Gracias al socialismo de Velasco Alvarado y al estatismo de Alan García, los peruanos perdieron tres décadas, y recién en 1992 recuperaron el PIB per cápita que llegaron a tener en 1960. Para entender la gravedad del tiempo perdido, considere que en 1960 los surcoreanos eran más pobres que los peruanos, mientras que en 2010 su ingreso per cápita fue tres veces superior al de estos últimos.
Perú retomó la senda del crecimiento y el desarrollo hace casi dos décadas. Esto es algo difícil de creer para ese 34,8% de peruanos que continúa viviendo en la pobreza. Para ellos, debe de ser difícil entender que el desarrollo económico es algo complicado, y desde luego mucho más lento de lo que quisieran. No obstante, la situación es mucho mejor ahora que en 2002, cuando el 53,8% de la población era pobre.
Otro indicador de que la economía se ha desarrollado de manera saludable es el aumento de la productividad total de los factores; es decir, los peruanos logran producir más con cada unidad de insumos. Este indicador empezó a mejorar a principios de los 90, tan pronto la economía se abrió. Unilateralmente. En esa década Perú tenía un arancel promedio nominal de más del 25%; para 2010 tenía uno de menos del 5%.
No es cierto que solo la costa se ha beneficiado del desarrollo generado con este modelo. Así, la interior Ayacucho registró uno de los crecimientos acumulados más altos del país en el período 2001-2009: del 80%.
Dicen que en Perú el aumento de la riqueza solo le ha llegado a las clases media y alta. Sin embargo, entre 2003 y 2009 el quintil que menos vio crecer su ingreso fue el de los más ricos, solo un 25%, mientras que el quintil de los más pobres lo vio subir en un 45%.
Claro que no hay que conformarse. Perú sigue teniendo uno de los mercados laborales más rígidos del mundo, y una brecha de inversión en infraestructura equivalente al 30% del PIB. Lo ideal sería hacer una segunda ronda de reformas para resolver estos problemas y otros.
Según José Luis Sardón, profesor de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas, la corrupción y la inseguridad persistentes explican, en alguna medida, que un 31% del electorado diera su voto a Humala y otro 23% a Keiko. Sin embargo, la explicación principal radica en la fragmentación del sistema de partidos, que también explica la elección de Hugo Chávez en Venezuela en 1998 y la de Rafael Correa en Ecuador en 2006. En estos países la corrupción –en el mejor de los casos– sigue igual, y la seguridad ha empeorado considerablemente. Pero lo peor de todo es que tanto en Venezuela como en Ecuador hemos perdido libertad.
© El Cato
GABRIELA CALDERÓN, editora de elcato.org.