He aquí lo que dijo esta semana [1] la Secretaria de Estado, Condoleezza Rice, al anunciar que Estados Unidos proporcionaría suministros médicos y de otro tipo a la AP, que, luego de dos meses sin ayuda americana o de la Unión Europea, anda desesperadamente corta de tales provisiones: "El Gobierno de la Autoridad Palestina gestionado por Hamas es el único responsable de las penurias que afronta el pueblo palestino y del aislamiento internacional que experimenta hoy en día la AP, debido a su rechazo a reconocer a Israel, renunciar al terrorismo y respetar los acuerdos y obligaciones previas".
Ahí hay un montón de rechazos, pero no importa. La pregunta esencial es: ¿por qué el Gobierno de Hamas es el "único" responsable? ¿Qué pasa con sus partidarios, es decir, los votantes palestinos que concedieron a Hamas una aplastante victoria? Según la Administración Bush, los palestinos continúan siendo víctimas sin voz incluso después de haber ejercido su voluntad política en las urnas y llevado al poder a una organización proscrita cuya carta fundacional se asienta sobre una declaración del fundador de la Hermandad Musulmana, Hassán al Banna: "Israel existirá hasta que el Islam lo destruya, igual que ha destruido a otros antes".
Sin tomar en consideración si este nefando llamamiento a la yihad deja algún resquicio al proceso del denominado "Cuarteto" [2], Rice continúa: "Las políticas y las acciones de Hamas no deberían privar al pueblo palestino de sus legítimas necesidades humanitarias".
¿Por qué no? ¿Por qué no deberían las "acciones y políticas" de Hamas –guiadas por un plan hitleriano para "destruir" Israel– privar a su electorado de sus "necesidades", humanitarias o de cualquier otro tipo, especialmente cuando se trata del apoyo de las naciones civilizadas que vierten sangre y dinero en la denominada "guerra contra el terror" para mantener la yihad a raya?
La desconexión que voluntariamente hace la Administración es una insensatez moral y estratégica. Después de todo, Estados Unidos y la Unión Europea suspendieron la ayuda a la AP hace dos meses con el objeto de obtener concesiones, por ejemplo, sobre el derecho de Israel a existir. ¿La respuesta de Hamas? Nada de concesiones.
Estados Unidos y la Unión Europea están ahora dando vueltas a la manivela y respaldando la ayuda, con argumentos vagos y de poco peso, pero esto es, probablemente, sólo el principio, y aún no hay concesiones. No parece ésta una política de Estado exitosa.
Por otra parte, se diría que la política de Estado ya no es la política de nuestro Estado. Después de que salieran a la palestra las predicciones sobre carencias de gasolina y dinero y un par de noticias de bebés palestinos enfermos –niños que languidecen "porque Occidente ha estado reteniendo los fondos" (el Islam, rico en petróleo, nunca tiene la culpa)–, EEUU vacila. O si no nos echamos a llorar. Actuando como una persona sensible en vez de como líder del Mundo Libre, EEUU cambia sus objetivos y principios (presionar a Hamas, no apoyar a los terroristas) por un pañuelo bien húmedo.
Pero Hamas ni se ha echado a llorar ni ha decidido "salvar a los niños" con sólo reconocer el derecho de Israel a existir. Tampoco ha movido un dedo ninguno de sus hermanos musulmanes ricos en petróleo. No. Hamas continúa fiel a su credo: matar a los judíos, el mundo árabe-musulmán sigue tan campante y Estados Unidos abandona su postura en materia antiterrorista y acuerda mandar aviones con ayuda, lo cual es una desgracia.
Probablemente, la Administración hará hincapié en que "sólo" son 10 millones de dólares en primeros auxilios, y en que no van a ir a parar a funcionarios de Hamas; van a ir al electorado de Hamas, incluso tal vez al de Fatah, cuya visión de la vida y de Israel es tan diferente de la de Hamas que apoyan a las Brigadas de los Mártires de Al Aksa (sí, estoy siendo sarcástica).
Pero hay más en este asunto que 10 millones de dólares, tiritas y Hamas: estamos siendo testigos del comportamiento vacilante de una superpotencia que no sabe cómo actuar ni como súper ni como potencia.
Tal vez el emprender una brumosa "guerra contra el terror" nos haya confundido. Tal vez el meternos en la cara empresa de hacer del mundo un lugar a salvo de la sharia haya embrollado nuestros objetivos. Pero si no podemos recuperar el principio simple y precioso con el que entramos en la guerra: estás con nosotros o estás contra nosotros, no sólo no lograremos la victoria jamás, ni siquiera sabremos qué aspecto tiene.
[1] Este artículo se publicó el pasado día 12 en The Washington Times.
[2] Alusión a la Hoja de Ruta, patrocinada por EEUU, la ONU, la UE y Rusia.