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MISERIA DEL DOBLE RASERO

Honduras y liviandades

Parece ser que Cuba y Honduras quedan en dos planetas distintos; pero esos dos planetas comparten instituciones con nombres iguales.

Parece ser que Cuba y Honduras quedan en dos planetas distintos; pero esos dos planetas comparten instituciones con nombres iguales.
En el planeta donde está ubicada la dictadura genética de los Castro existe una ONG, llamada OEA, que, luego de expulsar a aquélla de su seno, como ha durado lo suficiente le invita a volver a casa. En el planeta donde se alza Honduras, la OEA es la Organización de Estados Americanos, y suspende a aquellos de sus miembros que desconocen la legitimidad de un presidente elegido en elecciones libres, sin que le importe el comportamiento posterior del mismo.

Esta realidad biplanetaria ha generado una cantidad considerable de expertos, capacitados no sólo para determinar las distintas leyes que rigen en cada uno, sino para descubrir nuevos planetas, como el que aloja a la república islamofascista de Chávez, que a su vez es regida por leyes distintas de las de los otros dos planetas y de nuestra Tierra.

Para los expertos biplanetarios, que Estados Unidos y el resto del mundo apliquen sanciones económicas a Honduras es un buen método para que prospere la democracia en este país. Las mismas sanciones aplicadas contra Cuba, según los mismos expertos, sólo retrasarán la llegada de la misma democracia.

Para los expertos biplanetarios, la posible intervención armada del depuesto presidente Zelaya, acompañado de los esbirros de Chávez y los empobrecidos soldados de Daniel Ortega –abusador de su propia hijastra–, generaría una legítima guerra civil en Honduras, en la que apoyarían a Zelaya. En cambio, el desembarco de efectivos cubanos en Bahía de Cochinos en 1961, con leve apoyo de los Estados Unidos, fue una invasión inaceptable, y cualquier intento de exiliados cubanos de regresar a su patria a luchar por la democracia y sus propiedades es igualmente inaceptable.

El tercer planeta, donde no sólo se sitúa Venezuela, sino que la totalidad del mismo parece dirigido por el islamofascista Hugo Chávez, las leyes del magnetismo, la gravedad y la institucionalidad varían radicalmente.

En el planeta donde se halla Honduras, si un militar saca de la cama a un presidente en pijama pero no mata a ciudadano alguno, es considerado un reprobable golpista; en el planeta de Chávez, si uno atenta contra la legítima democracia de Carlos Andrés Pérez –en 1992– y mata docenas de ciudadanos, es un digno candidato a ser elegido democráticamente en las urnas. No se sabe si lo que permite esta distinción es que Chávez atentara contra Carlos Andres Pérez y no contra Zelaya, que fracasara –en contraste con Micheletti– o que su intentona fuera en 1992 en vez de en 2009; pero lo cierto es que, para los especialistas triplanetarios, si Chávez da un golpe es un excelente candidato a dirigir ya no sólo Venezuela, sino todo el planeta, mientras que en Honduras un gesto menos cruento y más ambiguo es considerado indiscutiblemente un golpe de Estado, y sus ejecutores merecen la condena universal.

Mientras que en el planeta de Chávez los presidentes pueden desconocer el resultado de las urnas cuando se eligen intendentes, en Honduras los especialistas triplanetarios exigen que las autoridades acepten como presidentes y candidatos incluso a aquellos que desobedecen la Constitución.

En fin, yo soy de esos cínicos que, si bien creen a pies juntillas en que los norteamericanos alunizaron en 1969, no creen, en cambio, que Cuba, Honduras y Venezuela habiten distintos planetas. Al mismo tiempo, creo que debería haber elecciones libres en Cuba, en Venezuela y en Honduras; con las mismas garantías que hay en Estados Unidos, en Brasil o en Chile.

No se puede luchar por rincones de democracia; debemos luchar al menos por continentes democráticos. Si se exige a Honduras lo que no se exige a Venezuela y a Cuba, si invitamos a Cuba a la OEA por el mismo motivo por el cual se suspende a Honduras, entonces continuaremos la injusticia de tratar con hondura a los constitucionalistas tal vez equivocados y con liviandad a los dictadores convencidos.


MARCELO BIRMAJER, escritor argentino.

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