Tanto la derecha como la izquierda habían preparado una gigantesca artillería pesada para cuando llegara el momento de dar la Gran Batalla por el control del Tribunal Supremo, culminación final del avance del movimiento conservador desde hace cuarenta años. Pues bien, no han tenido ocasión de sacar ni un solo anuncio en televisión. El debate ha sido de una rapidez espectacular. Lo han llevado los nuevos medios de comunicación, en particular los programas de radio, las páginas web y los bloggers, es decir los más rápidos, los de difusión instantánea y abiertos a cualquier opinión interesante.
Hace veinte años, Robert Bork, nominado por Reagan para el Supremo, tuvo que retirarse durante las sesiones de control del Senado. Ahora los senadores no han tenido ocasión de borkear, como dicen ahora en Estados Unidos, a Harriet Miers. La han tumbado, mucho antes, quienes empiezan a elaborar las ideas y los puntos de vista en internet y en la radio, ideas que luego, a través de los medios de comunicación más tradicionales, se transmiten a la opinión pública. Para cuando estos medios toman la palabra, las decisiones ya han sido tomadas bajo la presión de los primeros.
En este caso, como tantas otras veces a lo largo de los últimos años, son los nuevos medios de derechas los que han tomado la iniciativa. Como ha subrayado el periodista John Fund, Miers ha sido siempre respetada por su profesionalidad como abogada, por su capacidad para abrir nuevos caminos y porque era, obviamente, una buena persona, leal al presidente. Ahora bien, su historial en Derecho Constitucional era nulo, y su filosofía judicial escuálida y, lo que es peor, inconsistente.
La derecha ha aprovechado el asunto Miers para sacar a relucir una larga historia de discrepancias con el presidente. Pero no ha sido eso lo que ha pulverizado la candidatura. Lo que llevó a Miers a retirarse fueron los argumentos bien fundados sobre su historial y su filosofía.
Desde este punto de vista, el movimiento de derechas o liberal-conservador se ha apuntado una victoria indiscutible y limpia. Como ha dicho Phillys Schlafly, una histórica del movimiento, "la Casa Blanca de Bush ya no podrá contar con que la derecha siga la consigna de 'Con nuestro líder, vaya por donde vaya'". La nominación de Sam Alito demuestra que en la Casa Blanca han tomado buena nota de lo ocurrido.
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El nombre de Alito es también interesante por otras varias cuestiones. Sam Alito es católico, con lo que se configura una nueva mayoría católica en el Supremo. Si sale nombrado, como parece probable, la formarán el propio Alito, Antonin Scalia, Anthony Kennedy, Clarence Thomas y John Roberts. Tocqueville predijo que Estados Unidos acabaría siendo un país católico. Como Tocqueville se equivocó en pocas cosas con respecto a Norteamérica, siempre se le ha sacado a relucir esta profecía incumplida. De pronto, no parece que esté tan lejos de la realidad.
Hablando en serio, no es que Estados Unidos vaya a convertirse en masa al catolicismo. Es que el catolicismo está suministrando, como ha apuntado Franklin Foer en The New Republic, buena parte de su peso intelectual al movimiento de derechas, en el que los evangelistas juegan el papel de grandes movilizadotes de masas. La alianza entre los evangelistas y los católicos, que data de hace unos veinte años, ha empezado a dar sus frutos políticos.
Para eso, los evangelistas se han tenido que comprometer en política, algo que hicieron con Reagan. Los católicos, por su parte, han tenido que romper su tradicional lealtad con las políticas del New Deal, algo que empezó a ocurrir en los años 70, cuando Nixon apeló a la famosa "mayoría silenciosa". En cuanto a las elites católicas, bien formadas en establecimientos universitarios de gran prestigio, han vuelto a pensar la relación entre la doctrina católica y la libertad económica. Ese ha sido el trabajo realizado a lo largo de muchos años por teólogos como Richard Neuhaus, editor de First Things, intelectuales como Michael Novak, del American Enterprise Institute y colaborador ocasional, pero importante, de Juan Pablo II, o fundaciones como el Acton Institute.
El nombramiento de Sam Alito es, en parte al menos, el reconocimiento de la consolidación de un potente catolicismo liberal –o, como dirían allí, libertario– en Estados Unidos. Tanto que domina una de las instituciones clave del sistema: el Tribunal Supremo.
Alito también es de origen italiano, por cierto. Es un nombramiento perfectamente lógico con la evolución hacia el republicanismo que Bush ha propiciado en toda la sociedad norteamericana, y también entre los estadounidenses de origen italiano, como ha quedado claro en casi todas las circunscripciones de Nueva Jersey, uno de los estados más poblados por familias de origen italiano. Duncan Currie ha apuntado en The Weekly Standard que en Nueva Jersey empieza a configurarse otro bastión republicano. Dentro de unos años, tal vez resulte comparable con el de los cubanos de Florida.