Ésta es la realidad. Una realidad democrática donde la mayoría de un pueblo (90%) decide tomar una decisión. Y eso es intrínsecamente la democracia: la decisión de la mayoría de la ciudadanía, respetando a la minoría.
"Nosotros, los líderes elegidos democráticamente por nuestro pueblo, proclamamos, a través de esta declaración, que Kosova [la denominación en albanés de Kosovo] es un Estado soberano e independiente". Con este escueto texto se anunciaba, en una sesión extraordinaria del Parlamento, el sentir unánime de los diputados presentes, entre los que no se hallaban, por cierto, los once representantes de las minorías, incluidos los serbios. Una ausencia que a nadie sorprendió, por más que Hashim Thaçi, primer ministro kosovar, asegurara que el nuevo Estado será una república democrática, multiétnica y no discriminatoria, en clara alusión a los más de 100.000 serbios que viven en el territorio, cuyo éxodo en masa ofrecería una imagen al mundo bochornosa para Pristina y definitiva para Belgrado.
La primera y fundamental condición para que exista un Estado es, incluso antes que la autoridad y la soberanía, que otros actores internacionales lo reconozcan. En ese caso, Kosovo es un Estado en toda regla. El primer ministro albanés, Sali Berisha, saludó el acontecimiento como "el día del renacimiento, después de los sacrificios de todos los que han combatido por defender el honor y la dignidad", y alabó a la OTAN, a los organismos internacionales y a los países que se situaron del lado de la libertad:
Con la independencia de Kosova, los Balcanes son una región más libre, más estable y más justa; se propicia la integración euroatlántica; empieza una época que pone fin a las hostilidades y se abre un nuevo capítulo de cooperación. Nuestro Gobierno dará toda la ayuda necesaria para la consolidación de la independencia, colaborando estrechamente con el Gobierno de USA y con la UE.
Los dirigentes de Tirana quieren luchar contra los intentos de interpretar la declaración del Parlamento de Kosovo como un paso hacia la constitución de la Gran Albania –un solo Estado que agrupe a todos los albaneses–, argumento utilizado por los serbios contra la independencia del territorio. En este sentido, los líderes albaneses de Kosova han hecho gala de una prudencia extrema: por ejemplo, el primer ministro Thaçi no ha pronunciado en momento alguno de sus intervebnciones la palabra "Albania". Por otra parte, ninguno de los dirigentes albaneses se ha desplazado a Pristina, por miedo a que ese gesto sea malinterpretado.
"Albania y Kosovo deben ser dos Estados, dentro de sus fronteras, y respetar todos los derechos internacionales. Son dos realidades diferentes. Y un Kosovo independiente está obligado a respetar las fronteras de sus vecinos", ha dicho Berisha. En su país, la vecina Albania, se preparó febrilmente, con júbilo y muchísima alegría, el día del nacimiento del segundo Estado albanés, no en vano Albania ha servido de refugio a miles de kosovares fugitivos de la violencia serbia (en estos años pasados y en la década de los 20), así como ex dirigentes de la UCK, que en los años 1998-2000 instalaron en Durres su cuartel general.
"Los albaneses amamos la libertad, no hemos hecho el mal y no lo haremos a persona alguna. Ésta es la ocasión para demostrar lo que somos: volvemos a nuestra tierra después de mucho tiempo", ha declarado Kadri Popoçi, originario de Kosovo y hoy alcalde de la ciudad albanesa de Rashbull. Ismail Kadaré, el célebre escritor, ha saludado la independencia como la mejor noticia "también para los países europeos y de la OTAN que se empeñaron en la guerra para salvar Kosovo".
Con este nuevo Estado –ha dicho también Kadaré–, el continente europeo se sentirá más rico, más humano. Toda libertad conquistada es un enriquecimiento para nuestra civilización. La independencia de Kosova será un factor de estabilidad y paz para toda la atormentada Península [de los Balcanes]: su transformación de un modelo de violencia y odio en uno de respeto a los Derechos Humanos, a los estándares democráticos y a la colaboración armoniosa entre las diferentes etnias será un reto.
El varias veces candidato al Nobel de Literatura subraya que los albaneses son el único pueblo de Europa que ha pasado de una ocupación a otra: "Su verdadera cara no se muestra cuando este pueblo ha estado sometido, sino en la libertad. Yo confío en que los albaneses de Kosovo se muestren dignos y responsables, como los pueblos libres. La historia de la Humanidad no conoce un ejemplo en que la libertad de un pueblo pueda ser perjudicial para otros".
En la vecina Macedonia, la proclamación de independencia de Kosova ha dado lugar a demostraciones de alegría y júbilo por parte de la comunidad albanesa, que representa aproximadamente el 25% de la población. "La independencia de Kosovo no debe relanzar las especulaciones sobre una pretendida Gran Albania", ha advertido el analista político Ibrahim Mehmeti. "La independencia no hará más que facilitar una mejor comunicación entre los albaneses de la región". En este sentido, el principal periódico macedonio, Dnevnik, ha escrito lo que sigue: "Los lideres kosovares deberán construir su Estado ladrillo a ladrillo, y las instituciones deberán garantizar que la idea de formar una Gran Albania ha sido abandonada".
Pero siempre es razonable la duda: ¿hace viable al Estado kosovar el respaldo occidental? Diversos factores ponen este hecho en cuestión: jurídicos, económicos, políticos y sociales. Oficialmente, se ha preferido hablar de "independencia supervisada", concepto que implica la existencia de obstáculos –de iure y de facto– para la andadura en solitario de Kosovo. Es, también, un concepto un tanto contradictorio, bajo el cual subyacen dos ideas: por un lado, implica que la libertad total no se alcanzará, al menos a medio plazo; por otro, implica que Kosovo seguirá dependiendo de la ayuda exterior.
"Toda hipótesis según la cual la independencia de Kosova pudiera ser el origen de una desestabilización en Macedonia o en el sur de Serbia, o incluso en Albania, es infundada: un Kosova independiente es una buena garantía de estabilidad en los Balcanes", asegura Berisha. De hecho, cree que va a ayudar a Serbia a "desembarazarse de su pasado colonial" y a "encarar un destino europeo".
De algún modo, pese a que no se ha expresado así, la independencia de Kosovo es causa directa de la represión de Slobodan Milosevic. Es bien cierto, igualmente, que se presenta como un auténtico desafío, por las circunstancias que definen al nuevo Estado, un Estado desestructurado antes de nacer.
Económicamente, Kosovo no podría funcionar sin la generosa ayuda de Bruselas, pues durante estos casi nueve años de administración provisional la recuperación económica no ha dejado de ser un objetivo difícilmente alcanzable. La tasa de desempleo se mueve entre el 50 y el 80%, según zonas y edades. La existencia de mafias y grupos contrabandistas han hecho de Kosovo un auténtico enclave de corrupción y un exportador de todo tipo de tráficos ilegales. Un alto porcentaje de la población vive bajo el umbral de la pobreza. Cierto es que el territorio posee riqueza mineral, pero carece de industria para desarrollar ese sector.
La esperanza, pues, de Pristina reside en Europa. La UE, por su parte, ya anunciado que destinará mil millones de euros a Kosovo en los próximos dos años. Berisha ha manifestado que Albania está dispuesta a ayudar a Kosova, y ha anunciado que Tirana permitirá al nuevo Estado utilizar las infraestructuras y puertos albaneses.
Europa, la gran Europa liberal y democrática, sigue pariendo Estados. Y la democracia supone el respeto a las minorías. Esperemos que los abusos denunciados por parte de las minorías y las mujeres de Kosovo durante estos últimos nueve años, y recogidos por diversas ONG sobre el terreno, sean eliminados. Human Rights Watch viene denunciando los problemas pendientes, que en ocasiones han ido a peor durante la administración provisional instaurada tras la intervención de la OTAN (1999), entre los que destacan los relacionados con un sistema penal inadecuado, la violencia doméstica y otros abusos contra las mujeres, las dificultades para el retorno de los refugiados y desplazados (algo denunciado en múltiples ocasiones por Acnur), la situación apremiante de las comunidades romaní, ashkali y egipcia (cuya participación en la vida pública es inapreciable), la inadecuada vigilancia y la deficiencia de las instituciones internacionales en el terreno.
YOLANDA ALBA, vicepresidenta de la Red Europea de Mujeres Periodistas y miembro del Consejo Asesor de Infomedio.