“En América Latina nos va mal porque somos autodestructivos y nos lo merecemos –decía Bayly–. Nadie tiene la culpa de nuestros fracasos, salvo nosotros mismos. Nos va mal porque somos tontos y nos metemos en líos que bien podríamos evitarnos. La mejor prueba de que somos tontos es que elegimos malos gobiernos”.
Yo no creo que nos merezcamos que nos vaya mal, pero coincido en que elegimos malos gobiernos. Lo peor es que no solamente los elegimos, sino que los reelegimos y ratificamos. En casi todos nuestros países tenemos una o varias vergonzosas historias, de presidentes considerados políticamente “muertos”, execrados, expulsados, vituperados, que a la vuelta de unos años son resucitados y aclamados por sus pueblos. ¡Qué baja autoestima, qué falta de confianza en nosotros mismos! La verdad es que, en política, los únicos muertos son los que tienen una buena cantidad de metros cúbicos de tierra encima.
Un graffiti en Ciudad de México resumió magistralmente lo equivocado de nuestros paradigmas: “Basta ya de realidades, queremos promesas”.
Hay un caso que produce escalofríos, por decir lo menos: el regreso de Abdalá Bucaram a Ecuador. Y no sería nada el que regresase. Lo que aterra es que las posibilidades que tiene de arrasar en las elecciones son altísimas. Lo reportó en mayo de 2004 el diario El Panamá América, y El Nuevo Herald hace apenas unos días.
¡Educación, por favor!… ¿Cómo va a arrasar Bucaram, que fue declarado por el Congreso “cesante” en sus funciones por “incapacidad mental” hace tan solo ocho años? ¿Dónde quedan las acusaciones de corrupción, ineptitud, despilfarro y nepotismo, y la orden de captura y extradición por malversación de fondos del gobierno dictada por la Corte Suprema de Justicia? ¿Es que a los ecuatorianos se les olvidó tan pronto lo que les tocó vivir?… ¿Será verdad que no hay quien pueda enrumbarnos por caminos de prosperidad?
Yo creo que sí hay líderes. Lo que sucede es que nuestros pueblos, en su ignorancia, reconocen como líder a cualquiera que, como Bucaram, se encarame en una tarima y se desgañite en arengas groseras, descalificadoras e insultantemente machistas. Y eso es lo menos grave.
¡Educación, por favor!… Educación para reconocer quiénes son las luces que nos guían, no los reflectores que nos encandilan.
¡Educación, por favor!… Educación para convertirnos de una vez por todas en el continente de las realidades.
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Carolina Jaimes Branger, periodista venezolana.