En todo lo demás, la desintegración de Cuba será si cabe más acentuada que la de la URSS, porque mientras la economía soviética era bastante diversificada –y, en algunos sectores, incluso sofisticada–, la cubana es increíblemente primitiva.
Las personas que el gobierno cubano va a despedir a partir del primero de enero quedarán abandonadas a su suerte, sin preparación para hacer frente a su nueva situación y sin conexiones claras con la economía estatal, que seguirá predominando. De ahí en adelante, la caída del régimen será rapidísima; tanto, que la gente se sorprenderá de lo rápido que el viejo poder desaparecerá. Lo mismo sucedió en la Europa comunista cuando cayeron, a velocidad igualmente vertiginosa, el Muro de Berlín y la Unión Soviética.
¿Cómo es que tiranías tan terribles como la soviética pueden sostenerse durante tanto tiempo y, sin embargo, colapsar súbitamente?
La respuesta corta a esta pregunta es que el poder de un gobierno depende de que la gente piense que, efectivamente, ese gobierno tiene tal poder. Eso es lo que hace que la gente obedezca. El desmoronamiento se produce cuando la gente comienza a poner en duda el poder del gobierno, cuando empieza a retarlo; cuando, finalmente, comprueba que aquél ya no tiene la fuerza suficiente para seguir esclavizando a la sociedad.
Eso fue lo que pasó en la Alemania comunista. Por muchos años, los guardias del Muro disparaban a matar a quienes intentaban saltarlo. Viendo la eficiencia con que reprimían los comunistas, uno podía pensar que los habitantes de la RDA jamás podrían abandonar el país. Pero el caso es que en 1989 los signos de la decadencia del régimen comunista eran ya numerosos. Igual que ahora pasa en Cuba, la economía iba en picada, el gobierno ya no podía hacer frente a sus gastos y la desobediencia estaba aumentando exponencialmente. Poco a poco, la gente fue tomándose algunas libertades, y al percatarse de que el gobierno ya no tenía fuerza para impedirlo empezó a tomarse más libertades aún. El presentimiento de que el comunismo iba a caer no hacía sino extenderse... incluso a otros países del bloque comunista.
Los alemanes del Este empezaron a rondar las fronteras con Occidente, a ver si los guardias les detenían. Y al principio lo hacían; de hecho, muy poco antes de que cayera el Muro, algún fugitivo murió en el intento. Pero llegó un momento en que los guardias perdieron la fe que tenían en el poder del gobierno tiránico al que servían y comenzaron a temer el castigo de quienes sucedieran a los comunistas. Sintieron, en fin, que la tortilla estaba dando la vuelta. Y entonces dejaron de detener. A uno. A miles. Y el Muro acabó derribado.
Yo estaba en Moscú a finales de 1991, y vi los tanques del ejército soviético entrando en la ciudad para, supuestamente, defender a la Unión Soviética y al gobierno de Gorbachov, que estaban siendo amenazados por las propias repúblicas que conformaban ese estado, empezando por la rusa, que ya no querían ser soviéticas, que ya no querían ser comunistas.
El propósito era intimidar a Yeltsin y a los nacionalistas rusos. Pero, a pesar de lo impresionantes que eran los tanques avanzando por las calles llenas de nieve, la población moscovita no se intimidó en absoluto. Tampoco tomaron una actitud desafiante. Simplemente los ignoraron. Las tornas habían cambiado. De alguna forma, los moscovitas sabían que esos militares no iban a disparar contra ellos, que el antes poderosísimo partido comunista ya no podía garantizarse la obediencia de los soldados.
Y así fue. Los oficiales informaron a Gorbachov de que no le defenderían, y Yeltsin fue al Kremlin a decirle a Gorbachov que se fuera.
El 25 de diciembre, en el Kremlin se arrió la bandera soviética y se izó la rusa. Así, sin pena ni gloria, se disipó esa tiranía terrible, que había matado a más de 20 millones de personas y para la cual el individuo no valía nada.
Así va a pasar en Cuba. Ya está empezando a pasar. Y las consecuencias políticas en El Salvador serán enormes. Va a cambiar el mapa político del FMLN (Farabundo Martí de Liberación Nacional), pues la fuente del poder ya no podrá ser la cercanía a los Castro y al partido comunista cubano. Va a ser interesante ver quiénes suben y quiénes bajan entonces.
© El Cato
MANUEL HINDS, ex ministro de Finanzas de El Salvador y autor de Playing Monopoly with the Devil: Dollarization and Domestic Currencies in Developing Countries (Council on Foreign Relations, 2006).