La diferencia entre una sociedad basada en el mercado natural y otra sometida al estatismo radica en la suplantación, en ésta, de las relaciones humanas que se darían naturalmente en el mercado por regulaciones impuestas por el poder represivo del Estado. Así, se cambia el acuerdo voluntario entre las partes por imposiciones estatales, cada vez más violentas.
Entonces, no es casualidad que en una Latinoamérica cada vez más estatista, izquierdista y populista los conflictos se potencien.
La dirigente opositora argentina Elisa Carrió aseguró recientemente: "El otro problema, que (...) es más grave incluso que el ecuatoriano-colombiano, es la gravísima situación [derivada de una] posible escisión de Bolivia". Por su parte, Joaquín Morales Solá, del diario argentino La Nación, escribió, a raíz de la incursión colombiana en Ecuador, que América Latina está "a un paso de perder (...) la paz". "La intromisión de Chávez –añadía Morales–, con sus llamamientos de hermandad a los guerrilleros de las FARC y con su reconocimiento de éstas como ejército beligerante, no necesita ya de pruebas".
Probada o no la complicidad de los Gobiernos de Ecuador y Venezuela, ya sabemos (desde que la URSS y Castro apoyaban a todos los guerrilleros) que los terroristas no podrían existir sin apoyo estatal, local o extranjero; directo o indirecto: el tráfico ilegal de drogas duras (que provocan 8.000 muertes al año en la UE), que financia a las FARC, no existiría si los Estados permitieran el comercio de las mismas, como lo hacen con otras drogas peores, como el tabaco (que provoca, sólo en la UE, cerca de un millón de muertos cada año) y el alcohol.
Esta crisis la inició el presidente más popular de América Latina, Álvaro Uribe, de un centro-derecha no muy respetuoso con la naturaleza del mercado. Y era de esperarse la respuesta de su par ecuatoriano. Pero las cosas se desbordaron cuando Chávez sobreactuó. Para Elisa Carrió, esa "exagerada" reacción estaba "directamente vinculada" con las "relaciones [del venezolano] con las FARC" y con la situación interna de "grave inflación y desabastecimiento" que padece Venezuela.
Sobreabundan en Venezuela los barriles de petróleo, que están a 100 dólares la unidad, pero hay escasez de gas natural, de repuestos para automóviles, de leche, etcétera. Además, los ciudadanos se ven obligados a perder valiosísimo tiempo de sus vidas haciendo interminables colas para conseguir productos básicos. Sobre esta pésima situación, y si el conflicto hubiera continuado, el comercio binacional entre Venezuela y Colombia podría haberse reducido un 50%. Irónicamente, Colombia es el segundo socio comercial de Venezuela, en cuanto a exportaciones no tradicionales, mientras que el primero es EEUU, por la compra de crudo.
Desde 2004, Chávez ha gastado unos 5.000 millones de dólares en la modernización de su ejército. Así, ha adquirido, por ejemplo, 24 cazabombarderos Sukhoi, 53 helicópteros y 100.000 fusiles, y encargado tres submarinos con misiles crucero. Pero sus fuerzas armadas no son ni la quinta parte de las de Uribe, y no tienen la experiencia de éstas; además, están ideológicamente muy divididas. Aun unidas a las todavía más pequeñas de Ecuador, no podrían contrarrestar el poderío militar colombiano y la alianza de Bogotá con Washington. Al amparo de esta alianza, Colombia ha recibido más de 4.000 millones de dólares para mejorar el entrenamiento y equipo de sus soldados, lo que le garantiza el acceso a la tecnología más moderna.
Pero también es cierto que la capacidad militar de EEUU era muy superior en Vietnam y salió derrotado.
Cuando todos anunciaban lo peor, después de tantos gritos y acusaciones gravísimas, durante la cumbre del Grupo de Río hubo apretón de manos entre los tres mandatarios. Al fin de cuentas, el show del estatismo debe continuar.
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