El enfoque francés en Oriente Medio cambió tras la victoria israelí en la Guerra de los Seis Días (1967). El entonces presidente Charles de Gaulle comenzó a suscribir la política indefinidamente proárabe que aún prevalece. Según la revista Le Point, De Gaulle explicaba que "los árabes tienen a su favor las cifras, el espacio y el tiempo". Fue un cálculo maquiavélico. Buscaba lo que veía como una estrategia a largo plazo: sacrificar las relaciones con Israel con el fin de lograr la buena voluntad de un mundo árabe más poblado y rico en crudo.
Al asumir la presidencia en 1995, Chirac buscó vínculos aún más cercanos con el mundo árabe. Así, declaraba en El Cairo en 1996: "La política árabe de Francia tiene que ser una dimensión de su política exterior. Quiero darle un nuevo impulso". El Gobierno francés expandió sus intercambios comerciales y culturales con el mundo árabe. Hacia 2002 Francia se encontraba entre los tres principales socios comerciales de la mayor parte de los países árabes: en primer lugar, con Marruecos, Argelia, Túnez y el Irak de Sadam; en segundo lugar, con el Líbano y Siria; en tercer lugar, con Egipto.
Chirac logró el apoyo árabe mientras se contraponía repetidamente al apoyo de Washington a Israel. Su popularidad ha crecido tanto en los últimos años que un buen número de familias palestinas han bautizado a sus hijos "Chirac". Durante el Ramadán de 2003, los comerciantes de El Cairo denominaban a los dátiles de mejor calidad "Chiracs", en honor al presidente francés. Una encuesta de Zogby de mayo de 2004 realizada entre seis países árabes descubría que Chirac encabezaba la lista de líderes del mundo en Egipto, el Líbano, Marruecos, y en tercer lugar en Jordania, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos. En contraste, las mismas estadísticas descubrieron que el presidente norteamericano, George W. Bush, era el líder mundial menos popular después del primer ministro israelí, Ariel Sharon.
Chirac ha forjado relaciones personales próximas con un buen número de líderes árabes, que incluían no sólo a Arafat y al ex primer ministro del Líbano, Rafik Hariri, también al presidente sirio Hafez el Asad, a su hijo y sucesor, Bachar, y al ex dictador iraquí Sadam Husein. Estas relaciones personales se han convertido en el esqueleto de la política francesa en Oriente Medio.
La amistad más profunda de Chirac quizá haya sido la que tenía con Sadam Husein. Los dos se reunieron por primera vez en diciembre de 1974, cuando el entonces primer ministro Chirac visitaba Bagdad para negociar acuerdos comerciales, entre ellos la entrega del reactor nuclear que más tarde (1981) destruyó Israel. Cuando Husein visitó Francia en septiembre del año siguiente –su única visita a un país occidental–, Chirac dijo: "Te doy la bienvenida como mi amigo personal. Te garantizo mi estima, mi consideración y mi afecto".
La inversión de Husein en Chirac demostró ser fructífera para el primero. En 1998, al ser preguntado cuán paciente iba a ser con Sadam Husein, Chirac respondió: "En lo que respecta a temas humanitarios, la paciencia de Francia no tiene límites". En los meses previos a la guerra de Irak de 2003, la resistencia francesa a las sanciones o a las acciones militares contra Bagdad creció. Según el periódico londinense The Sunday Times, funcionarios franceses "mantenían regularmente a Sadam al tanto de cada avance en la planificación americana, y podrían haberle ayudado a preparar la guerra".
La relación de Chirac con el dictador iraquí no era una excepción, sino parte de un patrón de apoyo a los dictadores de Oriente Medio hostiles a las normas internacionales de comportamiento y en conflicto con democracias occidentales. Poco después de asumir la presidencia, Chirac buscó la relación con Arafat. El 13 de marzo de 1996, por ejemplo, aquél le dijo a éste: "Cuando tengas un problema, llama al Doctor Chirac".
Arafat captó el mensaje. Más tarde, ese mismo año, durante una conferencia de prensa conjunta en Ramala, Arafat declaró: "Necesitamos que el Doctor Chirac salve el proceso de paz". En una nota escrita –en parte, a mano– al enfermo Arafat el 28 de octubre de 2004, Chirac decía: "Deseo que pueda reanudar su trabajo al servicio del pueblo palestino tan pronto como sea posible (...) [Francia] siempre estará junto a usted".
Le Figaro comentó que París se había convertido en la capital de Palestina durante los 13 días de convalecencia de Arafat. Cuando éste murió, el estoico Chirac tenía lágrimas en los ojos, y le elogiaba como "un hombre de valor y convicción". El apoyo a Arafat durante sus últimos días concedió a Chirac lo que quería: ser el centro de atención del mundo y extender la influencia francesa en el mundo árabe.
Aunque el vínculo francés con Siria ha sido fuerte durante bastante tiempo, Chirac trabajó por estrechar las relaciones aún más. Citando a De Gaulle, describía los vínculos franco-sirios como "una amistad indestructible". Fue el único jefe de Estado occidental que asistió al funeral de Hafez el Asad (2000). El primer viaje oficial de Bachar el Asad fuera de Oriente Medio fue a París, en junio del 2001. Chirac había cultivado su relación con el joven Assad recibiéndole en el Palacio del Eliseo en noviembre de 1999, antes de su llegada al poder.
La junta de la Asociación de Amistad Franco-Siria se jacta de contar entre sus miembros con el ex primer ministro Raymond Barre, el ex secretario de Estado Claude Cheysson y el candidato presidencial de 2007 Nicolas Sarkozy.
Así que, ¿por qué se unió París a Washington el 2 de septiembre de 2004 para copatrocinar la resolución 1559 del Consejo de Seguridad de la ONU, que exigía la retirada de las tropas sirias que ocupaban el Líbano y el desarme de las milicias? El diario de centroizquierda Libération sugería que la unidad temporal se debía a que el asesinato de Hariri forzaba a Chirac a elegir temporalmente entre amigos árabes. Hariri describía a Chirac como "mi mejor amigo" poco antes de su muerte.
Puede que Chirac haya tenido diversos motivos para extender el apoyo francés desde la simple simpatía al mundo árabe hasta el apoyo a rajatabla a criminales, sin importar su rechazo o apoyo al terror. Parte de su apoyo a Sadam Husein, Yaser Arafat, Bachar el Asad, o Hasán Nasralah puede deberse a su deseo de interponerse en los deseos norteamericanos en Oriente Medio, incrementando así el prestigio francés a expensas de Norteamérica. Su antipatía personal hacia Israel y su deseo de complacer a su electorado musulmán también pueden contribuir.
Las muertes de Hafez el Asad, Arafat y Hariri, así como la caída de Sadam Husein, sugieren que los beneficios políticos de la Doctrina Chirac pueden estar evaporándose. Desarrollar relaciones lleva tiempo. El nuevo Gobierno iraquí acusa el apoyo francés a Sadam Husein. Si otras dictaduras de Oriente Medio sucumben a la tentadora oleada democratizadora, no hay garantías de que vayan a abrazar a París o a honrar acuerdos comerciales suscritos por los dictadores. Pero la creciente presión islamista en Francia puede empujar de todos modos a Chirac y a sus sucesores a buscar una política aún más proárabe.
El legado de la Doctrina Chirac, no obstante, puede no ser la grandeur que buscan Chirac y sus aliados, sino una reputación de cinismo, hostilidad hacia la democracia y las reformas y unión con los peores productos de la sociedad de Oriente Medio.
Olivier Guitta, especialista en Oriente Medio y Europa. Una versión más larga de este artículo, en el número de otoño de The Middle East Quarterly.