Los zapateristas dirán que en España ganó el "sí" por referéndum. Falso. Ganó la abstención. Y si no ganó el "no" fue debido a la traición del PP, porque si se hubiera atrevido a hacer campaña en favor del "no", éste hubiera ganado. Desorientados por la actitud conformista de su partido, los electores populares se refugiaron en la abstención. Pero, según las reglas de la democracia representativa española, la abstención no cuenta, y su actitud pasiva favoreció el "triunfo" del "sí". Esto es así en España, pero no en Italia, por ejemplo, donde más de un 50% de abstenciones en un referéndum anulan los resultados del mismo, como se ha visto recientemente. Me parece un buen ejemplo de democracia que habría que adoptar en todos los países europeos.
No fue sólo el PP el que se sometió al chantaje del "si quieres Europa tienes que votar sí", cuando millones y millones de electores pensaban, y algunos decían: "Europa, sí; esa Constitución de aquelarre, no". En realidad, todos los partidos europeos calificados de centristas, democristianos, y hasta "liberales", cedieron a ese chantaje, favoreciendo la adopción del "sí" en los Parlamentos (para luego entusiasmarse con la victoria de facto del "no") y regalando –en Francia, concretamente– la victoria del "no" a lo peor de lo peor (en Holanda las cosas son más complejas).
Pero no es sólo en la cuestión de la Constitución que se puede constatar y lamentar la inercia, prudencia y conformismo de la derecha moderada, o centro derecha, o se llame como se llame, el PPE, por ejemplo; es en todas las cuestiones nacionales, europeas o internacionales (se trate de economía, de política, y no hablemos de cultura, para no estar desternillándonos de risa hasta el año de la nana), donde se nota la ausencia de una oposición firme e inteligente al marasmo socialburócrata. Y en muchos casos resulta que es aún peor, pues el PPE compite con los partidos socialistas por ser más socialburócrata que ellos, o aparentarlo.
Pues bien, con la Constitución difunta, las cosas en Europa siguen como antes, o sea mal. Desde el punto de vista institucional, existen, desde luego, problemas (siempre los ha habido), como, por ejemplo, la adopción del presupuesto, que se retrasa, o la polémica en torno a ese aquelarre arancelario y costoso de la PAC (que contribuye a la miseria en África, mientras que los mismos que la agravan la denuncian); la "liberalización" de los servicios sigue estancada. Etcétera. El cuento de nunca acabar.
Y el panorama político-económico tampoco es muy alentador. Las elecciones en Polonia nos han defraudado: la Plataforma Cívica, que aparecía como lo menos malo, no ha logrado la Presidencia, ni siquiera participar en un Gobierno de coalición. Precisaré, de paso, que los que la prensa, con su habitual idiotez, califica de "neocomunistas" –cuando son "ex", o a lo sumo "post"– han sido lógicamente derrotados debido a su corrupción, pero fueron los mismos que, durante la crisis iraquí, apoyaron a Aznar y Blair en su política de alianza de las civilizaciones de verdad: a favor de los USA, contra la tiranía iraquí y sus aliados europeos, Chirac y Schröder. Curiosos "neocomunistas", en realidad.
También nos han defraudado las elecciones alemanas, en donde, pese a las pitonisas de los sondeos, Angela Merkel no ha logrado la mayoría necesaria y ha sucumbido en la Gran Coalición, con ministros socialistas en puestos clave como Exteriores, Economía, etcétera, la promesa suicidaria de seguir liquidando la energía nuclear, un plan de ahorros profundamente conservador, con aumentos de impuestos previstos hasta 2020 (¡!), y una falta de audacia que se deriva de los compromisos paralizadores entre los dos partidos.
De todas formas, la situación en Alemania es menos mala que en Francia en términos económicos, incluso si los dos, como otros países europeos, han tomado, o están tomando, medidas semejantes: retrasar la edad de la jubilación, reducir los gastos de la Seguridad Social y los gastos estatales en general, disminuir la deuda pública aumentando los impuestos, reformar timoratamente la legislación laboral, rebajar de los subsidios de paro, etcétera. Resumiendo: trabajar más y gastar menos. Lo único realmente positivo es que el eje del mal francoalemán, como la Constitución, ha pasado a la historia.
Pero si en Alemania la disminución del consumo es, por lo visto, inquietante, en cambio han sabido subirse al tren de la mundialización y logrado un aumento considerable de sus exportaciones. En Francia, ni eso: el balance de su comercio exterior está de capa caída, y si intentan el mismo tipo de reformas se enfrentan a una oposición mucho más firme que en Alemania: tan arraigado está en las mentes el "modelo social francés", de inspiración soviética, que hace del Estado todo, la totalidad totalitaria.
En este sentido, la situación, que empieza a cambiar, es más contradictoria: la muy timorata privatización del 15% del capital de EDF ha sido un éxito rotundo, y todas las manifestaciones en su contra de la izquierda, y del potente sindicato comunista CGT, han sido un fracaso, asimismo rotundo. En cambio, el conflicto en la compañía de navegación SNCM, la larga huelga de transportes de Marsella –debido al proyecto municipal de un nuevo tranvía "privado"–, la huelga general anunciada para estos días en la SNCF (ferrocarriles)... éstos y otros conflictos se deben exclusivamente al fanatismo casi religioso del Estado. Entre tanto, las cuestiones sindicales sobre salarios, horarios y condiciones de trabajo se esfuman.
El panorama electoral para 2007 es desolador, mientras que la "intifada" ha comenzado y nadie quiere verla. Algo parecido ocurre en Italia, donde los electores –por su culpa, y no la de Bush– están condenados a tener que elegir entre Berlusconi y Prodi, o, como se decía en los Madriles, entre Guatemala y Guatepeor. Peor Prodi, no faltaba más.
Estas cuestiones, muy superficialmente evocadas aquí, y por importantes que sean, no son nada compradas a la cuestión fundamental: la cuestión del vacío, el silencio, la ausencia de espíritu, alma y conciencia de Europa. Serán éstos términos estrambóticos, o demasiado metafísicos, pero tienen sus repercusiones prácticas y desoladoras.
Dicho con otras palabras: ¿qué política tiene Europa? Ante las amenazas iraquíes (ayer) e iraníes (hoy); ante el incremento del terrorismo islámico en el mundo (hasta en Australia) y en Europa, la UE reacciona como reaccionó frente al nazismo y al comunismo, con la más absoluta cobardía y egoísmo. Sin los USA no se hubiera vencido el nazismo, ni frenando eficazmente el comunismo arrollador.
Hoy ocurre lo mismo: Europa insulta, increpa y escupe a Estados Unidos, pero espera que le saque las castañas del fuego y venza el terrorismo. Si no, ya tienen listos los velos y las piedras, para cubrir y lapidar a las mujeres. Con tal de no arriesgar nada, son capaces de todo.
Bajo ningún concepto Europa es una "unidad de destino", y si el "espíritu muniqués" es el más representativo, no todos cayeron siempre de rodillas ante el enemigo. El Reino Unido resistió, en solitario, al nazismo; Hungría, Checoslovaquia y Polonia se rebelaron contra el totalitarismo soviético; algunos partidos, sindicatos e intelectuales supieron luchar contra el nazismo y el comunismo, pero fueron minoritarios, y sin los USA hubieran sido aplastados definitivamente.