Esta nueva escalada se inició luego de que la fuerza aérea israelí matara a Zuhair Qaisi, líder de los CPR, mientras se desplazaba en automóvil por Gaza. En el operativo resultó también muerto un terrorista palestino que había sido liberado como parte del acuerdo para la liberación del soldado Guilad Shalit. Qaisi, según fuentes israelíes, estaba planeando un ataque similar al que el pasado agosto costó la vida a ocho israelíes en los alrededores de la ciudad turística de Eilat.
En respuesta a la andanada de proyectiles, la fuerza aérea israelí atacó Gaza, ocasionando en un primer momento la muerte a 26 palestinos, de los cuales 22 eran combatientes armados. Con el correr de los días, una frágil tregua fue acordada por mediación de Egipto, con lo que la perspectiva de una conflagración de mayor calado se alejó, si bien no desapareció por completo del horizonte.
Una de las razones por las que Israel aún no ha procedido a una incursión de mayores proporciones en la Franja –como la operación Plomo Fundido de diciembre de 2008 y enero de 2009– es la ausencia de víctimas mortales israelíes. Ciertamente, la vida cotidiana en el sur del país se ha visto perturbada, pero ni ha habido muertos ni se han registrado daños importantes en las infraestructuras. En buena medida, ello ha sido gracias al excelente rendimiento del nuevo arma defensiva de Israel, el sistema antimisiles Iron Dome.
Este es el primer sistema antimisiles capaz de detectar y destruir cohetes de corto alcance en sólo unos pocos segundos. Fue creado con el objeto de dar respuesta a los continuos lanzamientos de Hamás –desde Gaza– y de Hezbolá –desde el sur del Líbano–. Iron Dome consiste en un radar, un centro de comando y un lanzador; registra el momento en que se lanza un proyectil, evalúa su trayectoria, y si resulta que tiene por destino una población o una infraestructura, lanza dos misiles que lo interceptan en el aire.
Cada batería Iron Dome cuesta unos 50 millones de dólares; cada misil que se dispara, unos 50.000. Por el momento, Israel tiene desplegados tres sistemas Iron Dome en la zona sur: en Beersheba, Ashdod y Ashkelon; pero el ministro de Defensa sostiene que las baterías necesarias para proteger el conjunto del territorio son 13.
La semana pasada, el sistema interceptó más de 40 cohetes palestinos lanzados contra infraestructuras o zonas urbanas; su porcentaje de éxito rondó el 90. Si esos cohetes hubiesen alcanzado sus objetivos, seguramente habrían provocado muertes y daños materiales. La presión popular por una represalia militar habría sido enorme. Iron Dome es un arma estratégica, pues ha dado al Gobierno israelí un mayor margen de maniobra política para calibrar su respuesta.
Junto con los misiles Patriot, empleados a inicios de los 90 para repeler los Scud que Sadam Husein lanzó contra Israel, y el sistema Arrow II, diseñado para contrarrestar los misiles iraníes de largo alcance Shahab-3, el sistema Iron Dome representa un escudo protector al que puede recurrir el Estado judío a la hora de hacer frente a amenazas militares importantes. Por sí sola, la tecnología de vanguardia del Estado de Israel no podrá frenar las pulsiones violentas de los grupos terroristas que lo rodean. Ahora bien, está demostrando ser una valiosa y efectiva herramienta de contención.
Militarmente, se han evitado males mayores. Políticamente, el Gobierno cuenta con la opción de ser flexible. Así las cosas, los 50 millones de que hablaba más arriba no parecen una carga muy pesada.