Suecia acaba de transformarse en el primer país occidental en recibir a un ministro de Hamas. A fin de procurar apoyo para su banda, Atef Odwan llegó a Estocolmo (6-5-06) tres días después de que el primer ministro sueco, Göran Persson, asegurara públicamente que no permitiría el ingreso de representantes del grupo terrorista (Hamas, que ya ha asesinado a más de 600 israelíes y lo festejó con macabras danzas callejeras, anuncia en su plataforma que "el Islam va a destruir Israel como ya ha destruido a otros", cita de Los Protocolos de los Sabios de Sión para culpar a los israelitas de las revoluciones francesa y rusa y de las dos guerras mundiales y advierte de que "el Día de Juicio llegará cuando los musulmanes maten a los judíos").
En Suecia ignoran la evidencia y prosiguen en su antiisraelismo patológico. Cuando el presentador sueco de Eurovisión solicitó descaradamente a los televidentes del mundo (26-6-02) que boicotearan a la cantante de Israel no recibió reprimendas, sino obediencia de los jueces suecos, quienes se destacaron por no otorgar ningún punto a la canción hebrea. Pareciera que, a un artista israelí, ganar una competencia en Europa le supone menos talento para cantar que para sobreponerse al odio y los prejuicios.
Tampoco se regañó al comediante Özz cuando se despachó así en la radio estatal sueca (29-1-03): "A los judíos ortodoxos los ciega la ira porque siguen el sanguinario Viejo Testamento. Su gorrito es una antena parabólica para estar en contacto con la TV de Dios, y se sacuden con ella frente al Muro de las Lamentaciones; deberían golpearse la cabeza más fuerte".
Y nadie corrigió al Museo de las Antigüedades Nacionales de Estocolmo cuando, en 2004, expuso una muestra "de arte" en la que se exaltaba la misión de una terrorista suicida bajo el título de Blancanieves. Al contrario: la prensa sueca se descargó contra el embajador de Israel porque se atrevió a desconectar la luz del cuadro.
Pero, ahora sí, Suecia puso en su lugar a su Fuerza Aérea, antes de que ésta llegara a cometer el sacrilegio de tratar a Israel como un país aceptable. En efecto, el Gobierno sueco acaba de anunciar que boicoteará un ejercicio militar de diez días que comenzará en Cerdeña (15-5-06) por el hecho de que participa en él la única democracia de Oriente Medio.
El Ministerio israelí de Exteriores convocó al embajador sueco, Robert Rydberg, quien explicó al director general, Ron Prosor, que Suecia "se retira por cuestiones técnicas" (27-4-06). Pero el mensaje ya había sido emitido en Estocolmo, y aludía a la imposibilidad de los soldados suecos de contaminarse por la potencial camaradería con soldados hebreos.
En contraste, la cercanía de los terroristas de Hamas no parece perturbar mucho, y el delegado de la banda en Estocolmo se ufanaba de los abundantes amigos con que cuenta en ese país el islamismo.
España salva el honor
Frente a la Europa judeofóbica, hay otra que mira al futuro firme en sus ideales de libertad; hay otra Europa comprometida con la única victoria posible: un futuro de derechos humanos para la humanidad entera.
Así, en el seminario de la OTAN que se efectuó en Bruselas (9-3-06), José María Aznar sostuvo dos principios que salvan el honor europeo. Primero, que "la OTAN debe hacer todo lo que esté a su alcance" para detener a Irán en su búsqueda de armas nucleares. Aznar supo reconocer el enemigo donde está, después de que tres años de diplomacia hayan fracasado con los ayatolás.
Y seguidamente tuvo la valentía de agregar: "En orden de combatir la yihad y la proliferación de armas de destrucción masiva, la OTAN debería reformarse y abrir sus puertas a países que comparten nuestros valores… como Israel". Para la Europa digna, el Estado hebreo no es un paria al que boicotear, sino un hermano con quien reencontrarse y construir en libertad y prosperidad.
Aznar explicó sin vueltas que nunca es lo mismo una bomba atómica en manos de democracias que una en manos de talibanes y ayatolás, y sintetizó ese principio sin tapujos: "Nunca escuché declaraciones israelíes de desear borrar a alguien del mapa".
Las citadas afirmaciones están conceptualmente vinculadas: admitir a Israel en la OTAN tendría un efecto disuasivo para la teocracia iraní, que de este modo repararía en que su apetencia de borrarnos tropieza con la objeción no sólo de EEUU, también de Europa.
Paralelamente a lo de Suecia, el brigadier israelí Aviv Kojavi debió cancelar su viaje de capacitación al Colegio Real de Estudios de Defensa inglés (26-2-06) cuando Avi Mandelblit –fiscal general del Ejército israelí– le advirtió de que, por el simple hecho de ser un militar israelí, corría el riesgo de ser inculpado criminalmente por la justicia británica. Nueve meses antes, el general Doron Almog había decidido no desembarcar del avión en el aeropuerto londinense cuando se le reveló que unos detectives lo esperaban para arrestarlo por ser militar hebreo.
El día posterior a la cancelación de Kojavi el ministro israelí Mofaz solicitó a las naciones europeas que eliminen aquellas cláusulas de sus sistemas legales que pueden ser manipuladas por jeques e islamistas para perjudicar a israelíes. Los totalitarios aprenden los tecnicismos de los códigos occidentales, ya que en sus propios países no hay mucho para maniobrar en cuestiones de leyes –el poder judicial casi no funciona–. Así, promueven que ser militar israelí sea de por sí considerado por Europa como crimen de guerra, y que la militancia en Hamas merezca una guirnalda de paz.
Que siga habiendo europeos cuya judeofobia los motiva a dejarse manipular es lamentable, pero no nuevo. Cuando se acercaba el fin de la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill expresó su voluntad de que Hitler fuera expeditamente ajusticiado en la silla eléctrica. La Europa suicida se lo objetó en la voz de su Secretario de Guerra, Peter Grigg: técnicamente –aclaró Grigg– lo perpetrado en los campos nazis de la muerte no encuadraba en la definición de "crímenes de guerra". El premier británico lo calló indicándole que no le buscara la quinta pata al gato.
Churchill y Grigg ayer, Aznar y Bjorklund hoy. Hay dos Europas.
Gustavo D. Perednik es autor, entre otras obras, de La Judeofobia (Flor del Viento), España descarrilada (Inédita Ediciones) y Grandes pensadores judíos (Universidad ORT de Uruguay).