En lo que va de año han lanzado formalmente sus campañas los senadores Hillary Clinton (Nueva York), Barack Obama (Illinois) y Chris Dodd (Connecticut), así como el gobernador Bill Richardson (Nuevo México). Para entonces ya estaban en la batalla los ex senadores John Edwards (Carolina del Norte) y Mike Gravel (Alaska), así como el ex gobernador Tom Vilsack (Iowa) y el congresista Dennis Kucinich (Ohio).
Ocho demócratas, ocho. Ocho potenciales comandantes en jefe en tiempo de guerra. ¿Cuál de ellos cree que diría esto en plena campaña electoral?
Estamos en guerra contra una alianza de islamistas, extremistas y terroristas. Es un eje del mal. Tiene sus cuarteles generales en Teherán y Waziristán [región de Pakistán fronteriza con Afganistán]; y, dado que se trata de una guerra no convencional, también en numerosas ciudades de Europa, Asia, África y Estados Unidos, en forma de células que se mueven en la sombra pero que están preparadas para golpearnos de nuevo como lo hicieron el 11 de Septiembre.El enemigo contra el que luchamos es (...) inhumano. Su violenta ideología se alimenta del expansionismo y el totalitarismo. En mi opinión, representa una amenaza a nuestra seguridad, nuestros valores y nuestro estilo de vida tan grave como la que representaron en el siglo pasado el comunismo y el nazismo.
¿Qué, no puede asociar esta declaración sobre la yihad global con ninguno de los aspirantes a la candidatura demócrata para las presidenciales de 2008? No se preocupe: era una pregunta-trampa. Se trata de unas palabras pronunciadas este mismo mes por el senador Joseph Lieberman en un foro sobre Irak organizado por el American Enterprise Institute. Lieberman compartió tribuna con su colega John McCain, del Partido Republicano, que no fue menos claro en su evaluación sobre la guerra y lo que está en juego.
Para McCain, que aspira a hacerse con la candidatura republicana para las presidenciales, la lucha contra los islamistas es la cuestión más acuciante del momento. En su modesta página de campaña aparece destacado un discurso reciente en el que McCain decía que la lucha contra el islam radical es "nuestra más importante obligación moral". Asimismo, calificaba a los yihadistas de "monstruos morales". Unos monstruos encuadrados en un movimiento "firme y disciplinado" liderado por un "fanático apocalíptico que ensalza el martirio y el crimen". Unos monstruos que "someterían a la Humanidad, y especialmente a las mujeres, a una teocracia feudal". "No podemos –concluía el senador republicano– tomarnos unas vacaciones de la Historia".
En la misma onda se encuentra el ex gobernador Mitt Romney (Massachusetts), que ha colocado la derrota de los yihadistas en lo alto de su lista de asuntos primordiales. "Los yihadistas están librando una guerra global contra Estados Unidos y sus aliados", ha declarado Romney. Su meta –advierte– es reemplazar Gobiernos legítimos por un califato, establecer una "teocracia". A juicio de este político republicano, uno de los objetivos principales de la OTAN debería ser "derrotar al islam radical", tanto militar como políticamente hablando.
En este punto, los demócratas callan.
Barack Obama ha lanzado un vídeo on line en el que se habla de economía, de sanidad, del calamitoso estado del sistema de pensiones, de los costes de la educación, de la división política. Por lo que hace a la seguridad nacional, apenas si se hace una mención, de pasada, a la guerra de Irak, a la que Obama se opone. ¿Y qué se dice del 11-S y de sus consecuencias? ¿Y de la yihad global? ¿Y del conflicto, igualmente global, entre la libertad democrática y la represión a lo talibán? Ni una palabra.
De la misma manera, en el tan ensalzado vídeo de Hillary Clinton no se dice nada acerca de la mayor amenaza de nuestro tiempo. En cambio, la senadora demócrata sí recoge en su página web un discurso que pronunció en octubre ante el Council on Foreign Relations; un discurso huero y declamatorio sobre la diplomacia, las conferencias internacionales y sobre cómo debemos afrontar las "condiciones problemáticas" que buscan los terroristas. Los neoyoquinos, dice la Clinton, no necesitan que se les diga que estamos en guerra contra "los terroristas que pretenden hacernos daño"; el caso es que ella no da muestras de ser de los que piensan que el futuro del mundo civilizado depende de que salgamos victoriosos de esta guerra.
Lo dicho para Obama y Clinton vale también para Edwards, Richardson y el resto de los aspirantes demócratas. Los demócratas parecen decididos a emular a John Kerry, que en 2004 insistía en que debíamos "volver adonde estábamos" antes del 11 de Septiembre; es decir, que volviéramos a considerar el terrorismo islamista no como una cuestión crucial, sino como algo "fastidioso" que debemos, simplemente, "mitigar", como el juego o la prostitución.
Ahora que entramos en la campaña para las presidenciales de 2008, nuestro panorama político sigue dividido. Por un lado están aquellos que ven a los islamistas como una molestia que debe ser mantenida bajo control, y por el otro quienes juzgan que son un enemigo existencial que es preciso eliminar. Puede que las elecciones se diriman en función de la fuerza de cada uno de estos bandos.
JEFF JACOBY, columnista del Boston Globe.