Aparte de diplomáticos de la OSCE, del personal y de dos representantes de la Comisión Norteamericana para la Libertad Religiosa, los participantes eran alrededor de 25 representantes de ONG musulmanas, así como de organizaciones europeas y norteamericanas de vigilancia de los derechos humanos.
Debí haberme imaginado que algo no encajaba porque he sido testigo de gran parte del daño causado por la OSCE desde que fui a la Bosnia Herzegovina y el Kosovo de posguerra, a finales de los años 90. Y no olvide que la OSCE fue la organización internacional que tuvo el descaro de proponer "observar" las elecciones presidenciales norteamericanas, por presuntas irregularidades. Pero tiene un historial especialmente malo en los Balcanes, como se ha señalado en The Weekly Standard.
La OSCE es, por decirlo claramente, la corrección política personificada. Su agenda para combatir la intolerancia y la discriminación incluye a todo el mundo, desde las prostitutas a las víctimas de abusos escolares en los recreos. Pero es obvio que la situación del Islam en Europa, que últimamente ha implicado el derramamiento de sangre en diversos países, es percibida por los osceócratas como un desafío inabordable. Los bienhechores no tuvieron más opción, aparentemente, que relegar la mesa de trabajo sobre los musulmanes a un lugar ajeno a la agenda y celebrar la reunión en el sótano de un hotel.
Fuentes fiables informaron de que la conferencia de la OSCE sobre el Islam fue una compensación por la conferencia sobre el antisemitismo celebrada en Córdoba (España) a comienzos de este año. Pronto quedó claro que el evento no serviría para mucho más que como plataforma para sermoneadores y excéntricos procedentes de países tales como Gran Bretaña o Dinamarca, que estaban allí para defender el islam radical. Resulta que los defensores del fundamentalismo islámico son aún más agresivos, desafiantes y aguerridos que sus homólogos norteamericanos.
Así, un funcionario religioso de Gran Bretaña, el imán Abduljalil Sajid, del grandiosamente (y, se diría, falsamente) denominado Consejo Musulmán para la Armonía Religiosa y Racial, acaparó gran parte de los debates de la mañana, con ruidosas denuncias contra Tony Blair por su presunto asalto a los derechos civiles tras el 7-J. Antes de eso, este líder religioso, al ser preguntado qué escuela de derecho religioso, o madhdhab, seguía, declaró: "Yo me salto todas".
El imán Sajid deleitó a la audiencia con las numerosas ocasiones en que había hecho frente a Blair, insistiéndole en que Islam y terrorismo no tienen conexión alguna. También ofreció una diatriba contra el internamiento en Guantánamo. En las mentes de muchos de los musulmanes presentes en el acto, aparentemente, los atentados de Londres y los ataques que les precedieron, así como la ideología radical que los inspiró, son irrelevantes; lo único que importa es cargar contra la respuesta legal de las autoridades británicas, de las norteamericanas y de otras autoridades europeas.
La frase "la lucha contra el fundamentalismo" estaba incluida en la agenda de la reunión, pero no se dijo ni una palabra sobre hasta el último momento, cuando el diplomático turco Omur Orhun rebajó su voz hasta casi un susurro. Afirmó, al cierre de las deliberaciones, que eventualmente tendría que hacerse frente el problema del extremismo, "porque eso es lo que nos ha traído a todos aquí". Pero escuchando a muchos de los demás participantes uno habría dicho que el temor a los musulmanes entre los no musulmanes de Europa es una expresión de parcialidad puramente gratuita; o, en palabras de Nuzhat Jafri, del Consejo Canadiense de Mujeres Musulmanas, el resultado de "las decisiones de la política exterior norteamericana".
Cuando le señalé que los terroristas wahabíes de financiación saudí han atacado Turquía, un país que se opuso a la política exterior norteamericana en Irak, igual que Marruecos o Indonesia, que no tienen nada que ver con las políticas de Washington, la señorita Jafri se limitó a reconocer que existen "causas primeras adicionales"; causas que dejó sin describir.
Otros fueron menos contenidos. Los países escandinavos parecen experimentar una particular incapacidad a la hora de excluir a los fundamentalistas musulmanes de su territorio. Bashy Quraishy, un hombre que niega ser religioso y que afirma no ser musulmán practicante, parece haber adoptado la defensa del islam radical como opción profesional, y es un empleado de la Federación de Organizaciones de Minorías Étnicas de Dinamarca. Aunque reconoce su falta de formación religiosa y su distancia del Islam, no tiene ningún problema en presentarse a sí mismo como experto en el mismo.
Quraishy se empleó a fondo en acaparar la atención. Mientras el imán Sajid hablaba acerca de la ausencia de vínculo alguno entre Islam y terror, Quraishy exigía se impidiera que los medios globales lleguen siquiera a sugerir tal cosa. Sus folletos impresos, apilados a un lado de la mesa, tenían un tono alucinatorio. Para él, América atacada –un documental de la CNN emitido tras el 11 de Septiembre– tenía prejuicios ofensivos. Además, insistían los panfletos de Quraishy, "no hubo ninguna prueba, nadie los reivindicó, y no se echó la culpa a ningún país o grupo particular" de los ataques al World Trade Center y el Pentágono. No hubo sino "alusiones directas" contra el Islam.
También recicló los ataques del difunto Jude Wanniski contra Richard Perle como el perverso controlador "del periodismo acrítico y nacionalista y el uso intencionado de terminología antiislámica como herramienta propagandística". Quraishy reprodujo los clichés empleados por Al Qaeda y sus defensores: "Las Cruzadas han vuelto", y Sadam no era sino "un minúsculo dictador" en Irak. En sus folletos se afirma incluso que "fundamentalista", "gueto" y "cuadrillas étnicas" son términos de odio, y que no se deben utilizar en ningún medio.
El resto de la palabrería fue menos fervorosa, pero igualmente absurda. Los musulmanes canadienses se quejaron del efecto de la Patriot Act estadounidense en su país. Mientras caía la tarde, frases como "supuestos terroristas" se escuchaban cada vez más. El británico Mohamed Aziz, de Faithwise, declaró que los miembros de su comunidad son "antes que nada, responsables ante Alá (...) después ante la umma", o Islam global, y sólo en último lugar ante el país en que viven.