Hillary había comentado a sus amistades que no veía razón alguna para no esperar hasta el otoño para hacer públicas sus intenciones, tal y como hizo en su momento su marido. Pero las iniciativas de Edwards y Obama le sumieron en tal estado de pánico que decidió comunicar su decisión en pleno sábado. El sábado es el peor día para difundir una noticia; por lo general, los Clinton los reservan para dar cuenta de sus escándalos.
Por otro lado, en la Encuesta Rasmussen Hillary ha caído en picado, hasta el 22%, sólo un punto por encima de Obama y a siete de un Edwards al alza. Su personal de campaña parece moverse con pies de plomo, y su reacción a la ofensiva de Edwards sobre la guerra ha sido lenta. Hillary estaba sacándose la foto en Irak justo cuando debía estar en Estados Unidos criticando el discurso de Bush.
Edwards se está llevando la carrera del izquierdismo, el factor clave para alzarse con las primarias en el Partido Demócrata.
La afirmación de Hillary de que votará por restringir el número de tropas en Irak no ha hecho sino suscitar la pregunta de qué hará si, de todas formas, George W. Bush, como comandante en jefe, decide enviar nuevos contingentes. ¿Qué haría entonces, votar por la suspensión de los fondos para obligar al presidente a respetar el mandato del Congreso? Ella dice que no, y puede que no lo hiciera.
Así pues, la senadora Clinton no hará otra cosa que emprender acciones meramente simbólicas contra la guerra. En cambio Edwards, que no tiene escaño en el Senado, puede jugar la baza del izquierdismo tanto como le sea necesario para llevarse el gato al agua en las primarias. (Según la última encuesta de Fox News, los demócratas respaldan la total suspensión de la financiación de la guerra por un margen de 59 a 33).
De todas formas, no olvidemos que Hillary también se mostró torpe en 2000, en los primeros compases de su carrera para el Senado. Cometió un error tras otro, hasta que finalmente logró dar en el clavo.
El caso es que Hillary Clinton no se ha presentado a unas verdaderas elecciones en su vida. El año pasado, cuando volvió a postularse para el Senado, no tuvo rival interno, y luego se enfrentó no a un peso pesado como Rudy Giuliani, sino al inmaduro Rick Lazio, al que barrió. Además, no se ha presentado nunca a unas verdaderas primarias demócratas.
En estos momentos está quedando en evidencia tanto la falta de experiencia de Hillary como la edad de sus asesores. Ella y su equipo parecen desbordados ante el velocísimo ritmo de la política actual. En particular, Hillary parece no darse cuenta de que 2008 se ventila en 2007. Al igual que pasó en 2004, para cuando se celebren los caucus de Iowa la carrera por la candidatura del partido a la presidencia habrá terminado.
¿Se hará la senadora Clinton con la candidatura demócrata? Es probable que sí. Por ahora. Hillary es muy capaz de llevar a las urnas a gente que antes no había votado. La participación en las elecciones de 1996 fue del 49%, del 51 en 2000 y del 55 en 2004.
Últimamente, la clave de las presidenciales ha estado en conseguir que vaya más gente a las urnas. La habilidad de Karl Rove a la hora de potenciar el gancho de Bush entre los matrimonios de raza blanca y los varones blancos solteros fue decisiva para el triunfo de éste. El presidente recibió en 2004 doce millones de votos más de los que recibió en 2000. Por su parte, Kerry consiguió atraer a casi 6 millones de mujeres solteras que no habían participado en los comicios de 2000. Esto explica en buena medida que obtuviera 9 millones de votos más de los que obtuvo Al Gore en 2000.
Hillary Clinton y, en menor medida, Barack Obama pueden movilizar a numerosos nuevos votantes tanto en las primarias como en las presidenciales, lo que les procura una gran ventaja. Pero, si quiere ganar, la senadora por Nueva York haría bien en adaptarse a los ritmos de la política de 2007.
DICK MORRIS, analista político, fue consejero del presidente Bill Clinton.