La operación fue todo un éxito: murieron 263 extremistas y otros 502 fueron capturados; pero ver a EEUU en medio de una batalla entre chiitas inserta en una guerra civil entre chiitas y sunnitas no hace sino contribuir a que cunda el desaliento entre los norteamericanos, que ya andan bastante preocupados ante la posibilidad de que su país quede atrapado en un conflicto civil interminable.
La división iraquí se explica por varias razones. Algunas, como la división fundamental entre sunnitas y chiitas, están ahí desde hace siglos; otras, en cambio, son más recientes: por ejemplo, la devastación social y política que se cernió sobre el país durante los 30 años de totalitarismo sadamita, que se mostró especialmente sádico a la hora de perseguir a kurdos y chiitas.
Luego llegó América y derrocó al tirano que a todos tenía aterrados. Y los odios de viejo y nuevo cuño se dejaron sentir, con las consecuencias letales por todos conocidas. Decenas de miles de iraquíes han perdido la vida, la inmensa mayoría a manos de la insurgencia sunnita, los baazistas y los miembros de Al Qaeda, que han retomado los pogromos sadamitas.
Una buena parte de los asesinatos que cometen éstos –las matanzas de chiitas inocentes que tienen por escenario las mezquitas y los mercados– no tienen nada que ver con la política, sino con el odio que los asesinos sienten por la herejía chiita. Al difunto líder de Al Qaeda en Irak, el jordano Abú Musab al Zarqaui, se le llegó a amonestar desde los cuarteles generales de Afganistán por su reluctancia a matar chiitas porque sí.
A los iraquíes se les concedió la libertad, pero muchos han optado por la guerra civil. En este mar de fanatismo religioso, odios ancestrales, resentimientos sociales y antagonismos tribales, ¿a quién culpar por tantísima sangre derramada? Siempre hay alguien presto a señalar con el dedo a los Estados Unidos. Así, Fareed Zakaria ha escrito en Newsweek: "No les dimos una república, sino una guerra civil".
Sin duda, he aquí el análisis más estúpido que pueda uno echarse a la cara. Y el más dañino. ¿Acaso el Reino Unido dio a la India la guerra hindú-musulmana de 1947-48, que costó la vida a un millón de personas e hizo víctimas de las políticas de limpieza étnica a 12 millones más? ¿También debemos anotarle las guerras árabe-israelíes y las luchas tribales libradas en la Uganda independiente?
¿Qué es eso de que a los iraquíes les hemos dado una guerra civil? ¿Por qué, porque no hemos podido evitarla? Así pues, ¿tenemos que culpar a la policía norteamericana de los 16.000 asesinatos que no pudo impedir el año pasado?
Se cuentan por miles los valientes soldados americanos que han muerto mientras trataban de contener, desactivar, impedir la guerra civil. Nuestros soldados luchan contra la insurgencia sunnita en Faluya, Ramadi o Bagdad y, así, tratan de evitar que otro terrorista suicida provoque una matanza en un atestado mercado chiita. Nuestros soldados persiguen a los escuadrones de la muerte chiitas que operan en Bagdad y, así, tratan de evitar que estos criminales vuelvan a cazar a un sunnita cualquiera para torturarlo hasta la muerte. Hace bien poco hemos perdido a dos pilotos de helicóptero que contribuían desde el aire a combatir a los Soldados del Cielo y, así, trataban de evitar una nueva matanza de inocentes (esta vez en la zona de Nayaf, y de chiitas contra chiitas).
Hemos estado luchando contra los unos y luego contra los otros con el objetivo de impedir la violencia sectaria. He aquí nuestra estrategia... y una de las razones por las que cada vez son más los norteamericanos partidarios de coger los bártulos y salir de Irak: pueden comprender las guerras de un solo frente, pero no las que se desarrollan, consecutiva o simultáneamente, en dos, tres o cuatro.
En el plano político, hemos hecho todo lo posible por llevar la reconciliación a los iraquíes. Hicimos que los sunnitas participasen en las elecciones y acudieran al Parlamento. Por otro lado, ¿quién está apostando por que se conforme una coalición de kurdos y chiitas favorable a que los beneficios procedentes de la venta de petróleo se extiendan por ley a los sunnitas?, ¿quién está impulsando la creación de un Gobierno de más amplio espectro, así como la exclusión de Muqtada al Sader y su sectario Ejército Mahdí?
Hemos cometido muchísimos errores en Irak. Pero cuando los árabes matan a los árabes, los chiitas matan a los chiitas y los sunnitas matan a todo el mundo, en una vorágine de violencia que hunde sus raíces en odios más antiguos que la propia república norteamericana, culpar a quien ha hecho más que nadie por separar a los combatientes y promover su reconciliación es, simplemente, una perversidad.
Es ése un argumento que infantiliza a los árabes y demoniza a los norteamericanos, y que deja de lado deliberadamente las realidades más palmarias: Irak es su país, nosotros les ayudamos a conseguir la libertad y ellos han optado por la guerra civil.
© The Washington Post Writers Group