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HISPANOAMÉRICA

El significado de las elecciones chilenas

El pasado día 17, la coalición de centro-izquierda que gobernó Chile por 20 años perdió el poder porque su candidato, Eduardo Frei, se apartó de su propia trayectoria y propuso debilitar fuertemente la exitosa estrategia de desarrollo de libre mercado iniciada en 1973 por el gobierno militar.

El pasado día 17, la coalición de centro-izquierda que gobernó Chile por 20 años perdió el poder porque su candidato, Eduardo Frei, se apartó de su propia trayectoria y propuso debilitar fuertemente la exitosa estrategia de desarrollo de libre mercado iniciada en 1973 por el gobierno militar.
Eduardo Frei.
El grito de batalla de Frei en la campaña fue: "Más Estado, más Estado". Su alianza electoral explícita con el anacrónico Partido Comunista (por un 5% del voto), al cual hasta le aceptó 12 compromisos limitantes de su posible gobierno, alejó a muchos electores de centro, que fueron claves en su derrota.

La gran paradoja chilena es que los cuatro gobiernos de la Concertación que sucedieron al del presidente Pinochet, pese a criticar a éste despiadadamente, mantuvieron todos los pilares del modelo económico que el equipo de economistas liberales con que se rodeó aquél introdujo en el país. Incluso fueron rigurosos en mantener los equilibrios fiscales, aunque ayudados por la bonanza del cobre, y siguieron la senda de la apertura al exterior, concluyendo tratados de libre comercio con Estados Unidos, China y la Unión Europea. 

Fue clave que los gobiernos de centroizquierda mantuvieran intactos el exitoso sistema de pensiones privado, que permitió la mayor inversión, el mayor ahorro, la mayor acumulación de capital en la historia de Chile; el régimen de concesiones privadas que ha permitido el boom minero, principal recurso económico del país, y la independencia del Banco Central. Pero los dos últimos gobiernos endurecieron el mercado laboral, lo que aumentó el desempleo; subieron los impuestos, lo que redujo la iniciativa individual, y crearon una exagerada política asistencialista, que redujo el ritmo de crecimiento económico.

Sebastián Piñera.Con su votación mayoritaria en contra de la Concertación, tanto en la elección presidencial como en la parlamentaria (un mes antes), los chilenos (particularmente la clase media emergente) han reconocido que el mercado y la empresa privada son la clave para alcanzar el desarrollo pleno. Diversos estudios serios concluyeron que los chilenos piensan que su éxito personal y familiar depende de su propio esfuerzo y no del Estado.

El resultado de las elecciones es, entonces, un avance para Chile. Pero hay que aclarar que la propuesta de Sebastián Piñera, el candidato ganador, no contiene un genuino programa liberal que permita asegurar que Chile se transformará en un país desarrollado durante su gobierno. Entre las debilidades del mismo se cuentan la extensión de la ya exagerada red de subsidios de todo tipo, que debilita el anhelo de los chilenos por forjar su propio destino –con un Estado facilitador, en vez de con uno de corte asistencialista– y la omisión de cualquier propuesta de enfrentar a los intereses creados sindicales y gremiales, que han capturado diversos sectores e impiden el aumento de la competitividad, necesaria para alcanzar las tasas de aumento de la productividad que hi1ieron posible el milagro económico chileno.

El país espera con ansiedad la conformación del gabinete ministerial. Varios de los colaboradores de Piñera tienen unas trayectorias que dan pie al optimismo, a confiar en que Chile vuelva a crecer a tasas anuales del 7%, clave para eliminar la pobreza y alcanzar el ansiado desarrollo. Lo que sí es claro es que nunca un gobierno tuvo tantas facilidades –reformas estructurales ya hechas y consolidadas, altísimo precio del cobre, bonanza fiscal, simpatía internacional– para dar un nuevo impulso al país. Es demasiado temprano para emitir un veredicto definitivo. Los primeros 100 días de gobierno serán esenciales.


© AIPE

CARLOS A. GÓMEZ, profesor universitario y consultor económico.
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