Este faccionalismo, que ha conducido a un canibalismo político aberrante, da como resultado la actual falta casi absoluta de gobernabilidad y el deterioro de la institucionalidad democrática, cuyos desenlaces son impredecibles. Otra consecuencia malsana de la fragmentación política es la inexorabilidad del incremento en el gasto público, pues los gobernantes de turno, para poder mantenerse en el poder, recurren al erario para aplacar los ánimos. La incertidumbre en el ambiente político y el excesivo gasto fiscal, que obstaculizan la inversión privada, han hecho que rebrote la inflación, por lo que el crecimiento económico se ha desacelerado y la pobreza no disminuye.
La razón primordial del faccionalismo se atribuye al afán personalista, cortoplacista y miope de las élites, que sólo se afanan por satisfacer sus intereses y los de su grupo. Sin desmerecer esta tesis, creo que hay un ingrediente más que no se ha considerado: la falta de convicciones en un ideario político, por ignorancia o desidia. Claro que, si se desconoce la doctrina política con la que los dirigentes se han alineado, mal se les puede exigir que conozcan las consecuencias sociales de esa doctrina que, supuestamente, profesan. Al no saber esto, es más fácil concentrar la atención en conseguir prebendas y beneficios del Estado, o hacer alianzas a corto plazo –aun con grupos contradictorios– y concentrar esfuerzos para lograr escaños en el Congreso a sabiendas de que no se ganará la Presidencia. Si no se obtienen escaños suficientes se torna importante llegar a tener poder de "veto", es decir, de bloquear iniciativas, que bien podrían ser congruentes con la doctrina propia, con tal de no permitir que otro se lleve el crédito.
Lastimosamente, la actuación de partidos como el socialcristiano (PSC) se contradice con los principios de libertad económica y libre empresa que supuestamente defienden. Por ejemplo, un dirigente prominente del PSC sostuvo en un programa de televisión que "ni un comunista hubiera propuesto una ley de tanto alcance social", en referencia a una que fija las tasas de interés bancario. Llama la atención que un partido de derecha proponga una ley cuasi comunista. De igual manera, han favorecido una ley de aviación civil que "obliga" a las empresas a pagar una comisión a las agencias de viajes. Algunos de sus congresistas están apoyando un organismo burocrático que se encargaría de fijar el precio del banano.
Claro que cada una de estas leyes tiene "buenas intenciones": reducir las tasas de interés que cobran los bancos, proteger la rentabilidad de las agencias de viaje, defender las utilidades de los productores de banano. Pero ya sabemos que el "camino al infierno está lleno de buenas intenciones".
Consecuentemente, el fracaso de las élites ecuatorianas radica en un desconocimiento profundo de la doctrina y la economía políticas. Tanto las de izquierda como las de la derecha demuestran no saber cuáles son sus ideales. Al desconocer su propia doctrina, no pueden ni van a poder diseñar programas de gobierno consecuentes con la ideología que dicen profesar. Por tanto, van a seguir cayendo en la componenda trivial, en el cálculo cortoplacista de las próximas elecciones y en cómo lograr una mejor tajada del erario. La izquierda lo hará en las calles, cerrando carreteras, con paros y huelgas. La derecha lo hará con negociados opacos y arreglos entre gallos y media noche. Pero las consecuencias serán iguales a las que ya estamos viviendo.
La clase política ecuatoriana ha caído en un desprestigio de difícil recuperación. Los gobiernos que vengan serán débiles. La institucionalidad democrática continuará deteriorándose. Se volverán más frecuentes las violaciones a la Constitución, y poquito a poco nos seguiremos acercando al despeñadero.
© AIPE