Con un retraso de treinta años, los europeos descubren lo que ya sabían: Asia produce productos de consumo. Por aquellos años, la China comunista, siendo una fortaleza antártica, sólo exportaba guerras (Tíbet, Corea, Camboya, etcétera); los productos asiáticos que se vendían en Europa provenían de Hong Kong, Taiwán, India y otros países de la región, pero nada de la China comunista, salvo propaganda.
Habiéndose este país convertido al capitalismo –económico, pero no político–, es lógico que abra sus fronteras, y que produzca mucho más y exporte mucho más que otros países asiáticos. China es inmensa. A mí me ha llamado la atención constatar con qué unanimidad los partidos políticos, de izquierda, derecha, centro y Calatayud, los sindicatos, los gobiernos, la Comisión, todos a una, tuvieron la misma respuesta: atrincherarse, levantar murallas, imponer nuevos aranceles, poner aceite hirviente en lo alto de las fortificaciones, para rechazar al invasor y proteger a las viudas y a los huérfanos, o sea a las empresas textiles, y otras, europeas que aún viven en el siglo XIX.
Nadie, absolutamente nadie, ni socialistas, ni sindicatos, ni ONG, nadie, se ha atrevido a formular una constatación evidente: los consumidores europeos –y sobre todo los más humildes, claro– están encantados de poder comprar pantalones, camisas, zapatos chinos, infinitamente más baratos que los "Made in Europe". Esta realidad, sencilla y cotidiana, se oculta porque no cabe en la ideología-mitología dominante y contradice el "modelo social" europeo; el mejor del mundo, con veinte millones de parados y empresas anticuadas incapaces de producir barato.
Pues sí, la "invasión" china es positiva para los consumidores europeos. Y además es imparable: el mercado ya es mundial, y lo será cada vez más. China no es sólo un país que exporta, es un país que importa; y si se cierran las fronteras a sus productos, cerrarán las suyas a los productos extranjeros, lo cual sería una catástrofe para todos. Desde luego, no será la OMC, dirigida por el socialburócrata Pascal Lamy, la que va a liberalizar al máximo los intercambios comerciales internacionales: se limitará a poner parches en patas de palo, cuando no nuevas trabas y aranceles.
Con motivo de la exorbitada protesta ante este nuevo "peligro amarillo", hemos visto por televisión, y por primera vez, varios reportajes sobre la producción textil en China: inmensos talleres con miles de mujeres cosiendo con máquinas de coser como las que usaban nuestras abuelas, o sea una producción perfectamente arcaica, en la que la cantidad sustituye a la calidad y a la tecnología, pero las empresas textiles europeas parcialmente automatizadas son incapaces de competir con esos arcaísmos y van a una quiebra segura y lógica. Ni siquiera son capaces, salvo en ciertos casos (la alta costura y otros productos de lujo), de imponer la calidad a la cantidad, porque los "pantalones chinos" producidos y exportados masivamente son de una calidad comparable a los producidos mal y caramente en Europa.
He elegido el caso del pantalón chino como hubiera podido elegir muchos más, porque abundan; lo que quiero brevemente señalar es que si a todas luces este ejemplo muestra a la mundialización como la evidencia de que las soluciones liberales son las más eficaces: intercambios internacionales cada vez más libres entre los continentes, supresión de los aranceles, drástica disminución tanto de los impuestos como de las subvenciones estatales, etcétera (Carlos Rodríguez Braun lo explicaría mejor que yo), menester es constatar que la mayoría de los europeos opina exactamente lo contrario. Cuando se oye a la socialburocracia europea, apoyada por su socio putativo del PPE (y en Francia todos, desde el presidente hasta el PCF), defender el "modelo social europeo", condenar la mundialización, exigir fortificaciones arancelarias y defender la difunta Constitución como barrera contra el liberalismo, no es de extrañar que "algo esté podrido en el reino de Dinamarca" (bueno, en la Dinamarca actual, menos).
La izquierda de esta chusma, Attac, PC, verdes, trotskistas, etcétera, va por los platós de televisión repitiendo que los "treinta años de política ultraliberal nos han conducido al paro y a la crisis económica", y nadie protesta, al revés. ¿Qué política ultraliberal existe en Francia, Alemania y otros países europeos? Ocurre exactamente lo contrario: es precisamente por eso que hay paro y crisis... menos en los países con pinitos liberales, como Reino Unido, Dinamarca, Holanda, ayer, y una verdadera tentación liberal en Europa del Este, y es por eso que en esos países hay menos paro y más crecimiento.
No olvidemos nunca que los países del Este han vivido durante cincuenta años bajo el régimen comunista, que tantos quieren copiar hoy, y están vacunados contra la planificación socialista de la economía. Pero da lo mismo, porque no estamos en el terreno de la realidad y de los hechos, sino en el del oscurantismo y de la mentira como dogma, que funcionan porque son "de izquierdas". Y la pazguata, acomplejada y fofa derecha sirve sus mentiras en bandeja (véase Piqué).
El reino de la mentira dogmática no domina sólo en cuestiones económicas y sociales, también en problemas de política nacional e internacional. De la misma manera que se condena el liberalismo con estrafalaria superstición se sigue condenando a los USA (y a Israel), digan lo que digan, hagan lo que hagan. Daré un solo ejemplo, también en este caso: día tras día, noche tras noche, políticos y escribidores denuncian "las torturas en Guantánamo y Abú Ghraib" como las peores monstruosidades de la Historia de la Humanidad. Sin que venga siquiera a cuento, gentes como Miguel Ángel Aguilar (bueno: él es, sin comparación, el más necio de los correveidiles) repiten el estribillo de las "torturas".
Pues bien ¿qué pasa en Guantánamo?¿Dónde están las pruebas de las torturas? No existen, ni son necesarias, porque la única y fehaciente prueba es la maldad congénita de los USA y Bush. Otros, más comedidos o hipócritas –y hasta ciertas autoridades judiciales norteamericanas, cosa que no es de extrañar en un país democrático– critican el hecho de que en Guantánamo los presos estén encerrados sin juicio. ¿Desde cuándo se juzga a los prisioneros de guerra? Se les encierra, y por lo general se les libera (sin juicio) en el momento del armisticio.
¿No son prisioneros de guerra, son presos políticos? Pues son curiosos "presos políticos", estos talibanes terroristas detenidos con las armas en la mano. En todas las guerras anteriores, a los terroristas armados se les fusilaba, porque estaban "fuera de las leyes de la guerra" y de la Convención de Ginebra. Aquí, en cambio, se les encierra, se les permite jugar al fútbol y a veces se les libera. Pero da lo mismo, las "torturas de Guantánamo" siguen siendo la retahíla de los canallas.