En la Europa comunitaria es de mala educación decir ciertas cosas, especialmente cuando uno está rodeado de biempensantes. Veamos algunas:
– "Europa está en crisis"
No es sólo que no sea de buen tono referirse a los aspectos poblacionales, económicos, migratorios, de civilización, de la UE: tampoco puede reflexionarse sobre los porqués del rechazo a la Constitución comunitaria.
Pero ya no hay crisis, porque el nuevo tratado ha venido a resolverla. Todo lo contrario: se han puesto las bases sobre las que se erigirá el futuro de la Unión.
– "A veces, la inmigración islámica es la punta de lanza del islamismo radical"
En materia de inmigración, se puede proponer o aplicar, todo lo más, un sistema de cuotas, y la restricción de medidas como el reagrupamiento familiar. Lo que en ningún caso procede es la crítica del islam como tal, ni siquiera de sus elementos más radicales.
La disidente Ayaan Hirsi Ali, amenazada de muerte por el fundamentalismo islámico tras el asesinato de Theo van Gogh, lo hizo en los Países Bajos y acabó perdiendo la nacionalidad holandesa –que finalmente, y cuando ya lleva tiempo en el exilio, ha recuperado–. Muchos consideraban que su discurso era muy poco matizado y ponía en peligro la convivencia; entre ellos el juez que le obligó a desalojar su vivienda, luego de que sus vecinos interpusieran una amenaza por sentirse amenazados al vivir junto a una persona amenazada.
Tariq Ramadán, en cambio, no necesita ocultarse, ni vive amenazado. Ramadán, el controvertido ideólogo del nuevo islam integrable en Europa, imparte clases en la Universidad Erasmo de Rótterdam.
Los imanes que en sus prédicas denigraban a Ayaan Hirsi Ali y justificaban que estuviese en el punto de mira de los terroristas siguen en Holanda.
– "Ni la globalización ni el cambio climático son los problemas clave de Europa (si es que son problemas), sino el decrecimiento de la población y sus consecuencias sobre la economía"
Jean Paul Sardon, un demógrafo del Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos de Francia, ha destacado que, durante el periodo 2000-04, en la Europa a 25 el crecimiento anual medio fue de 1,8 millones de habitantes, de los que sólo 400.000 eran fruto del crecimiento natural de la población. En el año 2004, en España, de un crecimiento total de 692.693 personas, sólo 84.470 eran consecuencia del crecimiento natural.
Al habla Sardón:
[La] progresión [de la población en 2004] procede en un 80% del saldo migratorio, que se ha triplicado desde 1997, mientras que desde el año 2000 el crecimiento natural refleja una ligera degradación (...) Desde 1999, EEUU registra cada año un número de nacimientos más elevado que el de la Europa a 15 (…) Esta mayor vitalidad demográfica, a la que se suma un crecimiento migratorio más fuerte, constituye una baza para asegurar el desarrollo económico futuro de EEUU.
Según datos de la Unión Europea, ésta seguirá creciendo en términos demográficos hasta 2025, momento en que tendrá 470 millones de habitantes. A partir de entonces emprendería la cuesta abajo, para albergar en 2045 menos población que la que alberga ahora. Por lo que hace a España, en este último año podría tener una población de... 43 millones de habitantes.
Turno ahora para el historiador McDougall:
Este suicidio demográfico es prácticamente desconocido en la historia biológica. Ciertamente, decadencias de este tipo han tenido lugar periódicamente, pero eran producto de hambrunas, epidemias o guerras. Los europeos de hoy, al menos al oeste de Rusia, están tan bien alimentados, saludables y pacíficos como jamás lo haya estado ninguna civilización en la historia. Simplemente, han decidido no tener hijos. ¿Por qué? Estudios realizados por instituciones de la Unión apuntan al declive de los valores familiares y del matrimonio, a las leyes favorables al aborto y el divorcio, a la omnipresente contracepción, al decantamiento de las mujeres por la vida laboral y a la preferencia de las parejas por reunir dos fuentes de ingresos sobre la concepción. La crítica moral culpa al egoísmo de la muerte de los nacimientos (…) Pero, moralidades aparte, es claro que muchos europeos ya no consideran a los hijos parte de su búsqueda de la felicidad, y que podrían considerarlos incluso un impedimento.
La economía de la Europa de los 27 habrá crecido en 2007 alrededor de un 2%, con una inflación algo superior a tal cifra. Los ingresos per cápita de los europeos son un 72% de los de los americanos. Estos datos, que no son negativos, son sin embargo poco incitantes. Lo son aún menos si se les añade una relativamente baja productividad y una creciente dependencia de las fuentes de energía externas.
– "Los Consejos Europeos hablan cada vez más de acuerdos fáciles sobre banalidades inconsecuentes para esconder su inanidad"
En el último, en el que se firmó el Tratado de Lisboa, salvo la reiteración de los términos globalización y cambio climático y la firmeza francesa contra Irán, no hubo casi nada. ¿Es así como se pretende atraer al ciudadano hacia el proyecto de la UE? Es esencial insistir en que ésta es ante todo un sistema de libertades de circulación, bienes y personas, con la garantía de una comunidad de derecho y la protección de un sistema de libre mercado.
La continuidad de la UE pasa por su consagración; lo demás es secundario. Proporcionar objetivos gaseosos sobre la nada permite celebrar en cada Consejo los logros insustanciales que se fijaron en los anteriores, pero dar la impresión de progresar y hacerlo son dos cosas distintas.
Hace cincuenta años se pusieron los mimbres para la unificación de los países de Europa sobre una base económica (Plan Marshall), otra política (reconciliación de las naciones del continente) y una tercera de carácter espiritual (Europa como parte fundacional de Occidente). Hemos alcanzado una estabilidad, una prosperidad y una paz desconocidas en la historia de estas tierras. Merece la pena preservar tal legado, e incrementarlo.
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En el último Consejo se ha creado un grupo de reflexión, dirigido por Felipe González (¿podrá compatibilizar esta tarea con la de embajador de España en la celebración de la independencia de las repúblicas hispanoamericanas y con sus otras labores?), sobre el futuro de Europa. Pues bien, aquí van unas reflexiones, por si sirven de provecho a los sabios:
A la hora de hablar de libertad, son dos las ideas imperantes. La primera considera que aquélla se garantiza mediante el ejercicio del Derecho que ha ido creando espontáneamente la sociedad, cuya manifestación primigenia es la Magna Carta de 1215. La segunda, en cambio, sostiene que la libertad del individuo puede forjarse en un esquema teórico utópico y debe aplicarse por el Estado como razón pura para lograr una situación, deseada, de igualdad.
La primera de ambas concepciones está fundada en la historia; la otra, en la razón pura. La prevalencia de la segunda en el actual proceso de construcción europea, y en las mentalidades vigentes, no está exenta de riesgos, incluso para la urbanidad y las buenas costumbres.
Y a todo esto: ¿podrán explicar los sabios cómo Europa ha llegado a una situación en que se puede hablar de unas cosas y de otras no, o prefieren quedar como las gentes más educadas del lugar?
JUAN F. CARMONA Y CHOUSSAT, analista del Grupo de Estudios Estratégicos (GEES).