Ollanta Humala carga sobre sus hombros la gran equivocación de haber recibido dinero de Hugo Chávez en las presidenciales de 2006, que perdió frente a Alan García. Entonces su discurso fue radical. Pero en esta nueva campaña ha experimentado una sospechosa metamorfosis ideológica. Tal vez intenta apaciguar las críticas sugiriendo que guarda distancia de Chávez, pero una cosa es lo que dice para ganar votos hoy y otra lo que marcó su pasado de militar de izquierda... y lo que está escrito en su programa de gobierno.
Por su parte, Keiko Fujimori es la hija de su padre. Algunos creen que con solo eso hay que tenerla miedo; sin embargo, otros piensan que es necesaria para que la izquierda latinoamericana no gane posiciones y lleve el continente a una época de pérdida de libertades y crecimiento de la pobreza.
Si bien es cierto que Alberto Fujimori salvó al Perú del terrorismo de Sendero Luminoso, también es verdad que para lograrlo recurrió a la pena de muerte sin juicio legal y a las desapariciones. Fue condenado a 25 años por corrupción y crímenes de lesa humanidad.
Fujimori es el arquitecto de la carrera política de su hija. Ésta admitió en una entrevista en Univisión que él la empujó a lanzarse a la vida parlamentaria. Para nadie es un secreto que el padre organiza desde prisión la campaña de la hija, sirviéndose para ello de sus aliados y de su infraestructura política. En efecto, periodistas peruanos han denunciado cómo, desde su suite imperial, el expresidente prepara los detalles del ascenso al poder de la chinita con los secuaces que acuden a visitarle.
Keiko cumplió 36 años el pasado día 25, pero no es por su edad que dudan de ella. La temen, repito, por ser hija de su padre. Quienes voten por ella han de saber que no gobernará solita. En abril juró por Dios que no indultará a su papá, aunque muchos sospechan que el presidente Alan García ya está cocinando el perdón.
Un centenar de miembros de la élite intelectual peruana ha propuesto un voto vigilante a favor de Humala. Es un voto anti-Keiko. Pero ¿de qué sirve eso? Si sube al poder, Humala pondrá en práctica sus ideas izquierdistas, sin lugar a dudas.
Mario Vargas Llosa dice que tanto Keiko como Ollanta son "un peligro para el país", pero que prefiere al segundo porque "la dictadura no puede ser reivindicada". El Nobel aspira a que el candidato nacionalista "imite a otros líderes de izquierda democráticos de la región"; yo espero que no siga los pasos de los otros socialistas, que han usado la democracia para amarrarse al poder y abusar del pueblo, atacando la libertad empresarial, industrial y de prensa.
Tanto Keiko como Humala representan el populismo; una el de derecha y el otro el de izquierda. ¿Qué quieren los peruanos? Humala podría ser un lobo vestido de oveja, pero Keiko es la hija de un verdadero zorro de la política, quizás más sagaz y astuto que el primero.