Nunca es buen momento para iniciar una guerra comercial, y mucho menos en las actuales condiciones de crisis. Sin embargo, el Congreso norteamericano ha incorporado al plan de estímulo económico del presidente Obama una medida abiertamente proteccionista, que presagia una escalada de conflictos comerciales. Se trata de la cláusula Compre Americano, que obliga a utilizar productos estadounidenses en la construcción de las obras públicas que contempla el proyecto.
A este respecto, el presidente Obama declaró: "No podemos enviar un mensaje proteccionista (...) Debemos asegurarnos de que ninguna cláusula [del plan de estímulo] vaya a desencadenar una guerra comercial". Entonces, los congresistas añadieron que las disposiciones concernientes al Compre Americano se aplicaran en conformidad con las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Pero aun así puede provocar represalias. "Me apuesto lo que sea a que se desatará una guerra comercial, también en conformidad con las reglas de la Organización Mundial de Comercio", ha declarado Jagdish Bhagwati. El profesor de la Universidad de Columbia ha explicado que son muchos los mecanismos a que pueden recurrir otras naciones para restringir los intercambios con Estados Unidos sin violentar las normas de la OMC.
Por lo demás, la cláusula Compre Americano carece de lógica económica. Como han reiterado Gary Clyde Hufbauer y Jeffrey S. Schott, del Instituto Peterson de Economía Internacional (Washington), tal iniciativa ayudará muy poco a promover la creación de empleos; sobre todo si las represalias extranjeras afectan al sector manufacturero y sólo favorecen a las industrias del hierro y el acero.
Esperemos que los impulsos proteccionistas del Capitolio no hagan daños mayores al libre comercio y la globalización. En tiempos de crisis económica, una guerra comercial podría tener consecuencias catastróficas. Así ocurrió en los años 30, cuando la ley arancelaria estadounidense Smoot-Hawley desencadenó una oleada de proteccionismo en todo el planeta que exacerbó la Gran Depresión.
Ahora, el mundo espera saber si, como presidente, Obama reafirmará y promoverá las alianzas comerciales de su país. Sus declaraciones a raíz del plan de estímulo económico han sido alentadoras. Pero, llegado el momento, ¿correrá el peligro de contrariar a los legisladores demócratas y a importantes circunscripciones electorales para defender el libre comercio?
Los europeos y los canadienses ansían conocer la respuesta. Y también los dirigentes de América Latina, donde la liberalización liderada por Estados Unidos ha mejorado las oportunidades económicas. Cabe preguntarse si Obama pretende realmente revisar el tratado de libre comercio con México y Canadá (Nafta), si respaldará los acuerdos con Colombia y Panamá (exigiendo que el Congreso los apruebe) y si impulsará nuevas negociaciones sobre libre comercio con países como Brasil y Uruguay.
La relación entre Estados Unidos y México es fundamentalmente buena, por lo que cualquier discrepancia en torno al Nafta podría solventarse sin alterar el marco básico del comercio bilateral. Por otra parte, los acuerdos con Colombia y Panamá fueron firmados a finales de 2006, y su aprobación por el Congreso debió producirse hace tiempo. A fin de cuentas, Colombia es un aliado clave en Sudamérica, y su Gobierno merece reconocimiento por haber reducido marcadamente la violencia y por su lucha contra las drogas.
Brasil y Uruguay son miembros del Mercosur, el bloque comercial sudamericano, lo que complica los esfuerzos de Estados Unidos por negociar acuerdos bilaterales, pero no los debería impedir. En el 2006, funcionarios estadounidenses y brasileños inauguraron un nuevo diálogo comercial para fortalecer la relación bilateral. Obama debe continuar ese diálogo y bogar por un tratado formal de libre comercio. En cuanto al país del Plata, en 2007 representantes uruguayos y estadounidenses suscribieron un acuerdo marco que posibilitó la creación del Consejo de Comercio e Inversiones. Obama podría utilizarlo como trampolín para avanzar en las conversaciones con Montevideo.
Al margen de lo que Estados Unidos decida, China trabaja intensamente en el refuerzo de sus lazos económicos con América Latina, y Hugo Chávez está intentando expandir su ALBA, alianza comercial antiestadounidense. Si Washington no da prioridad a la expansión comercial, corre el riesgo de perder influencia.
© AIPE
JAIME DAREMBLUM, director del Centro de Estudios para América Latina del Hudson Institute (Washington).
A este respecto, el presidente Obama declaró: "No podemos enviar un mensaje proteccionista (...) Debemos asegurarnos de que ninguna cláusula [del plan de estímulo] vaya a desencadenar una guerra comercial". Entonces, los congresistas añadieron que las disposiciones concernientes al Compre Americano se aplicaran en conformidad con las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Pero aun así puede provocar represalias. "Me apuesto lo que sea a que se desatará una guerra comercial, también en conformidad con las reglas de la Organización Mundial de Comercio", ha declarado Jagdish Bhagwati. El profesor de la Universidad de Columbia ha explicado que son muchos los mecanismos a que pueden recurrir otras naciones para restringir los intercambios con Estados Unidos sin violentar las normas de la OMC.
Por lo demás, la cláusula Compre Americano carece de lógica económica. Como han reiterado Gary Clyde Hufbauer y Jeffrey S. Schott, del Instituto Peterson de Economía Internacional (Washington), tal iniciativa ayudará muy poco a promover la creación de empleos; sobre todo si las represalias extranjeras afectan al sector manufacturero y sólo favorecen a las industrias del hierro y el acero.
Esperemos que los impulsos proteccionistas del Capitolio no hagan daños mayores al libre comercio y la globalización. En tiempos de crisis económica, una guerra comercial podría tener consecuencias catastróficas. Así ocurrió en los años 30, cuando la ley arancelaria estadounidense Smoot-Hawley desencadenó una oleada de proteccionismo en todo el planeta que exacerbó la Gran Depresión.
Ahora, el mundo espera saber si, como presidente, Obama reafirmará y promoverá las alianzas comerciales de su país. Sus declaraciones a raíz del plan de estímulo económico han sido alentadoras. Pero, llegado el momento, ¿correrá el peligro de contrariar a los legisladores demócratas y a importantes circunscripciones electorales para defender el libre comercio?
Los europeos y los canadienses ansían conocer la respuesta. Y también los dirigentes de América Latina, donde la liberalización liderada por Estados Unidos ha mejorado las oportunidades económicas. Cabe preguntarse si Obama pretende realmente revisar el tratado de libre comercio con México y Canadá (Nafta), si respaldará los acuerdos con Colombia y Panamá (exigiendo que el Congreso los apruebe) y si impulsará nuevas negociaciones sobre libre comercio con países como Brasil y Uruguay.
La relación entre Estados Unidos y México es fundamentalmente buena, por lo que cualquier discrepancia en torno al Nafta podría solventarse sin alterar el marco básico del comercio bilateral. Por otra parte, los acuerdos con Colombia y Panamá fueron firmados a finales de 2006, y su aprobación por el Congreso debió producirse hace tiempo. A fin de cuentas, Colombia es un aliado clave en Sudamérica, y su Gobierno merece reconocimiento por haber reducido marcadamente la violencia y por su lucha contra las drogas.
Brasil y Uruguay son miembros del Mercosur, el bloque comercial sudamericano, lo que complica los esfuerzos de Estados Unidos por negociar acuerdos bilaterales, pero no los debería impedir. En el 2006, funcionarios estadounidenses y brasileños inauguraron un nuevo diálogo comercial para fortalecer la relación bilateral. Obama debe continuar ese diálogo y bogar por un tratado formal de libre comercio. En cuanto al país del Plata, en 2007 representantes uruguayos y estadounidenses suscribieron un acuerdo marco que posibilitó la creación del Consejo de Comercio e Inversiones. Obama podría utilizarlo como trampolín para avanzar en las conversaciones con Montevideo.
Al margen de lo que Estados Unidos decida, China trabaja intensamente en el refuerzo de sus lazos económicos con América Latina, y Hugo Chávez está intentando expandir su ALBA, alianza comercial antiestadounidense. Si Washington no da prioridad a la expansión comercial, corre el riesgo de perder influencia.
© AIPE
JAIME DAREMBLUM, director del Centro de Estudios para América Latina del Hudson Institute (Washington).