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ORIENTE MEDIO

Es hora de que Israel ingrese en la OTAN

Irán parece haber ganado a la comunidad internacional en su afán por hacerse con armas nucleares. Como ha observado el ex secretario de Estado Colin Powell, tras dos años de negociaciones infructuosas la comunidad internacional no está más cerca de detener la búsqueda de armas nucleares por parte de Teherán. Las grandes potencias debaten interminablemente sobre dónde y cuándo tendrá lugar el arreglo diplomático, mientras Irán reanuda sus investigaciones nucleares. Esencialmente, el mundo toca la lira mientras Roma arde.

Irán parece haber ganado a la comunidad internacional en su afán por hacerse con armas nucleares. Como ha observado el ex secretario de Estado Colin Powell, tras dos años de negociaciones infructuosas la comunidad internacional no está más cerca de detener la búsqueda de armas nucleares por parte de Teherán. Las grandes potencias debaten interminablemente sobre dónde y cuándo tendrá lugar el arreglo diplomático, mientras Irán reanuda sus investigaciones nucleares. Esencialmente, el mundo toca la lira mientras Roma arde.
A Occidente le queda, no obstante, un as por jugar: incluir a Israel entre los miembros de la OTAN podría convencer a los mulás iraníes de que no les interesa desarrollar la capacidad nuclear de su país.
 
El nuevo presidente de Irán, Mahmoud Ahmadineyad, parece extremadamente peligroso y trastornado en sus opiniones sobre el Estado de Israel, un veterano aliado americano. Sus recientes comentarios son antisemitas y fascistas. Al cuestionar la realidad del Holocausto, amenazar con borrar Israel de la faz de la tierra y urgir a que el Estado judío sea reubicado a miles de kilómetros de su emplazamiento, Ahmadineyad ha dejado claras sus intenciones. En el siglo XX la gente se burló con demasiada frecuencia de declaraciones como éstas, sólo para contemplar con horror cómo las acciones bárbaras seguían a la previa retórica inclemente, despreciada en su momento como la palabrería de un loco. Si debemos aprender las lecciones de la historia, debemos tomar al pie de la letra lo dicho por el liderazgo iraní.
 
Si bien la fuerza militar debe permanecer sobre la mesa, un ataque de precisión estaría cargado de riesgos militares, diplomáticos y económicos. Habiendo aprendido de la brillante incursión israelí contra la planta nuclear, de fabricación francesa, de Sadam Husein en Osirak (1981), los iraníes han dispersado sus proyectos nucleares en docenas de instalaciones, muchas de ellas bajo tierra o en zonas urbanas de elevada densidad demográfica, utilizando sin escrúpulos a los iraníes como escudos humanos.
 
Mahmud Ahmadineyad.Diplomáticamente hablando, un ataque complicaría los esfuerzos por promover la democracia y haría peligrar a regímenes prooccidentales como los de Jordania, Egipto, Pakistán o Arabia Saudí. En el plano económico, Ahmadineyad ha amenazado con quebrar el mercado del petróleo si se produce un ataque, lo que supondría una amenaza directa a la prosperidad occidental. Aunque Estados Unidos debe estar preparado para utilizar, si fuera necesario, la fuerza preventiva, con el fin de neutralizar la amenaza iraní, la elevada complejidad de la operación, y su potencial fracaso, debe reconocerse.
 
Por otra parte, las interminables negociaciones entre el UE-3 (Francia, Reino Unido y Alemania) y Teherán no están resolviendo el problema, y no provocarán el desarme del régimen iraní. Tras el escenario de las negociaciones, en Europa continental muchos desean secretamente que Estados Unidos acepte, sin más, la posibilidad de una República Islámica de Irán dotada de arsenal nuclear. Esta gente ignora la dura realidad de una política tan temeraria.
 
Y es que el resultado de tal inacción sería desastroso. En la región se desataría una carrera armamentística, con Turquía, Arabia Saudí y Egipto compitiendo por desarrollar sus propias armas nucleares. Irán se haría cada vez más agresivo en sus amenazas contra Israel, y podría armar a los innumerables grupos terroristas que protege. Israel no tragaría con este juego de ruleta rusa. El mundo pronto afrontaría un importante conflicto regional, probablemente con armas nucleares de por medio.
 
Una garantía de seguridad para Israel
 
Hay una vía para salir del presente estancamiento diplomático, que indicaría a los mulás de Teherán que Occidente va en serio en lo de poner coto a sus ambiciones nucleares y no permitirles desestabilizar Oriente Medio: Estados Unidos debe proponer el rápido ingreso de Israel en la OTAN como miembro de pleno derecho.
 
Israel cumple las exigencias de la OTAN: es una democracia, tiene una economía de libre mercado y puede contribuir a la defensa común. En realidad, al contrario de lo que sucede con muchos de los nuevos miembros, la suya sería una contribución neta a la Alianza, pues tiene capacidad de desplazamiento y logística, un cuerpo de oficiales de primera magnitud y un Ejército de primer nivel. Israel gasta casi el 10% de su PIB en Defensa, y tiene unas Fuerzas Armadas activas de hasta 167.000 efectivos, hombres y mujeres, con 358.000 en la reserva. Posee hasta 200 cabezas nucleares, así como unas Fuerzas Aéreas y una Marina bien equipadas.
 
La capacidad de Israel en materia de Inteligencia ha sido un activo crucial en la guerra global contra el terror: pocos entienden tan bien este conflicto. Como a Estados Unidos y a Gran Bretaña, la historia ha forzado a Israel a ser una genuina nación guerrera. Su ingreso en la OTAN sólo va a mejorar la capacidad de la Alianza.
 
Más importante aún, el ingreso israelí en la OTAN extendería explícitamente la disuasión nuclear de la Alianza hasta Tel Aviv y Jerusalén. Con lo que sería Teherán, y no el resto del mundo, quien tendría un problema con la proliferación. Cualquier ataque nuclear o convencional contra Israel, ya fuera directo o a través de enlaces como Hezbolá u otros grupos terroristas, sería respondido contundentemente por Occidente, hasta el punto de que la Batalla de Omdurman[1] podría parecer un paseo por el parque. Con el ingreso de Israel, los mulás dejarían de fantasear sobre el grado de determinación de Occidente a la hora de responder a la amenaza estratégica de Irán en la región.
 
El ingreso en la OTAN es el mayor disuasor frente a las aspiraciones de Teherán de unirse al club nuclear. Irán quiere la bomba, principalmente, para reducir Israel a un papel inferior en Oriente Medio y, en la práctica, mantener a Occidente como rehén de sus deseos de dominación regional. La disuasión extendida, con su historial demostrado en la Guerra Fría, sigue siendo la última y mejor posibilidad de hacer retroceder a los iraníes. El ingreso de Israel en la OTAN es, indudablemente, el modo más eficaz de resolver la crisis, a falta de acciones militares inmediatas.
 
La OTAN lleva buscando un papel en el mundo desde el final de la Guerra Fría, tras la caída de la Unión Soviética. Si va a seguir siendo relevante, debe adaptarse a las nuevas amenazas de la escena internacional y conservar su compromiso con la seguridad y los valores occidentales. La actual crisis cumple estos criterios; sólo se requiere una nueva manera de pensar para resolver este nuevo y peligroso desafío.
 
A la hora de hacer frente a la tormenta que se cierne sobre Irán, la OTAN del siglo XXI debe incorporar la visión de Sir Winston Churchill, que reconoció que el futuro de Occidente depende de su capacidad para afrontar y poner fin a las amenazas a su seguridad aparentemente distantes, que con frecuencia se encuentran más cerca de lo que parece. Ha llegado el momento de cambiar el cálculo geopolítico en Oriente Medio. 
 
 
John Hulsman y Nile Gardiner son analistas de la Heritage Foundation.
 

[1] Librada en 1898, fue una de las mayores victorias del Imperio Británico. La derrota del Ejército del Mahdi en Sudán marcó el triunfo de Occidente sobre el extremismo islámico.
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