Es probable que el maestro crea que su discípulo sí puede graduarse y vea en él al personaje que puede convertir Latinoamérica al socialismo, llevar la región a una era de prosperidad.
Trato de comprender la contradicción manifiesta entre el neo-comunismo de Hugo Chávez, que dice representar al pueblo secularmente reprimido, asume su defensa y ofrece sacarlo de la miseria, y la metamorfosis que está experimentando la Cuba de Fidel y Raúl Castro. Pareciera que éstos hablaran en una dimensión y el venezolano estuviera en otra, la desconocida...
Según informa Granma, el órgano oficial del partido comunista cubano, Raúl ha admitido que a la isla no le queda más alternativa que aplicar reformas para superar la devastadora crisis económica; mientras, en Venezuela, Chávez refuerza su apuesta por las nacionalizaciones y expropiaciones.
Hay países con gobiernos de tendencia socialista moderna que cimientan el desarrollo confiando en los empresarios e industriales y aceptando inversiones foráneas. No defiendo el capitalismo salvaje; en cambio, creo que los dirigentes de este continente deberían crear un sistema político de capitalismo popular, respetando la democracia y la justicia social, sin ambiciones personales.
Mientras en Cuba se ha reconocido que las empresas estatales no son rentables y se ha despedido a miles de burócratas –y obligado al sector privado a emplear esa fuerza laboral–, en Venezuela Chávez hace engordar la burocracia y los sueldos oficiales, especialmente en el ejército, donde hay una pugna entre leales al Estado y leales al dictador.
Cuba no vive el añorado cambio que idealizan los exiliados en Miami. Lo que sucede es que, con sagacidad, los hermanos Castro van cediendo, sin reconocer en forma abierta que el sistema falló. Pretenden corregir su paso por la historia y quedar como los que, al final, salvaron al pueblo, con algo de dignidad, usando para ello el oxígeno monetario que les suministra su venezolano alumno enrevesado. En el fondo, saben que deben ceder, porque su lema de "Patria o muerte" podría mutar pronto en este otro: "Cambio o mueren".
La pregunta del millón es: ¿qué sentido le dará a la tarea Hugo Chávez? Solo él lo sabe. Reencauchando ideas populistas del pasado, como la de echar abajo "la soberbia de la oligarquía" –así habla cuando habla de la oposición–, el tirano procura atesorar el apoyo de la clase menos favorecida, a la que promete una ilusoria reparación por tantos años de afrentas.
Desde que perdió terreno en las elecciones de septiembre, cuando sus rivales ganaron posiciones en la Asamblea Nacional, Chávez es una fiera herida y vengativa que está llevando a Venezuela hacia un doloroso fin.
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