El presidente Buteflika, el primer ministro –Abdelaziz Belkhadem– y el titular de Interior –Yazid Zerhuni– no pierden ocasión para defender la Carta. El jefe del Estado lo hizo incluso al poco de salir con vida de un ataque contra su persona perpetrado por un terrorista suicida el pasado 5 de septiembre en Batna; dijo entonces que la amnistía había permitido a varios centenares de terroristas deponer las armas. Pero los continuos atentados, la sensación de impunidad que transmiten hechos como que el fundador del GIA, Abdelhak Layada, se encuentre en libertad y los comentarios de la calle –hay quien dice que varios miembros de las Fuerzas de Seguridad se han suicidado ante la imposibilidad de soportar tanta tensión– ponen en cuestión dicho triunfalismo.
En las últimas semanas la actividad terrorista está siendo especialmente importante en las regiones de Bumerdés y Tizi Uzu, y tanto los falsos controles de carreteras como las degollaciones selectivas, que se hicieron trágicamente célebres en los años 90, han vuelto por sus fueros –si bien nunca desaparecieron por completo.
Desde que comenzara el Ramadán, el 13 de septiembre, las tradicionales escenas de festejos nocturnos en las calles se han reducido notablemente, por miedo a los terroristas. El 27 de septiembre, siete miembros de las Fuerzas Armadas y de Seguridad fueron asesinados en la Cabilia y en Bumerdés. Ese mismo día, tres guardias comunales que viajaban en un autobús de pasajeros fueron identificados en un falso control de carreteras cerca de Aït Ouerzedine, en la Cabilia, y posteriormente degollados y mutilados.
El 30 de septiembre tres terroristas fueron abatidos por las Fuerzas de Seguridad en la región de Ouled Salah. Poco antes habían caído otros cuatro, en Sahel Bouberak, en el marco de una gran operación antiterrorista que aún no se ha dado por concluida. Esa zona se ha hecho tristemente famosa en estos días por la ridícula imposición de la separación de sexos incluso en pequeñas paradas de autobús, así como por la presión de un grupo de alumnos de 2º de Secundaria para que una profesora de Francés porte el hiyab durante el Ramadán.
Semejante estado de cosas, que está provocando un amargo debate en los medios de comunicación y los blogs argelinos, demuestra que la semilla de la intolerancia y de la violencia está creciendo, y que ya es hora de reaccionar, antes de que sea demasiado tarde.
El 23 de septiembre un tribunal de la convulsa wilaya de Bumerdés condenó a trece adolescentes, los más jóvenes de tan sólo 14 años, a tres años de cárcel por haber mantenido contactos con Al Qaeda en la Tierra del Magreb Islámico (AQMI) en su ciudad de origen, Thenia. Todos ellos habían recibido adoctrinamiento y nociones de manejo de armas, así como recompensas por recabar datos sobre potenciales objetivos. No ingresarán en prisión, sino que estarán sometidos a tratamiento psicológico y a la vigilancia de sus padres, pero la sociedad está traumatizada con lo que revelan casos como éste.
La sentencia de Bumerdés coincidió con la publicación de un informe de la Agencia Nacional para la Salud en la Infancia que estima en al menos un millón el número de niños argelinos que viven traumatizados por la violencia terrorista. En dicho documento se dice que sólo el 5% de esos niños han recibido tratamiento psicológico, y se advierte del riesgo de que los demás acaben banalizando la violencia.
Hay que atender asimismo al frente externo de la amenaza, por mucho que determinados sectores políticos y militares argelinos no quieran hacerlo, empeñados como están en transmitir la sensación de que las políticas recientemente aprobadas están trayendo al fin la estabilidad. El primer ministro iraquí hizo referencia en la pasada Asamblea General de la ONU al daño que el terrorismo está causando también fuera de su país. "Terroristas de Al Qaeda han salido de Irak con destino a países como Argelia", llegó a afirmar. Entre tanto, el jefe del Estado Mayor argelino de la Defensa, general Ahmed Gaid Saleh, reunía por separado a los jefes de los tres ejércitos para pedirles eficacia y contundencia frente al terrorismo yihadista... pero resistiéndose a aceptar que el de AQMI forma parte de la red de redes.
En esa línea, algunos medios de comunicación argelinos destacaban el 27 de septiembre las disensiones entre el embajador de Argelia en Egipto, Abdelkader Hadjar, y el embajador de EEUU en Argel, Robert Ford: mientras que para el primero la conexión entre Al Qaeda y el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate es puro márketing, para el segundo –cuyo anterior destino fue la embajada de EEUU en Bagdad– es una realidad. Curiosamente, se han venido filtrando noticias, aún no contrastadas, sobre la posible destitución del jefe o emir de AQMI, Droukdel, lo cual transmitiría una imagen de división interna y de debilidad relativa de los terroristas, como consecuencia de la aplicación de la Carta para la Reconciliación, muy beneficiosa para el Gobierno de Argel.
Droukdel es el tercer emir del GSPC en la presente década. El primero, y fundador del grupo, Hassan Hattab, fue detenido el 22 de septiembre en el barrio capitalino de Hussein Dey, y sobre él pesan dos fuertes condenas, una a muerte y otra a cadena perpetua, dictadas en junio de este mismo año; el segundo, Nabel Sahraoui, murió en 2004 en el transcurso de un enfrentamiento con las fuerzas de seguridad.
Lamentablemente, y aunque fuera cierta la destitución de Droukdel, cabe recordar que tanto el GIA –recuérdese que se solía hablar más bien de "los GIA"– como el GSPC han sufrido divisiones internas, con frecuencia resueltas con mucha sangre, lo que no les ha impedido seguir llevando a cabo su misión letal de la misma manera que AQMI y los otros grupos que aún pueden permanecer activos en el país.
Hattab, que había anunciado en marzo de 2005 su disponibilidad a dejar las armas, cayó inmediatamente en desgracia entre sus compañeros del GSPC. Su decisión no condujo directamente a un acuerdo con el Estado en el marco de la Carta de Reconciliación, y finalmente cayó detenido cuando su figura parecía representar ya muy poco. No obstante, y según el diario Al Hayat, su detención, producto de una investigación policial sobre los apoyos logísticos con que cuenta AQMI, se produjo mientras celebraba una cena de Ramadán con antiguos miembros del GSPC liberados en aplicación de la Carta.
Por último, hemos de advertir de que nuestro sistema judicial ha dado una nueva muestra de debilidad a la hora de afrontar con eficacia la amenaza del terrorismo yihadista salafista de matriz argelina. Un grupo constituido por siete argelinos y un tunecino, todos ellos procesados por el juez Baltasar Garzón por colaboración con Al Qaeda –principalmente, en la elaboración de documentación falsa para facilitar el desplazamiento de yihadistas a Irak–, fue absuelto el 28 de septiembre por la Sección Tercera de lo Penal de la Audiencia Nacional, tras considerarse nulas la mayoría de las pruebas presentadas en su contra. Las dificultades a la hora de reforzar la carga de la prueba cuando de sospechosos de terrorismo yihadista salafista se trata están a la orden del día. Esta debilidad no ha de verse agravada por la falta de atención e interés hacia situaciones que, como la que padece Argelia hoy en día, tan importantes son para nuestra propia seguridad.
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CARLOS ECHEVERRÍA JESÚS, director del Área de Terrorismo Yihadista Salafista del Grupo de Estudios Estratégicos.