Cuando el comandante puso de manifiesto su ambición de poder, en 1992, carecía no sólo de experiencia política, sino de una sólida formación intelectual. No obstante, eran evidentes sus condiciones naturales para el liderazgo. Nada sorprendente en el mundo de la política. Lo extraño ha sido su persistencia en el manejo de ese bagaje cosechado en la Academia Militar, que se traduce en su acción política. El teórico militar británico Liddell Hart decía que la estrategia era "el arte de distribuir y aplicar medios militares para obtener fines políticos".
La doctrina de la ofensiva a ultranza ha ejercido una fascinación irresistible en el líder bolivariano, para desgracia de sus opositores, que no han podido articular una estrategia con que confrontarla; y cuando lo han intentado han parecido mirar más a Suiza que a Venezuela.
Si se analizan con objetividad muchos de los avances que se atribuye la oposición, se comprueba que éstos no han sido resultado de una estrategia bien concebida, sino fruto de la proverbial incompetencia del funcionariado bolivariano o del mero horror vacui: la realidad, como el arte barroco, no admite el vacío. La experiencia indica que cuando los avances opositores no se asientan sobre bases firmes, Chávez recupera terreno.
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Probablemente el único enemigo de Chávez con una estrategia constante y consistente es EEUU. Desde Bill Clinton no ha habido cambios sustanciales en la política venezolana de Estados Unidos. Cuando el presidente Chávez creyó vislumbrar un cambio a su favor con la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca, los gringos lo obligaron a aterrizar. Los líderes impredecibles e impulsivos no son muy bien vistos en el mundo de la política exterior, especialmente entre los anglosajones
EEUU ha ignorado olímpicamente los agravios chavistas y dejado que el tiempo se encargue de desprestigiar extravagancias como la recurrente referencia a una hipotética invasión norteamericana. Si EEUU socava al régimen bolivariano, como éste no se cansa de denunciar, lo hace con un estilo digno de la pérfida Albión.
Hasta qué punto es responsable EEUU de la situación en que se halla el gobierno bolivariano: he aquí un desafío para el analista de hoy y para el historiador de mañana.
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Vuelvo a Liddell Hart, que tiene una máxima que le viene al pelo a la oposición: "Si quieres paz, entiende la guerra". Mientras la oposición no entienda que una ofensiva a ultranza no se puede enfrentar con una defensiva a ultranza, su estrategia tendrá poco sentido.
El propósito fundamental de una estrategia no es vencer al enemigo en un solo encuentro, sino disminuir su resistencia hasta abatirlo. No se trata de que la oposición recurra a la violencia o a medios inconstitucionales, sino de que ponga en práctica una estrategia única, coherente y consistente de ataque a las líneas de menor resistencia del gobierno.
Las acciones de los estudiantes serían un buen ejemplo de acciones sobre flancos débiles si no fueran tan intermitentes. Los indignados de Madrid y las Damas de Blanco cubanas son también ejemplos de resistencia activa legítima.
A lo mejor los líderes de la oposición no tienen la culpa. Es posible que todavía no haya indignados, ni siquiera hombres de blanco, en Venezuela.