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MÁS LUCES QUE SOMBRAS

Dos décadas de relaciones Israel-España

Diecisiete de enero de 1986, 9:30 horas de la mañana en Madrid. El Consejo de Ministros del Gobierno español aprueba el primer punto en el orden del día: el establecimiento de las relaciones diplomáticas con Israel. Misma hora, en La Haya, capital de la Presidencia de turno de la Unión Europea: los representantes de ambos gobiernos firman el acta del establecimiento de las relaciones.

Diecisiete de enero de 1986, 9:30 horas de la mañana en Madrid. El Consejo de Ministros del Gobierno español aprueba el primer punto en el orden del día: el establecimiento de las relaciones diplomáticas con Israel. Misma hora, en La Haya, capital de la Presidencia de turno de la Unión Europea: los representantes de ambos gobiernos firman el acta del establecimiento de las relaciones.
A los cinco siglos de distanciamiento entre 1492 y 1948 se suman 38 años de vacío. Una verdadera anomalía histórica llega a su fin. Hoy, veinte años después, ¿cómo caracterizaríamos nuestras relaciones? No son especiales, sino más bien "normales". La normalidad, sobre todo en lo que a Israel se refiere, tiene un valor significativo. ¿Sólo veinte años? Con veinte inviernos y veinte primaveras. También es cierto que tenemos más años de relaciones diplomáticas con Egipto y con Jordania que con España. Fue uno de los últimos países de Europa con el que establecimos relaciones diplomáticas.
 
El porqué ha sido analizado, discutido, diseccionado ampliamente, y hay poco que agregar. Persecuciones y expulsiones como sombras de un complejo pasado hispanojudío; la "Edad de Oro" de los judíos en la España medieval como una de las grandes épocas de florecimiento. Las exageradas mistificaciones en torno a la "convivencia de las tres culturas" eclipsan una realidad mucho más compleja y matizada. No está de más recordar que en la Península Ibérica hubo reinos cristianos y musulmanes, pero no judíos. Los judíos vivieron sometidos a las leyes de unos y otros; fueron siempre una minoría que debía "adaptarse" a los deseos del poder, y lo hizo siempre y de muy diferentes maneras.
 
En lo referente a la dimensión política –a diferencia de la cultural, la económica, la científica y otras–, es posible dividir, grosso modo, los veinte años en cuatro etapas. Cada una de ellas, para bien o para mal, está profundamente influida por los acontecimientos en el terreno, por las evoluciones del conflicto israelí-palestino.
 
1. Los tímidos inicios
 
Durante los cinco primeros años se dieron los primeros pasos con gran timidez. España, además, con gran una precaución y cautela (si no preocupación), para evaluar el daño potencial que se suponía que las relaciones iban a crearle con el mundo árabe. O, en palabras del documento firmado en La Haya: "España desea dejar claro que mantendrá su tradicional política de amistad y solidaridad con el mundo árabe". No lo dudábamos. Tampoco estábamos resentidos por ello, o tan siquiera celosos. Las "tradicionales" relaciones de amistad con el mundo árabe mencionadas en el documento leído en La Haya creo que han sido, hasta nuestros días, una constante de la política exterior española.
 
El por entonces primer ministro israelí, Isaac Shamir, en la Conferencia de Madrid.2. Consolidación y reencuentro
 
El segundo periodo se inicia en 1991, con la celebración de la Conferencia de Paz de Madrid. No hay ni vacíos ni casualidades (no muchas, de todas maneras) en las relaciones internacionales. España se convertía en el puente, en el punto de encuentro en el que convergieron Israel y los países árabes involucrados en conflicto árabe-israelí.
 
Se crea el grupo de trabajo Sefarad 92, en el marco de la Comisión Estatal Quinto Centenario, con el objetivo de estudiar y divulgar el pasado de Sefarad, de redescubrir la España judía, para poner de relieve una realidad histórica enmudecida: la importancia del legado judío en la cultura española y la de los vínculos con los sefardíes.
 
Su Majestad visita la Sinagoga de Madrid, el presidente de Israel visita España (1992), los Reyes visitan Israel (1993). Estamos ante la reconciliación, aunque hay quienes prefieren hablar de "reencuentro". La Conferencia de Barcelona, en 1995, inaugura el Proceso Euromediterráneo (que, por cierto, acaba de cumplir 10 años), poniendo nuevamente de relieve la posición de España, mediterránea, jugando un papel significativo.
 
Este periodo ve un auge de las relaciones económicas, culturales, científicas y turísticas: 18 tratados y convenios las regulan en los principales ámbitos de las relaciones internacionales.
 
3. De nuevo, la frialdad
 
El inicio del tercer periodo, complejo, más invernal, coincide aproximadamente con el de la segunda Intifada, en el año 2000. Nuevamente los acontecimientos sobre el terreno en la región afectan directamente al barómetro de nuestras relaciones.
 
En el transcurso de la tercera Presidencia española de Unión Europea (2002) aumentan las tensiones no sólo entre nosotros y los palestinos, también con la Unión Europea. España, por supuesto, se adhiere a la política común europea en Oriente Medio, considerada por nosotros como parcial (pro palestina) y desequilibrada, demostrando en actos y declaraciones una clara postura más cercana al discurso palestino que al de Israel.
 
Detalle de un cartel perpetrado por los organizadores de la BICICLETADA PER PALESTINA celebrada en Barcelona en noviembre de 2005.Cambiar la imagen, mejorarla, es durante este periodo uno de los retos principales de Israel. Distorsionada por tantos malestares y malentendidos históricos, la imagen de Israel en España había llegado a uno de sus puntos más bajos. Si en un principio los medios de comunicación y opinión pública eran mayoritariamente favorables al establecimiento de relaciones diplomáticas, pasamos vertiginosamente a un periodo de crítica desenfrenada. Israel es el culpable único y exclusivo de la deteriorada situación; Sharon es criminalizado despiadadamente. La banalización del Holocausto, la ignorancia de la moderna historia del conflicto y la incomprensión de nuestra lucha contra el terrorismo, unidos a un sentimiento (quijotesco) de protección hacia el "débil" (palestinos) del conflicto, hicieron que Israel fuera percibido –especialmente en Europa– como la "madre de todos los males" que afectan a la región, y tal vez al mundo entero. Y nuestro conflicto, como "un tumor primario".
 
La deteriorada y maltrecha imagen de Israel puede resumirse en una frase: "Los tanques 'judíos' (¡?) matan despiadadamente a niños (¡?) palestinos que se 'defienden' (¡?) con piedras frente a los obuses".
 
El daño a la imagen de Israel (y por extensión a la de las comunidades judías europeas) es casi irreparable.
 
4. Una nueva primavera
 
El periodo actual, más primaveral, comienza a principios de 2005. Con la muerte de Arafat, el surgimiento de un nuevo liderazgo palestino, la retirada de Gaza… De nuevo, la relativa calma de la región influye de forma directa (positivamente) en nuestras relaciones bilaterales.
 
La visita a España, llena de simbolismo y amistad, del presidente Katzav, el establecimiento por parte de España del día oficial del Holocausto (desde 2005), la Conferencia sobre Antisemitismo celebrada en Córdoba el pasado otoño, la inauguración de la plaza Yitzhak Rabin en Madrid son algunos de los acontecimientos recientes que podemos destacar. Todos y cada uno de estos actos contribuyen a crear una nueva atmósfera, en la cual nuestras relaciones fluyen. Los desacuerdos se manejan con más discreción, se destaca lo común, la democracia, la estabilidad, la lucha contra el terror.
 
Mirando al futuro
 
Para cimentar nuestras relaciones creo que es imprescindible que no hagamos a nuestras relaciones bilaterales rehenes del conflicto con los palestinos. Una desconexión –hasta donde sea posible– es imprescindible, y contribuirá a la mejor "salud" de las relaciones bilaterales. Éstas deben florecer en base a sus propios méritos, sin estar correlacionadas y condicionadas al progreso –o falta de él– en el proceso de paz.
 
Sólo así llegaremos al equilibrio indispensable que nos permita afrontar los próximos veinte años con mayor entendimiento, comprensión y amistad. Y tal vez así logremos transformar nuestras relaciones de normales en especiales.
 
 
Víctor Harel, embajador de Israel en España.
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