A muchos progres no les gusta que los originarios, como les llaman ahora, se parezcan a y mezclen con nosotros. Mejor lejos y solos, y que incluso cuenten con diputados propios. Los programas especiales para indígenas son un desastre porque los discriminan, los consideran pájaros distintos, con menos plumas y medio tontos.
El tema de fondo es que el Estado socialista fomenta el odio, la inactividad, el ocio y el desempleo, persigue al que emprende y, quizá sin proponérselo, procura una educación oficial mala.
¿Por qué dar tierra en propiedad común a los indígenas mapuches y no al resto de los chilenos? ¿O quizás todavía se piensa en volver a los asentamientos de la exitosa reforma agraria? El derecho de propiedad, aprendido por evolución de siglos en Occidente, no es parte de la tradición cultural araucana, pese a lo que nos cuentan. Y darles tierras de mala calidad no sólo provocará que la depreden, sino que representa una estafa, una suerte de condena a la pobreza. El colmo de la tontera es entregar propiedad en común e imposibilitar la venta de los terrenos. ¿Cómo puede un araucano con iniciativa garantizar un crédito del banco, o una compra cualquiera, si la tierra no es suya?
Esta política del Gobierno de la Concertación convierte a los indios en siervos de la gleba.
Para terminar de arruinarlos, les enseñan el lenguaje indígena que aprendieron de chiquititos en su hogar. ¿No sería más útil enseñarles inglés y computación? Y, en definitiva, ¿no sería preferible un amplio sistema de becas, capacitación y empleo, con la plata que el Gobierno se está gastando en puras tonterías, como comprarles tierras con sobreprecio en beneficio de gente pudiente?
Nuestros indígenas son pacíficos y trabajadores, y el crimen que están cometiendo los gobernantes al convertirlos en guerrilleros e indigentes es imperdonable. Más aún cuando este operativo tiene un claro tinte antipatriótico, como es amenazar la unidad nacional.
La guerrilla va a terminar con la inversión y el empleo y arruinando a los indígenas. Además, creará un gueto que manejarán los activistas de aquí y de allá. Lo más importante, que no se menciona, son los muertos y heridos típicos de las políticas que roban propiedades ajenas.
¿Por qué, si yo me doy cuenta de que esto va a terminar con muertos y heridos –como ya he escrito alguna vez–, los políticos de la Concertación no lo captan? Bueno, puede que sean más incautos. Pero no lo creo. Demagogos, seguro. Tipos que no respetan al prójimo, revolucionarios para quienes la vida de los demás vale poco. Puede ser. Pero subsiste la interrogante de cómo calificar a quienes nos dicen –como en estos días una ministra– que tenemos una deuda histórica con los indios. ¿Habremos firmado un pagaré o algo así?
Los programas especiales para indígenas son un desastre porque parten de su discriminación.
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