La incompetencia del Presidente Veleta ya no se puede disimular, la reconoce incluso un progre impenitente como Gore Vidal. Gracias a Dios, el pueblo americano está reaccionando frente a este impostor ideológico que pretendía un "cambio" en la cultura política, excepcional, de la nación.
La audacia de la esperanza, esa memoria-manifiesto que produjo para su campaña del 2008 –cómo sería una Audacia del talante de nuestro ágrafo Zapatero–, se ha revelado como pura retórica sin sustancia, buenismo y pacifismo arrogantes y narcisistas (podríamos asimismo imaginar otra obra hipotética del presidente español: Memorias de mi abuelo, correlativa a las Memorias de mi padre del americano).
Los liberales americanos son muy aficionados a las frases y lemas grandilocuentes, que nunca se traducen en resultados concretos. Recuerden a John F. Kennedy, con su propia memoria política, Perfiles de coraje (escrita en realidad por Theodore Sorensen, que casualmente es el que presentó a Obama al clan Kennedy, impulsando así el fatídico –especialmente para Hillary Clinton– aval del difunto Ted y su sosa sobrina Caroline al hawaiano); o su famosa frase, sin consecuencias, "¡Yo también soy berlinés!", tan diferente a la de Ronald Reagan: "Mr. Gorbachov, ¡derribe este Muro!" (por cierto, la ausencia de Obama en las celebraciones de Berlín es un insulto a América y a la Libertad).
Los críticos de JFK dirían luego, con razón: "Mucho perfil y poco coraje". Igualmente, hoy pensamos de Obama: mucha audacia y poca esperanza.
Efectivamente, la de Obama ha sido una audacia sin precedentes. Nunca ha habido un candidato y un presidente con un currículum tan flojo (lo de joven no es disculpa: Teddy Roosevelt y el propio JFK eran más jóvenes y tenían muchos más méritos) y tan cuestionable: apenas dos años de experiencia en la política federal, un tercio de su mandato en el Senado, y un largo historial de "organizador comunitario" en la charca corrupta de Chicago (por cierto, otro territorio afín al clan Kennedy desde la creación de la maquinaria política demócrata, con la colaboración de la Mafia, desde Anton Cermak hasta Richard Daley y sus sucesores). Obama, hoy lo sabemos, se rodeó ahí de amistades poco recomendables que le han ayudado en su carrera política: los discípulos del sociólogo populista-marxista Saul Alinsky, fundador de la teoría de la organización comunitaria –obtuvo inspiración en los métodos de racketering de Al Capone–, comunistas como Frank Davis, filocomunistas como Alice Cooper, terroristas como William Ayers, gángsteres como Tony Rezko, teólogos racistas negros como el reverendo Jeremiah Wright, islamistas antisemitas como Louis Farrakhan (el primero en avalarle dentro de la comunidad negra, calificándole de "Mesías"), demócratas radicales igualmente antisemitas como Jesse Jackson y políticos de la maquinaria demócrata estatal como el corrupto ex gobernador Rod Blagojevich, el congresista Jesse Jackson Jr. y su actual jefe de gabinete en la Casa Blanca, el tuercebrazos Rahm Emanuel (cuyo hermano, un tal Dr. Emanuel, es el zar del plan ideológico para la socialización de la sanidad).
La América profunda, la de las tea parties y los townhall meetings (¡hurra por los ciudadanos de Fort Myers que iniciaron en febrero, como ha recordado Bob Moosecon, este movimiento cívico de protesta!) y, sí, también –aunque a algunos les produzca alergia– la de Sarah Palin y las Wal-Mart Moms, es una reserva poderosa contra la obamamanía progresista, contra los demócratas, independientes e incluso algunos republicanos in albis que han estado a punto de caer en la trampa hipnótica de Obama, con su programa socializante, estatista, conformista, y su partido ideológico en la sombra, paralelo, de zares y asesores especiales (el liberal fascism que describen Jonah Goldberg, Glenn Beck, Sean Hannity, Ann Coulter, etc.), sin responsabilidad política ante el Congreso y los electores.
Yo no sé si la ex gobernadora de Alaska es la candidata ideal para enfrentarse al presidente Obama en 2012, pero en todo caso representa un vendaval de aire fresco absolutamente necesario e imprescindible para restaurar los valores tradicionales, conservadores, del excepcionalismo americano, capaz de detener y rectificar la deriva multiculturalista y multilateralista actual. Hay una nueva generación de congresistas y gobernadores republicanos (Michele Bachmann, Eric Cantor, Mike Pence, Paul Ryan, Bobby Jindal, Tim Pawlenty, etc.), aparte de algunos veteranos (Mitt Romney, Newt Gringich, Mike Huckabee), que también va a contribuir a la conveniente alternancia del poder. Obama se ha revelado como una nueva edición del incompetente Carter, es decir, como un One Term President.
Si Obama es el Zapatero americano, Zapatero –ya lo he escrito antes– es el Obama español, sin lo cool, el acting y el estilo refinado de Harvard del mulato. En España, en el panorama gris y mediocre de la oposición, la única personalidad interesante que nos queda, que además representa cabalmente los ideales liberal-conservadores, es también una mujer valiente, con ideas claras y sentido común; una mujer que, como en el caso de Sarah Palin, ha provocado reacciones, no sólo en las izquierdas, también en las derechas, que yo calificaría sin reservas de machistas (en particular, las de tres líderes de su partido: Fraga, Rajoy y Ruiz Gallardón, por no hablar de las de múltiples peones y peonas secundarios). Otro apartado es el de los pasivos complacientes o silentes, que no han tenido la caballerosidad de defenderla de los ataques injustos (Arenas, Rato, etc.). El caso de Rato es el más llamativo –aparte de que no sabemos todavía por qué dejó el FMI–, ya que es el candidato, sin oposición de esta mujer insultada, para presidir Caja Madrid.
Frente al zapaterismo, esa enfermedad infantil del izquierdismo; frente al socialismo latente o patente, como sospechaba Friedrich Hayek, en todos los partidos políticos; frente a la obamamanía y el papanatismo nacional e internacional que pretende emularla, los liberal-conservadores españoles no nos resignamos y confiamos en la audacia de Esperanza.
© Semanario Atlántico
MANUEL PASTOR, catedrático de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid y ex director del Real Colegio Complutense en la Universidad de Harvard.
La audacia de la esperanza, esa memoria-manifiesto que produjo para su campaña del 2008 –cómo sería una Audacia del talante de nuestro ágrafo Zapatero–, se ha revelado como pura retórica sin sustancia, buenismo y pacifismo arrogantes y narcisistas (podríamos asimismo imaginar otra obra hipotética del presidente español: Memorias de mi abuelo, correlativa a las Memorias de mi padre del americano).
Los liberales americanos son muy aficionados a las frases y lemas grandilocuentes, que nunca se traducen en resultados concretos. Recuerden a John F. Kennedy, con su propia memoria política, Perfiles de coraje (escrita en realidad por Theodore Sorensen, que casualmente es el que presentó a Obama al clan Kennedy, impulsando así el fatídico –especialmente para Hillary Clinton– aval del difunto Ted y su sosa sobrina Caroline al hawaiano); o su famosa frase, sin consecuencias, "¡Yo también soy berlinés!", tan diferente a la de Ronald Reagan: "Mr. Gorbachov, ¡derribe este Muro!" (por cierto, la ausencia de Obama en las celebraciones de Berlín es un insulto a América y a la Libertad).
Los críticos de JFK dirían luego, con razón: "Mucho perfil y poco coraje". Igualmente, hoy pensamos de Obama: mucha audacia y poca esperanza.
Efectivamente, la de Obama ha sido una audacia sin precedentes. Nunca ha habido un candidato y un presidente con un currículum tan flojo (lo de joven no es disculpa: Teddy Roosevelt y el propio JFK eran más jóvenes y tenían muchos más méritos) y tan cuestionable: apenas dos años de experiencia en la política federal, un tercio de su mandato en el Senado, y un largo historial de "organizador comunitario" en la charca corrupta de Chicago (por cierto, otro territorio afín al clan Kennedy desde la creación de la maquinaria política demócrata, con la colaboración de la Mafia, desde Anton Cermak hasta Richard Daley y sus sucesores). Obama, hoy lo sabemos, se rodeó ahí de amistades poco recomendables que le han ayudado en su carrera política: los discípulos del sociólogo populista-marxista Saul Alinsky, fundador de la teoría de la organización comunitaria –obtuvo inspiración en los métodos de racketering de Al Capone–, comunistas como Frank Davis, filocomunistas como Alice Cooper, terroristas como William Ayers, gángsteres como Tony Rezko, teólogos racistas negros como el reverendo Jeremiah Wright, islamistas antisemitas como Louis Farrakhan (el primero en avalarle dentro de la comunidad negra, calificándole de "Mesías"), demócratas radicales igualmente antisemitas como Jesse Jackson y políticos de la maquinaria demócrata estatal como el corrupto ex gobernador Rod Blagojevich, el congresista Jesse Jackson Jr. y su actual jefe de gabinete en la Casa Blanca, el tuercebrazos Rahm Emanuel (cuyo hermano, un tal Dr. Emanuel, es el zar del plan ideológico para la socialización de la sanidad).
La América profunda, la de las tea parties y los townhall meetings (¡hurra por los ciudadanos de Fort Myers que iniciaron en febrero, como ha recordado Bob Moosecon, este movimiento cívico de protesta!) y, sí, también –aunque a algunos les produzca alergia– la de Sarah Palin y las Wal-Mart Moms, es una reserva poderosa contra la obamamanía progresista, contra los demócratas, independientes e incluso algunos republicanos in albis que han estado a punto de caer en la trampa hipnótica de Obama, con su programa socializante, estatista, conformista, y su partido ideológico en la sombra, paralelo, de zares y asesores especiales (el liberal fascism que describen Jonah Goldberg, Glenn Beck, Sean Hannity, Ann Coulter, etc.), sin responsabilidad política ante el Congreso y los electores.
Yo no sé si la ex gobernadora de Alaska es la candidata ideal para enfrentarse al presidente Obama en 2012, pero en todo caso representa un vendaval de aire fresco absolutamente necesario e imprescindible para restaurar los valores tradicionales, conservadores, del excepcionalismo americano, capaz de detener y rectificar la deriva multiculturalista y multilateralista actual. Hay una nueva generación de congresistas y gobernadores republicanos (Michele Bachmann, Eric Cantor, Mike Pence, Paul Ryan, Bobby Jindal, Tim Pawlenty, etc.), aparte de algunos veteranos (Mitt Romney, Newt Gringich, Mike Huckabee), que también va a contribuir a la conveniente alternancia del poder. Obama se ha revelado como una nueva edición del incompetente Carter, es decir, como un One Term President.
Si Obama es el Zapatero americano, Zapatero –ya lo he escrito antes– es el Obama español, sin lo cool, el acting y el estilo refinado de Harvard del mulato. En España, en el panorama gris y mediocre de la oposición, la única personalidad interesante que nos queda, que además representa cabalmente los ideales liberal-conservadores, es también una mujer valiente, con ideas claras y sentido común; una mujer que, como en el caso de Sarah Palin, ha provocado reacciones, no sólo en las izquierdas, también en las derechas, que yo calificaría sin reservas de machistas (en particular, las de tres líderes de su partido: Fraga, Rajoy y Ruiz Gallardón, por no hablar de las de múltiples peones y peonas secundarios). Otro apartado es el de los pasivos complacientes o silentes, que no han tenido la caballerosidad de defenderla de los ataques injustos (Arenas, Rato, etc.). El caso de Rato es el más llamativo –aparte de que no sabemos todavía por qué dejó el FMI–, ya que es el candidato, sin oposición de esta mujer insultada, para presidir Caja Madrid.
Frente al zapaterismo, esa enfermedad infantil del izquierdismo; frente al socialismo latente o patente, como sospechaba Friedrich Hayek, en todos los partidos políticos; frente a la obamamanía y el papanatismo nacional e internacional que pretende emularla, los liberal-conservadores españoles no nos resignamos y confiamos en la audacia de Esperanza.
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MANUEL PASTOR, catedrático de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid y ex director del Real Colegio Complutense en la Universidad de Harvard.