Bradlee hizo ese comentario en la fiesta celebrada con motivo de la presentación de la biografía que del presidente Kennedy acaba de publicar el periodista de la MSNBC Chris Matthews. El presidente Kennedy, todo un símbolo para el Partido Demócrata; tan atractivo y arrebatador, eternamente joven e infiel a su igualmente popular y elegante esposa. Cuando se le preguntó por lo que más le gustaba de la nueva obra de Matthews, Bradlee respondió: "Me cae bien el tipo que la ha escrito, y el tipo del que ha escrito".
Bradlee apunta su dedo contra Cain por los presuntos casos de acoso que habría protagonizado e insiste: "La que se le viene encima". Y a la vez ensalza a un tipo que no sólo fue un infiel empedernido, sino que puso la seguridad nacional en peligro encamándose con la novia de un mafioso de Chicago.
Desde luego, aquellos eran otros tiempos, y los periodistas –todos hombres– miraban para otro lado. Sea como fuere, Kennedy ocultaba sus aventuras a su mujer y al país entero. Porque ni aun entonces debía de resultar cómodo decir:
Cariño, esta tarde, cuando estés por ahí tomando algo con las amigas, voy a montar una fiesta nudista en la piscina. Puede que haya unas cuantas... ya sabes... unas cuantas veinteañeras; alguna puede que lleve traje de baño. Ah, y luego voy a salir con la novia de un gánster. No me esperes levantada.
Seguro que Jackie Kennedy no le respondería:
¿De veras, querido? ¡Pues pásalo rebién! Dejaré la luz del jardín encendida.
***
Si unas acusaciones de acoso sexual de hace 15 años puntúan alto en la escala demócrata, que alguien nos explique el porqué de la veneración que se profesa a Bill Clinton. Vale, equilibró los presupuestos; pero tuvimos...
a Paula Jones: de la que un ayudante de Clinton dijo: "Si sacas un billete de 100 dólares en un aparcamiento de camioneros, nunca sabes lo que te vas a encontrar". Clinton acusó a Jones de presentar una demanda por acoso sin la menor prueba y de mentir; finalmente, y tras un clintoniano desembolso de 850.000 euros, el caso no llegó a juicio;
a Gennifer Flowers, a quien los asistentes de Clinton llamaban "la corista". Clinton le llamó embustera públicamente. Años más tarde, el expresidente admitió que la Flowers tenía razón cuando afirmó que la suya había sido una relación de tipo sexual;
a Mónica Lewinsky, a quien Clinton acusó públicamente de mentir. Luego se demostró que el expresidente había cometido perjurio. Por cierto, Clinton –al que temporalmente se retiró la licencia para ejercer como abogado– se convirtió en el primer mandatario de nuestra historia con una causa por desacato; también fue el primero –y el último– al que se sometió a un proceso de impeachment en el siglo XX;
a Kathleen Willey, que en 60 Minutes declaró haber visitado a Bill Clinton en el Despacho Oval, donde, según ella, la abrazó y besó. Cuando Willey intentó separarse, el presidente le habría tocado los pechos y dicho: "Quise hacer esto desde que te puse la vista encima". "Me cogió de la mano –añadió Willey– y la puso... en sus genitales". Con todo, Willey finalmente logró quitárselo de encima. Al poco, la feminista Gloria Steinem comentó: "Incluso si las acusaciones de Willey fueran ciertas, Clinton no sería culpable de acoso sexual". A juicio de Steinem, "Willey lo apartó, y no volvió a hacerlo. En otras palabras, el presidente Clinton aceptó un no por respuesta".
a Juanita Broaddrick, que declaró –a la NBC– haber sido violada por Clinton cuando éste era fiscal general de Arkansas y candidato a gobernador de dicho estado. "Le empujé. Le dije: 'No'... Intentó volverme a besar. Empezó a morderme el labio... Y a continuación me obligó a ir a la cama. Yo estaba muy asustada. Intentaba quitármelo de encima. Le decía: 'No'... Él no me escuchaba".
A los antirrepublicanos les encanta decir que el expresidente de la Cámara de Representantes Newt Gingrich es "el tipo que mandó los papeles del divorcio a su mujer cuando ésta se encontraba hospitalizada por un cáncer". Pero de JFK, con su sexualidad temeraria a cuestas, ni una palabra. Y fue el National Enquirer, no el mainstream media, quien dio a conocer que John Edwards –cuya mujer se moría de cáncer– tenía una larga aventura extramatrimonial. Los mismos medios que se tomaron todo el tiempo del mundo con Edwards andan volcados con el caso Cain.
¿Son las acusaciones contra Cain objeto legítimo de atención periodística? Por supuesto. Las conductas sexuales inadecuadas y, en general, la mala conducta atañen directamente al carácter del individuo; salvo que ese individuo se llame Bill Clinton o John Fitzgerald Kennedy...
© Laurence A. Elder. Distributed by Creators Syndicate Inc.