Esta dramática realidad quedó plasmada para la posteridad en su alocución del 14 de octubre, cuando razonó la medida de expropiación forzosa, sin aviso ni protesto, del complejo hotelero Margarita Hilton & Suites.
Ante las cámaras de televisión, el gran mandatario, en un arranque de "suprema manifestación de sinceridad", aseveró que la orden de expropiación la había dado porque, a pesar de que el Estado era accionista minoritario del Margarita Hilton & Suites, el gobierno había tenido que "pedir permiso" para realizar en sus instalaciones la Cumbre África-Sudamérica, donde Chávez compartió experiencias con los más selectos dictadores del mundo.
Es necesario aclarar que entre las "trabas" que no mencionó el mandatario había varias decenas de reservaciones realizadas por turistas de diferentes países desde hacía mucho tiempo. Es decir, la administración del complejo tenía compromisos difíciles de romper con cientos de personas, so pena de tener que pagarles importantes compensaciones, además del hecho de que eso sentaría un grave precedente para una isla como Margarita, que vive del turismo.
Las expropiaciones, confiscaciones y apropiaciones de bienes privados por parte del gobierno, por capricho del presidente o de alguno de sus acólitos, no son cosas nuevas en estos tiempos de revolución comunista. Basta recordar el Banco Venezuela, cuya venta al Banco Occidental de Descuento fue saboteada por el gobierno, que finalmente y por la fuerza lo puso bajo control del Estado, La Marqueseña, a cuyo dueño no le valió de nada acogerse a la Constitución, o las empresas petroleras de la costa oriental del Lago, a pesar de que muchos de sus propietarios apoyaron incondicionalmente al mandatario durante el paro cívico petrolero de 2002-2003.
Lo único nuevo en este tipo de proceder, en tiempos de revolución comunista, es que la "justificación" dada por el mandatario "sencillamente" significa que él es quien manda en el país, y por tanto aquí se hace lo que a él le dé la gana. Y quien aún crea que es sólo en materia de propiedades está bien, pero bien equivocado.
En la Venezuela de hoy, Chávez confecciona leyes acomodaticias, que ordena promulgar a su antojo, y ya ni siquiera guarda las apariencias para hacer creer que cumple con los preceptos constitucionales. De hecho, la Asamblea Nacional ya ni se molesta en montar el parapeto del "parlamentarismo de calle", inventado para dar la sensación de participación y de esfuerzo por informar a la ciudadanía, tal como quedó evidenciado con la promulgación de la Ley Orgánica de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y con las últimas modificaciones que se hicieron clandestinamente a la Ley Orgánica de Procesos Electorales.
Lo lamentable en esta dictadura que se gesta en Venezuela es la ausencia de instituciones que la enfrenten o la frenen. Y lo dramático es que tampoco se ve en la población, en sus dirigentes políticos ni en los representantes de la sociedad civil arrojo alguno para impedir el secuestro exprés de que está siendo víctima la democracia.
© AIPE
ROBERT BOTTOME Y NORKA PARRA, director y analista, respectivamente, de Veneconomía.
Ante las cámaras de televisión, el gran mandatario, en un arranque de "suprema manifestación de sinceridad", aseveró que la orden de expropiación la había dado porque, a pesar de que el Estado era accionista minoritario del Margarita Hilton & Suites, el gobierno había tenido que "pedir permiso" para realizar en sus instalaciones la Cumbre África-Sudamérica, donde Chávez compartió experiencias con los más selectos dictadores del mundo.
Es necesario aclarar que entre las "trabas" que no mencionó el mandatario había varias decenas de reservaciones realizadas por turistas de diferentes países desde hacía mucho tiempo. Es decir, la administración del complejo tenía compromisos difíciles de romper con cientos de personas, so pena de tener que pagarles importantes compensaciones, además del hecho de que eso sentaría un grave precedente para una isla como Margarita, que vive del turismo.
Las expropiaciones, confiscaciones y apropiaciones de bienes privados por parte del gobierno, por capricho del presidente o de alguno de sus acólitos, no son cosas nuevas en estos tiempos de revolución comunista. Basta recordar el Banco Venezuela, cuya venta al Banco Occidental de Descuento fue saboteada por el gobierno, que finalmente y por la fuerza lo puso bajo control del Estado, La Marqueseña, a cuyo dueño no le valió de nada acogerse a la Constitución, o las empresas petroleras de la costa oriental del Lago, a pesar de que muchos de sus propietarios apoyaron incondicionalmente al mandatario durante el paro cívico petrolero de 2002-2003.
Lo único nuevo en este tipo de proceder, en tiempos de revolución comunista, es que la "justificación" dada por el mandatario "sencillamente" significa que él es quien manda en el país, y por tanto aquí se hace lo que a él le dé la gana. Y quien aún crea que es sólo en materia de propiedades está bien, pero bien equivocado.
En la Venezuela de hoy, Chávez confecciona leyes acomodaticias, que ordena promulgar a su antojo, y ya ni siquiera guarda las apariencias para hacer creer que cumple con los preceptos constitucionales. De hecho, la Asamblea Nacional ya ni se molesta en montar el parapeto del "parlamentarismo de calle", inventado para dar la sensación de participación y de esfuerzo por informar a la ciudadanía, tal como quedó evidenciado con la promulgación de la Ley Orgánica de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y con las últimas modificaciones que se hicieron clandestinamente a la Ley Orgánica de Procesos Electorales.
Lo lamentable en esta dictadura que se gesta en Venezuela es la ausencia de instituciones que la enfrenten o la frenen. Y lo dramático es que tampoco se ve en la población, en sus dirigentes políticos ni en los representantes de la sociedad civil arrojo alguno para impedir el secuestro exprés de que está siendo víctima la democracia.
© AIPE
ROBERT BOTTOME Y NORKA PARRA, director y analista, respectivamente, de Veneconomía.