En banquete real en el Palacio de la Zarzuela, con champagne y copas de cristal de roca, Morales ha otorgado la indulgencia plenaria y quitado a España el peso monumental de su culpa histórica: "El pasado es pasado".
Es rescatable el episodio, no tanto por sus circunstancias formales como por lo que dice de la visión que tiene el caudillo de sí mismo. A pesar de su confesado asombro por haber sido tratado "tan bien", está instalado en la convicción de ser un ser superior. No es poca la contribución que le hacen, en ese sentido, sus áulicos expertos en el manejo del incienso y, desde luego, sus interlocutores españoles, pendientes de proteger como se pueda algunos capitales que quedan en Bolivia.
No son pocas las críticas que recibe la política exterior española por su trato a mandatarios que están lejos de ser un símbolo de respeto a los valores democráticos. España, le han dicho, se ha convertido en la Sala VIP de los peores populismos latinoamericanos. Y Mario Vargas Llosa –cuyo peso mundial es, afortunadamente, un poco mayor al de Sacha Llorenti–, ha sido lapidario en su condena de aquellos que apoyan, cerca de intereses y lejos de principios, a regímenes que claramente estrechan cada vez más los márgenes de ejercicio democrático.
No deja de ser extraño que ese perdón dado a España –¡los 500 años que han sido tema central en el discurso de Evo!– no vaya acompañado por el mismo espíritu en Bolivia. Indulgencia plenaria para España y persecución, rabia, cárcel y exilio para sus opositores en Bolivia, ¿qué tal?
Exactamente igual que cuando decidió, a pesar de todos los episodios de la guerra del gas, que Chile había dejado de ser el enemigo histórico de Bolivia. Y como él, Evo Morales, es el dueño de la Historia, puede decidir con un gesto de la mano que los chilenos, hoy, son nuestros más íntimos amigos, hasta regalarles la mitad del Silala, ¡aunque no nos den ni una gota de mar! Y, además, convertirnos en enemigos del Perú.
Por lo demás, no era una visita propiamente dicha. Era una parte de su campaña electoral, para la que se está sirviendo de los bienes del Estado. Ahora que el gobierno ha apostado al voto en el exterior para consolidar su triunfo, no está mal un viajecito oficial con banquete y piropos incluidos. Seguramente el próximo será a Buenos Aires, donde tiene anfitrión y circo asegurados. Desde luego, con el infaltable discurso apolillado de la Reina de Unasur, con quien podrá intercambiar criterios sobre las formas de acabar con esos enemigos terribles: los medios de comunicación.
Lo demás son anécdotas y chistes. Se burlaron porque se refirió a España como una República, sin darse cuenta de que era para compensar a la República con la que había acabado en Bolivia: en menos de un año, terminó con una y se inventó otra. Tampoco se reparó mucho en el hecho de que en conferencia de prensa el presidente español, Rodríguez Zapatero, también metió la pata cuando se refirió a Bolivia llamándola "Colombia". El detalle de cierre fue el mejor: Rodríguez Zapatero, en acto de hipocresía sin límite –es un hincha fervoroso del Barça–, le obsequió una polera del aristocrático Real Madrid con el número 10 y su nombre estampado. Evo Morales, simpatizante del Real Madrid... ¡lo que nos faltaba!
CAYETANO LLOBET T., analista político boliviano.
Es rescatable el episodio, no tanto por sus circunstancias formales como por lo que dice de la visión que tiene el caudillo de sí mismo. A pesar de su confesado asombro por haber sido tratado "tan bien", está instalado en la convicción de ser un ser superior. No es poca la contribución que le hacen, en ese sentido, sus áulicos expertos en el manejo del incienso y, desde luego, sus interlocutores españoles, pendientes de proteger como se pueda algunos capitales que quedan en Bolivia.
No son pocas las críticas que recibe la política exterior española por su trato a mandatarios que están lejos de ser un símbolo de respeto a los valores democráticos. España, le han dicho, se ha convertido en la Sala VIP de los peores populismos latinoamericanos. Y Mario Vargas Llosa –cuyo peso mundial es, afortunadamente, un poco mayor al de Sacha Llorenti–, ha sido lapidario en su condena de aquellos que apoyan, cerca de intereses y lejos de principios, a regímenes que claramente estrechan cada vez más los márgenes de ejercicio democrático.
No deja de ser extraño que ese perdón dado a España –¡los 500 años que han sido tema central en el discurso de Evo!– no vaya acompañado por el mismo espíritu en Bolivia. Indulgencia plenaria para España y persecución, rabia, cárcel y exilio para sus opositores en Bolivia, ¿qué tal?
Exactamente igual que cuando decidió, a pesar de todos los episodios de la guerra del gas, que Chile había dejado de ser el enemigo histórico de Bolivia. Y como él, Evo Morales, es el dueño de la Historia, puede decidir con un gesto de la mano que los chilenos, hoy, son nuestros más íntimos amigos, hasta regalarles la mitad del Silala, ¡aunque no nos den ni una gota de mar! Y, además, convertirnos en enemigos del Perú.
Por lo demás, no era una visita propiamente dicha. Era una parte de su campaña electoral, para la que se está sirviendo de los bienes del Estado. Ahora que el gobierno ha apostado al voto en el exterior para consolidar su triunfo, no está mal un viajecito oficial con banquete y piropos incluidos. Seguramente el próximo será a Buenos Aires, donde tiene anfitrión y circo asegurados. Desde luego, con el infaltable discurso apolillado de la Reina de Unasur, con quien podrá intercambiar criterios sobre las formas de acabar con esos enemigos terribles: los medios de comunicación.
Lo demás son anécdotas y chistes. Se burlaron porque se refirió a España como una República, sin darse cuenta de que era para compensar a la República con la que había acabado en Bolivia: en menos de un año, terminó con una y se inventó otra. Tampoco se reparó mucho en el hecho de que en conferencia de prensa el presidente español, Rodríguez Zapatero, también metió la pata cuando se refirió a Bolivia llamándola "Colombia". El detalle de cierre fue el mejor: Rodríguez Zapatero, en acto de hipocresía sin límite –es un hincha fervoroso del Barça–, le obsequió una polera del aristocrático Real Madrid con el número 10 y su nombre estampado. Evo Morales, simpatizante del Real Madrid... ¡lo que nos faltaba!
CAYETANO LLOBET T., analista político boliviano.