Esta manera de usar la peruanidad, como si fuera una camiseta que Fujimori pudiera sacarse y ponerse en función de sus intereses personales más mezquinos, es espeluznante. Sin embargo, sigue contando con apologistas que le declaran inocente y que, además, disculpan y justifican todo aduciendo, por ejemplo, que el poder judicial peruano, que su Gobierno corrompió en los 90, no es confiable para juzgarlo.
¿Qué tipo de persona se puede identificar tan fanáticamente con el líder y hacerlo impermeable a cualquier evidencia inculpatoria? Los psicólogos están más calificados para hacer esta tipología, pero arriesgaré la mía.
Por un lado están los que se beneficiaron política o económicamente del fujimorismo, especialmente si fue por malas artes, lo que los convierte en cómplices de su líder. Luego están los sectores populares, a los que, inteligentemente, Fujimori benefició con colegios, carreteras, postas médicas, comedores populares, ropa, etcétera. Con un Estado ausente, estas maneras de proceder otorgan a quien las practica un reconocimiento duradero por parte de los beneficiarios. En tercer lugar encontramos a aquellos que buscan algo así como el Mesías peruano, alguien que imponga el orden y la autoridad con independencia de lo que cueste. Para estas gentes, "el fin justifica los medios".
Esto deviene en el culto a una personalidad tenida por infalible, omnipotente, omnipresente; y lleva a admirar indistintamente a Adolfo Hitler, a Abimael Guzmán, a Augusto Pinochet, a Hugo Chávez o a Alberto Fujimori.
Hace poco, una oyente del programa Mesa de diálogo, que codirijo en la cadena RPP, nos escribió un e-mail donde criticaba los comentarios irónicos y burlones que hice a propósito del partido japonés que postula a Fujimori. Decía así:
Escucho su programa, y espero de usted aprender algo en temas educativos, ya que en políticos no compartimos las mismas ideas. Si el país no avanza, estoy segura de que uno de los factores de ese estancamiento es el periodismo, falto de educación y altura (...) El ex presidente Fujimori vino con total libertad a exponer su caso en forma internacional en Chile (…)
Comparto con mis lectores mi respuesta a ese correo:
Parece que su identificación con Alberto Fujimori no le permite entender la indignación que causa en muchos peruanos (incluyendo los comunicadores radiales) ver a ex presidentes que desprecian la democracia, el Estado de Derecho, la limpieza ética y, finalmente, un mínimo sentido de decoro por lo peruano.Yo aprendí hace muchos años, en mi rol de educador, que hay que saber leer la indignación de los niños y los adultos por igual, y si eso da pie a alguna dosis de ironía, eso sólo grafica la inmensidad del daño producido. Y yo lo puedo decir, como víctima del régimen que Ud. admira y aplaude, sin que tenga que compararlo con ninguno otro, que también puede tener sus aristas despreciables. La ironía burlona respecto al partido político japonés por el que postula Fujimori es lo que me salió al aire graficando este malestar (...) Si Ud. realmente quiere aprender algo de mí, aprenda de mi profunda indignación y de mi necesidad de expresarla, para que todos sepan que hay peruanos que se indignan con estas perversidades. Quizá eso le ilustre mucho más sobre mí que cualquier otra cosa que yo diga sobre temas educativos. De esos quizá sería preferible prescindir, si no tolera lo que dije líneas arriba.
Dicho esto, ¿cómo prevenir estas actitudes, que justifican el autoritarismo de un caudillo dictatorial, para pasar, en cambio, a construir una democracia decente? Básicamente, se requiere de una educación que enseñe a pensar, razonar, desarrollar el espíritu crítico en los alumnos, para que generen sus propias ideas y no acepten la "palabra sagrada" de lo que dicen los libros, los profesores o los padres, que, cual caudillos todopoderosos, les expropian su libertad de pensar.
Una educación que no reprima ni humille a los alumnos, para que no graben en su libreto mental la fórmula: "Lo que hicieron contigo de chico, cuando te maltrataron autoritariamente en el hogar o la escuela, hazlo tú con los demás, cuando seas grande y tengas poder". En suma, una educación liberadora que rompa con la esclavitud mental tercermundista.