La economía se divide en corporaciones porque, al no ser el Estado el propietario pero sí el jefe supremo de todo, necesita organizar jerárquicamente a la sociedad, al estilo militar, ya que ésta no depende del "caótico mercado". Las corporaciones son toleradas y alentadas pero deben obedecer las órdenes, so pena de ser severamente sancionadas o eliminadas por desatender los caprichos del mandamás.
Y así se comporta Kirchner. Ejemplo de ello es que, como la inflación es mayor de la que esperaba y no quiere aceptar su responsabilidad (excesiva emisión monetaria), culpa a las corporaciones empresariales y les exige que bajen los precios. Como los precios no bajan en respuesta a sus caprichos y sabe que imponer controles de precios es contraproducente, ha decidido "acordar" los precios con los empresarios, como si no fuera el mercado el que los determina y no las corporaciones, que le siguen el juego para obtener alguna ventaja.
Estos acuerdos siempre resultan inefectivos, porque los precios son determinados por el mercado, independientemente de la voluntad de las empresas, que luego, para cumplir lo firmado, disimulan sus aumentos de precios rebajando la calidad y el contenido de los productos.
Pero hay empresas que no quieren firmar los acuerdos. En ese caso, Kirchner castiga severamente a los "chicos malos". Uno de estos casos es la carne. Ocho organizaciones, encabezadas por la Sociedad Rural Argentina, no firmaron el acuerdo de precios y abastecimiento porque el Gobierno no bajó las "retenciones", o sea el impuesto a las exportaciones.
Entonces Kirchner no sólo decidió que no hablará más con "los chicos malos", sino que amenazó con subir las retenciones por encima del 15% vigente o imponerles un cupo de exportación, y esto sucede después de la creación, al mejor estilo Gestapo, del Registro de Operaciones de Exportación, donde deberán inscribirse todas las operaciones de exportación de carne bovina.
Pero ese no es el único método de Kirchner para "ordenar el mercado". Aumentó un 30% los subsidios al transporte público. Así, el sector del transporte recibió 350 millones de dólares en 2005 a cambio de no incrementar el precio de los pasajes. Claro que esos empresarios ya se están quejando, pues el subsidio no les alcanza para renovar equipos ni mejorar el servicio. Lo que no se dice es que estos subsidios, con toda la corrupción que conllevan, más la ineficiencia de tanta burocracia, son pagados precisamente, por vía impositiva e inflacionaria, por los mismos que no pueden pagar los pasajes.
Uruguay ha resultado favorecido. Al no aplicar retenciones a sus exportaciones, atrajo a los productores argentinos desde 2002, lo cual ha aumentado el precio de sus tierras ganaderas, que costaban entre 700 y 800 dólares por hectárea, hasta los 2.000 ó 2500 dólares. Así, ese país, que hoy vende al exterior casi el 75% de la carne que produce, seguirá aumentando sus exportaciones.
El buen ejemplo en la región lo da Chile, que mantuvo el aumento del Índice de Precios al Consumidor en un 3% anual mientras la economía crecía durante más de una década al 6% anual. Sin fijar precios máximos ni sufrir impuestos escondidos, sino aumentando la libertad y la competencia; es decir, dejando que el mercado funcione sin la pesada y dañina intervención del Gobierno.
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