¿Es que acaso este personaje, que el 27 de noviembre de 2006 se declaró en Madrid admirador de Fidel Castro, no demostró una falta total de voluntad para promover y defender la democracia representativa y los derechos humanos durante su primer mandato? Evidentemente que sí. ¿Entonces? Pues se da la paradoja de que esa actitud indolente es lo que le aseguró la reelección.
Me explico. La OEA es en teoría una organización regional para la promoción y defensa de la democracia representativa, los derechos humanos y la seguridad hemisférica. En la práctica, sin embargo, se ha convertido en otra cosa. Es un club social de presidentes en el que los socios tienen un derecho y un compromiso fundamentales; el derecho: que cada uno haga en su país lo que le dé la gana, aunque sea violando el orden constitucional; el compromiso: el cierre de filas y el auxilio mutuo cuando la permanencia en el poder de cualquiera de ellos se vea amenazada por la razón que fuere, aunque esa amenaza provenga de una actuación legítima de otros poderes públicos destinada a impedir que se sigan violando las leyes fundamentales del país. Insulza, que no es tonto, tiene muy claro que esas son las reglas del club, y se ha cuidado de respetarlas. Consecuencia: los socios están felices con él.
En un intento de justificar el incumplimiento de sus responsabilidades fundamentales como secretario general, Insulza dice que la Carta Democrática Interamericana (CDI) establece que para que la Organización de Estados Americanos pueda intervenir en un determinado país se requiere que el Gobierno de tal país pida previamente esa intervención. Cierto, pero al expresarlo de esa manera torticeramente identifica al Gobierno sólo con el poder Ejecutivo, que es la posición que le conviene al club de presidentes, pero no a la OEA como organismo encargado de defender la democracia.
La verdad es que el secretario general sabe perfectamente que la CDI en ninguna parte especifica que sólo el poder Ejecutivo sea el Gobierno. El 4 de abril de 2007, Insulza presentó al Consejo Permanente de la OEA un informe en el que decía: "El gobierno debe ser entendido como referido a todos los poderes del Estado". Y agregaba: "Es natural entonces que los otros poderes del gobierno deberían ser capaces de acudir a la OEA citando la CDI para denunciar la disrupción o la quiebra de las instituciones democráticas en sus países".
Si creía eso, ¿por qué en el caso de Honduras, a sabiendas de que el entones presidente Zelaya estaba preparando un plebiscito que había sido declarado ilegal, no exhortó a los otros poderes del Estado a que solicitaran la intervención del organismo regional, con lo que se pudo haber evitado toda la crisis posterior? La respuesta es sencilla: Insulza no estaba por la labor de defender la democracia, sino los intereses del club de presidentes, y con ello su vistoso e importante puesto.
Pero ya ha sido reelegido, y no cabe duda de que muy pronto se le presentarán ocasiones para actuar con la valentía y rectitud con que no lo hizo en el pasado. Esperaremos sentados.
© AIPE
JORGE SALAVERRY, ex embajador de Nicaragua en España.
Me explico. La OEA es en teoría una organización regional para la promoción y defensa de la democracia representativa, los derechos humanos y la seguridad hemisférica. En la práctica, sin embargo, se ha convertido en otra cosa. Es un club social de presidentes en el que los socios tienen un derecho y un compromiso fundamentales; el derecho: que cada uno haga en su país lo que le dé la gana, aunque sea violando el orden constitucional; el compromiso: el cierre de filas y el auxilio mutuo cuando la permanencia en el poder de cualquiera de ellos se vea amenazada por la razón que fuere, aunque esa amenaza provenga de una actuación legítima de otros poderes públicos destinada a impedir que se sigan violando las leyes fundamentales del país. Insulza, que no es tonto, tiene muy claro que esas son las reglas del club, y se ha cuidado de respetarlas. Consecuencia: los socios están felices con él.
En un intento de justificar el incumplimiento de sus responsabilidades fundamentales como secretario general, Insulza dice que la Carta Democrática Interamericana (CDI) establece que para que la Organización de Estados Americanos pueda intervenir en un determinado país se requiere que el Gobierno de tal país pida previamente esa intervención. Cierto, pero al expresarlo de esa manera torticeramente identifica al Gobierno sólo con el poder Ejecutivo, que es la posición que le conviene al club de presidentes, pero no a la OEA como organismo encargado de defender la democracia.
La verdad es que el secretario general sabe perfectamente que la CDI en ninguna parte especifica que sólo el poder Ejecutivo sea el Gobierno. El 4 de abril de 2007, Insulza presentó al Consejo Permanente de la OEA un informe en el que decía: "El gobierno debe ser entendido como referido a todos los poderes del Estado". Y agregaba: "Es natural entonces que los otros poderes del gobierno deberían ser capaces de acudir a la OEA citando la CDI para denunciar la disrupción o la quiebra de las instituciones democráticas en sus países".
Si creía eso, ¿por qué en el caso de Honduras, a sabiendas de que el entones presidente Zelaya estaba preparando un plebiscito que había sido declarado ilegal, no exhortó a los otros poderes del Estado a que solicitaran la intervención del organismo regional, con lo que se pudo haber evitado toda la crisis posterior? La respuesta es sencilla: Insulza no estaba por la labor de defender la democracia, sino los intereses del club de presidentes, y con ello su vistoso e importante puesto.
Pero ya ha sido reelegido, y no cabe duda de que muy pronto se le presentarán ocasiones para actuar con la valentía y rectitud con que no lo hizo en el pasado. Esperaremos sentados.
© AIPE
JORGE SALAVERRY, ex embajador de Nicaragua en España.