La Unión Europea sigue siendo la segunda economía más grande del mundo, después de Estados Unidos, y es un socio comercial importante para casi todas las naciones. Europa introdujo los conceptos modernos de libertad y justicia, y su cultura ha enriquecido la vida de la gente en todo el mundo. También ha sido una fuente del mal, tras la aparición del fascismo, el comunismo y el socialismo, que, conjuntamente, causaron la muerte de más de 200 millones de personas.
La historia nos indica que una Europa económicamente saludable beneficiaría a toda la humanidad, mientras que una fracasada y deprimida nos pone en riesgo a todos.
La participación europea en el PIB mundial ha caído de un tercio, hace dos generaciones, a un quinto. La economía de EEUU ha crecido el doble que la de los principales países europeos durante los últimos 20 años. En los últimos 25 años Europa ha creado cuatro millones de empleos nuevos (casi todos en el Gobierno), mientras que EEUU, con una población menor, ha creado 57 millones, casi todos en el sector privado.
La proporción de la población norteamericana que trabaja es un 20% más alta que en Alemania, Francia e Italia, y nuestro desempleo es la mitad: 5% contra 10%.
El gasto gubernamental de EEUU equivale a una tercera parte de nuestro PIB, mientras que en Alemania, Francia e Italia alcanza la mitad del PIB. Mientras más de dos terceras partes de los habitantes de EEUU son propietarios de sus viviendas; en Europa no sólo son muchos menos, sino que el tamaño promedio de sus viviendas es menos de la mitad.
Más preocupante aún es la caída del optimismo europeo. Mientras el 57% de la población de EEUU, según una encuesta de Harris Interactive, está muy satisfecha de su vida, en Alemania, Francia e Italia sólo lo está un 16%.
Este desmoronamiento europeo ha resultado en un considerable aumento del odio irracional y la envidia al mundo exterior, particularmente dirigido hacia EEUU. Muchos europeos no se dan cuenta del fracaso del socialismo y del llamado "modelo social de mercado". Ignoran las razones por las cuales Europa no crece, sino que se encuentra ahogada por una burocracia que destruye los incentivos mediante impuestos excesivos. Es más, Francia y Alemania están actualmente tratando de contaminar a las economías libres de Europa Oriental con su enfermedad intervencionista, y muchos intelectuales europeos se refieren con gran desprecio al "modelo anglosajón".
Sin embargo, el más influyente arquitecto de las políticas de crecimiento económico del siglo XX fue un economista austriaco, F. A Hayek. Si en Europa se conocieran las ideas de Hayek como se conocen las de Marx, sus problemas económicos desaparecerían.
Por su parte, el Gobierno del presidente Bush debe asumir una línea dura que incluya el dejar de financiar instituciones multilaterales como la OCDE, las Naciones Unidas y otras que promueven políticas de aumentos de impuestos y regulaciones, que tanto daño han hecho en Europa y en América Latina.
La vacuna contra el mal europeo es la cultura económica. En EEUU la población goza de mayor cultura económica que en Europa –por eso hemos sufrido menos de ese mal–, gracias al apoyo recibido por fundaciones no gubernamentales que se dedican a defender los fundamentos y ventajas del libre mercado, los gobiernos limitados y el capitalismo democrático.
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