El mismo lenguaje mendaz y un similar designio de expansión caracterizan al nuevo pacto entre sendos herederos del dúo mortal: el islamismo necrófilo y el trasnochado comunismo, cuya amistad ya lleva dos décadas pero ahora se agita peligrosamente. En Teherán echan fieros contra las inspecciones de la ONU (13-1-06): "No nos asustan las potencias extranjeras: si nos causan problemas, lo lamentarán". Y en el Caribe, quien lleva 47 años gobernando ha sido rescatado de su lastimosa irrelevancia por un demagogo que desparrama su icono desde Caracas.
Los une el común denominador del insulto antinorteamericano y antiisraelí, y el intento de desestabilizar Occidente y socavar sus logros.
Probablemente debido a que en Cuba no hay libertad de prensa, su ubicuo jefe no se ha enterado de que el comunismo fracasó en el mundo entero, incluido el que padecen los pobres cubanos, que emigran en estampida cada vez que se entreabre la celda insular. Pero Hugo Chávez se ha propuesto redimir el fiasco parloteando un curioso aggiornamiento al que denomina "socialismo del siglo XXI". Es decir, que, como olímpicamente atascaron el XX, habría que concederles un siglito más para ensayar alguna otra receta.
El nuevo "sistema" ya no aspira a la propiedad racial o social de los medios de producción, sino más modestamente a dilapidar el oro negro iraní en terrorismo, y el venezolano en delirios de grandeza. Mil doscientos millones anuales a Fidel, 1.000 en bonos a Argentina, 700 al Caribe y al Paraguay, 300 a Jamaica, 30 a Bolivia y a los menesterosos de EEUU, y que se estire la cola de los agraciados por Venezuela –siempre y cuando no sean los millones de paupérrimos venezolanos y sus 200.000 niños abandonados.
El nuevo Eje puede rastrearse hasta cuando Jomeini se apoderó de Irán (1-2-79) y Fidel Castro alabó "el papel revolucionario del Islam" y llamó a ese régimen "un bastión de dignidad y de independencia". Chávez mejoró los loores (12-3-05) y lo denominó "democrático, ético y faro para el mundo".
En mayo de 2001 y en Irán, ambos líderes revolucionarios (el del progreso y el del Medioevo) se estrecharon en un antiimperial abrazo que rubricaba un mero crédito de 20 millones de euros a la empobrecida Cuba y el fluir del petróleo iraní. Pero la batalla estaba por delante, porque Castro arengaba en la Universidad de Teherán que "aún hay un sha en el mundo" y sentenciaba que "no hay contradicción alguna entre religión y revolución". Claro que no la hay: su propia ideología es una religión con estrafalarios dogmas, profetas y textos sagrados. Religiosamente la vocifera su embajador itinerante en Sudamérica, quien ya ha provocado entredichos con varios de sus vecinos, porque desea arrastrarlos a la malgastada prédica de confrontación.
El último fue con el presidente peruano, Alejandro Toledo, quien advirtió a Chávez (11-1-06) de que no se comporte como "presidente de Latinoamérica" ni desestabilice la región con sus petrodólares. También Evo Morales morigeró su lealtad al nuevo Eje cuando, hace unos días, desistió de viajar a Irán y pronunció en Sudáfrica (11-1-06) palabras de aparente reconciliación con EEUU.
Dos preguntas ingenuas
El incipiente Eje, como es habitual en el totalitarismo, cultiva la judeofobia, que le es triplemente útil: para canal de desecho, para cosechar popularidad entre los que odian y para tantear en qué medida la comunidad internacional responde ante su voracidad.
A fin de firmar el pacto con Hitler, Stalin reemplazó a su principal diplomático, Litvinov, se comprometió a remover del Soviet al resto de judíos distinguidos y elogió del nazismo "el embate contra la religión judía". Osama aprendió, y a partir de abril de 2004 comenzó a centrarse en "el problema de Palestina", para que Europa se hiciera a un lado mientras el islamismo procedía a civilizar.
También Castro entendió el presente rol de los israelitas como "chivo expiatorio de los países" y trabajó codo a codo con los ayatolás para expulsar al Estado hebreo de la ONU. Casi lo consiguen, con una resolución de la Asamblea General (16-12-82) que definía a Israel como único país del mundo "no amante de la paz" (vale recordar que dos terceras partes de las condenas de la ONU son contra Israel).
Su devoto también hizo méritos: allanó la escuela hebrea de Venezuela (29-11-04), el suyo fue el único Estado que se opuso a condenar a Irán en la Agencia Internacional de Energía Atómica (27-9-05) y atinó a combinar dos motivos tradicionales del arsenal judeofóbico al declarar (24-12-05) que "los descendientes de los que crucificaron a Cristo se han apoderado de las riquezas del mundo". Se hizo eco del libelo el canal televisivo oficial, dedicando su programa 'La Hojila' (5-1-06) a atacar a los judíos, que "son los dueños de todos los medios". La andanada se remonta al ya fallecido asesor de Chávez de hace una década, Norberto Ceresole, nazi autoproclamado "revolucionario contra el Orden Mundial Yanquisionista".
Pueden formularse dos ingenuas preguntas: una, cómo se compatibiliza la exhortación de Irán para destruir a Israel con sus promesas de avances nucleares "pacíficos" y de "no atacar a ningún Estado". La respuesta es que, en la definición de Ahmadineyad, Israel no es un Estado sino "el cáncer de Oriente Medio"; ergo atacarlo no es atacar, sino sólo defender al Islam y a la humanidad.
Así, el portavoz de Hamas, Sami Abu Zuhari, declaró en Al Yazira (7-9-05) "oponerse al método del asesinato"… pero no aclaró que, para él, el asesinato de judíos no es tal, sino que, de acuerdo con la plataforma de su agrupación, constituye un sendero liberador.
El mundo es testigo de la conformación del nuevo Eje. John Bolton, embajador de EEUU ante la ONU, criticó (8-1-06) la pasividad de Naciones Unidas ante las intenciones de Irán de "borrar a Israel del mapa" (en rigor, la ONU ya borró a Israel: Kofi Annan nunca se disculpó por haber posado allí frente a un mapa de Oriente Medio que excluía el país judío, 29-11-05). Bolton agregó que "el programa nuclear iraní amenaza primero a Israel, pero luego a todas las naciones de la región".
Y aquí surge la segunda pregunta ingenua: ¿por qué debería impedirse a Irán el acceso a armas nucleares, cuando ya las poseen varios países?
Sirve de respuesta el contraste entre dos tragedias. En el puente Jaramat, Arabia Saudí, fueron aplastados al menos 362 hombres (12-1-06) que "tropezaron con sus maletas". En ese mismo lugar ya habían muerto de manera similar 1.426 personas en 1990, 244 en 2004, etcétera. En siete de los últimos 17 peregrinajes se han producido estampidas mortíferas, y nunca hay responsables a los que regañar o castigar. A los petroliferísimos saudíes nadie se atreve a importunarlos, ni aun cuando el Gobierno saudí se permitió acusar a las víctimas porque no estaban ordenadas (13-1-06).
En cambio, en Argentina prosiguen las manifestaciones airadas por la muerte de 194 jóvenes en una discoteca (30-12-04). Está inculpado, entre otros, incluso el intendente de Buenos Aires Aníbal Ibarra, quien fue depuesto debido a la tragedia.
Las democracias se autocritican y autorregulan. Por el contrario, en un régimen como el de Irán el arma nuclear quedaría en manos de autócratas iluminados. Ese motivo, y su aspiración de dominio, y su virulenta judeofobia, y sus bravatas, determinan que los ayatolás, de ningún modo y bajo ninguna circunstancia, puedan obtener arsenales atómicos.
No deja de ser frustrante que las amenazas de eliminar al país de los judíos alarmen a pocos en Europa. El 13-1-06 dos ministerios de Exteriores emitieron mensajes contradictorios: mientras el italiano Gianfranco Fini exhortó a la comunidad internacional a "unirse frente a Irán", el francés sentenció que es "muy temprano para sancionarlo". Muy temprano, pese a dos atentados impunes en Argentina con más de cien muertos y pese a las ratificadas amenazas iraníes de aniquilar a una nación entera.
Como es temprano, Francia aprobó (19-11-04) las transmisiones de la cadena televisiva Al Manar del Hezbolá, que hace apología del terrorismo e incita a la judeofobia.
Susurremos al Palacio de Quai D'Orsay: Après la mort, le médecin, porque va haciéndose tarde.
Gustavo D. Perednik es autor, entre otras obras, de La Judeofobia (Flor del Viento), España descarrilada (Inédita Ediciones) y Grandes pensadores judíos (Universidad ORT de Uruguay).