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EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS

Hirsi Ali en América

Como ha explicado Martinito en su blog, en el siglo XVI el humanista español Luis Vives dio un grito de alarma en un escrito que tituló De Europae dissidiis et bello turcico; "esto es, de las divisiones de Europa cuando era una realidad la guerra con Turquía".

Como ha explicado Martinito en su blog, en el siglo XVI el humanista español Luis Vives dio un grito de alarma en un escrito que tituló De Europae dissidiis et bello turcico; "esto es, de las divisiones de Europa cuando era una realidad la guerra con Turquía".
Ayan Hirsi Ali.
"Allí expresa Luis Vives –prosigue Martinito– lo que suponía caer bajo el dominio turco, como había ocurrido al pueblo húngaro tras el desastre de Mohacs:
 
Después de todo esto, el Turco, derramado por Hungría, saqueó, pasó a fuego y sangre las ciudades, asoló el campo y sembró matanza y estrago dondequiera...
 
"Y añade:
 
... cometiéronse muchos horrores...
 
"De ahí el peligro si invadían Alemania. Entonces:
 
... no quedaría esperanza alguna de que todo el Occidente no cayese en su poder y de que no emigraran al Nuevo Mundo en grandes flotas los que no quisiesen vivir bajo su dominio".
 
Por lo que le ha pasado a Hirsi Ali en Holanda, su país de adopción, se deducirá que Viena, es decir los países europeos, ya han caído en manos de los "turcos". Escribo "turcos" entre comillas porque lo que está ocurriendo no es, en rigor, una invasión.
 
Probablemente ni siquiera se trate de una rendición, aunque en parte también lo es. Estamos más bien ante un nuevo afloramiento de una pulsión europea muy profunda, inherente a la naturaleza misma de Europa, a veces callada y reprimida pero siempre dispuesta a emerger a la superficie.
 
Hirsi Ali había elegido vivir en Holanda porque pensaba que ese pequeño país era el arquetipo de la defensa de la tolerancia, la tierra de la libertad donde podría sentirse a salvo del fanatismo y la intolerancia.
 
Se ha encontrado, primero, con que el fanatismo también era capaz de perseguirla allí, como demostró el asesinato de su amigo y colaborador Theo Van Gogh, y el mensaje amenazador que el asesino dejó plantado en el cadáver del cineasta. Sobre eso, Hirsi Ali ha tenido que ver cómo los vecinos de la casa donde vivía han ganado un pleito contra ella. Al parecer, los guardaespaldas que la protegían son una "intromisión" del Gobierno holandés en la vida privada de los vecinos, y por tanto una violación de sus derechos humanos. Según el tribunal que ha juzgado los hechos, la presencia de Hirsi Ali en la casa es una violación del artículo 8 de la Convención Europea de Derechos Humanos, que garantiza el "respeto a la vida privada y familiar".
 
Basta sólo algo de imaginación para imaginar lo que puede pasar a partir de ahora. Por ejemplo, los jueces del Tribunal Superior del País Vasco ya tienen jurisprudencia europea para expulsar a todos los que tengan que llevar escolta para protegerse de las amenazas de los etarras: están violando los derechos humanos de sus vecinos, en particular de los terroristas.
 
Hirsi Ali, como tantos otros, y como tantas veces ha ocurrido en la historia, se equivocó de destino. Holanda acogió en su tiempo a los judíos expulsados de otras naciones europeas, y pareció un oasis de tolerancia y libertad. Lo era a costa del saqueo y las matanzas llevadas a cabo sistemáticamente en zonas enteras de Asia, sometidas a una potencia pirata. La actitud de los bóers en África dio la medida exacta del racismo de que son capaces los holandeses.
 
Durante la Segunda Guerra Mundial, y siendo un país tan pequeño, no pudieron –no somos héroes, debieron de decirse– defenderse de los nazis. Pero no tenían por qué entregar a los ocupantes el 78% de la población judía holandesa, el porcentaje más alto de cualquier país europeo. Dinamarca, igual de desprotegida, salvó a casi todos sus judíos.
 
El monstruo no es el islamismo, como no lo fue en su tiempo el totalitarismo nazi. Pulsiones totalitarias las va a haber siempre. El monstruo es, ahora como entonces, el miedo, la falta de voluntad, la comodidad, la disposición a rendirse.
 
Muchos holandeses dicen que admiran el coraje de la diputada liberal. Pero para ellos es demasiado intransigente, demasiado radical, demasiado incómoda en el fondo. Como ha dicho uno de sus vecinos, la lucha de Hirsi Ali no era la suya.
 
La doble alma europea, que Holanda refleja tan perfectamente, se ha puesto de manifiesto una vez más.
 
***
 
Parece que Hirsi Ali encontrará refugio en el American Enterprise Institute, una de las grandes fundaciones de derechas, con sede en Washington, D. C.
 
Ya conoce Estados Unidos de otros viajes. Participó con el vicepresidente Dick Cheney en un homenaje celebrado en Filadelfia en honor de Bernard Lewis, el gran estudioso del Islam, nacido en Gran Bretaña. Ha dado alguna conferencia en la Universidad de Harvard y en la New York Public Library.
 
Allí podrá dedicarse a seguir trabajando en la secuela de Submission, la película que escribió con Theo van Gogh, dedicada esta vez no a las mujeres en el Islam, como la primera, sino al tratamiento que reciben los homosexuales en los países musulmanes.
 
De las costas holandesas salieron también los primeros peregrinos hacia las costas de Nueva Inglaterra. Estaban convencidos de que en Holanda no podrían jamás practicar su fe con la pureza que consideraban necesaria. Gracias a su espíritu, que al parecer todavía sobrevive, gente como Hirsi Ali podrá seguir saliendo adelante sin miedo a molestar a sus vecinos.
 
Al menos fue recibida en Madrid con todos los honores por Esperanza Aguirre, nuestra presidenta, en nombre de todos los españoles de bien.
 
Y ya que en la Comunidad no podrán convencerla para que se venga a Madrid, por lo menos que le envíen el escrito de Juan Luis Vives.
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