus tierras por Israel" en 1948, y Hamás "no ha podido evitar que se lancen cohetes a los pueblos israelíes". No ha podido evitar, nótese. Por los gazatíes no siente otra cosa que admiración: "Su patriotismo, su amor por el mar y las playas, su constante preocupación por el bienestar de sus hijos, innumerables y risueños...". Claramente, Hessel no ha visitado los innumerables y poco simpáticos campamentos infantiles de Hamás, en los que se somete a los niños a adoctrinamiento terrorista.
Hessel se manifiesta contrario a la violencia; de hecho, titula a una sección "La no violencia, el camino que debemos aprender a seguir", y otra "Por una insurrección pacífica". Critica a Jean-Paul Sartre por haber apoyado el terrorismo durante la guerra de Argelia y en las Olimpiadas de Munich. "Evidentemente pienso que el terrorismo es inaceptable", afirma Hessel. Pero estas consideraciones no pueden extenderse a la Gaza actual: "Hay que admitir que, cuando un pueblo está ocupado con medios militares infinitamente superiores, la reacción popular no puede ser únicamente no violenta (...) podemos explicar estos actos [de terror] por la exasperación de los gazatíes".
Si esto parece una muestra de doble rasero... es porque se trata de una muestra de doble rasero. Para que no queden dudas acerca de su postura, comenta: "En la noción de exasperación, hay que comprender la violencia como una lamentable conclusión de situaciones inaceptables para aquellos que las sufren". Con todo, estas justificaciones lucen innecesarias. No por ser moralmente inconcebibles, sino porque desafían la propia lógica argumental de Hessel, quien, en un párrafo agregado a la edición en español, agradece a la juventud española
el apoyo que ha dado a la causa palestina, que se muestra cada vez más partidaria de una resistencia no violenta.
Hessel está tan orgulloso de su propalestinismo que, en la solapa del texto publicado recientemente por la editorial Planeta en la Argentina, se destaca su categoría de "defensor de la causa palestina". Que este sea un atributo merecedor de mención en una biografía es todo un comentario sobre el estatus casi icónico que esa posición ideológica ha alcanzado. Eso sólo ya sería suficiente para que el panfleto ¡Indígnate! causase justificada indignación.