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EL REVISIONISMO DE PUTIN

Defendiendo el genocidio estalinista

Vladimir Putin, en su esfuerzo por restaurar el legado estalinista en Moscú, se supera a sí mismo como defensor del pasado genocida y totalitario de Rusia. A raíz de la gira del presidente George W. Bush por las nuevas democracias postsoviéticas, Putin ha intentado revisar la historia.

Vladimir Putin, en su esfuerzo por restaurar el legado estalinista en Moscú, se supera a sí mismo como defensor del pasado genocida y totalitario de Rusia. A raíz de la gira del presidente George W. Bush por las nuevas democracias postsoviéticas, Putin ha intentado revisar la historia.
Este montaje muestra a Putin sobre el edificio que albergo la sede central del KGB.
En primer lugar, emprendamos una revisión de la historia aceptada: los países bálticos, Estonia, Letonia y Lituania, así como Georgia, no son de cultura eslava. No tienen conexión étnica con Rusia en absoluto. Fueron tomados por los zaristas rusos en los siglos XVIII y XIX.
 
En 1918 todos ellos declararon su independencia. Los georgianos fueron reconquistados por los bolcheviques en 1921. Los pueblos bálticos lucharon tanto contra las fuerzas alemanas como contra la rusas, al igual que contra las mañas diplomáticas, para continuar siendo libres, y mantuvieron su independencia hasta 1939. Pero entonces Stalin, tras siete años de vacilaciones por los preparativos nazis para una nueva guerra mundial, dio un paso decisivo. Se alió con Hitler en pro de la redivisión de la frontera occidental rusa. Los ejércitos alemán y ruso se repartieron Polonia, liquidando así la independencia que ésta logró en 1918.
 
Los estados bálticos fueron absorbidos por Moscú y sovietizados, y sobrevinieron las tentativas de genocidio real: la destrucción de naciones enteras. Miles de ciudadanos del Báltico –incluidas las elites intelectuales de los tres países– fueron deportados a Siberia y al Asia Central soviética. La política estalinista de "limpieza étnica" –este miserable eufemismo se inventó hace 50 años– inspiró a Hitler y a su corte, haciéndoles creer que mudar a gente "indeseable" y masacrar a una gran cantidad podía hacerse con impunidad.
 
Geoffrey Gaskell: STALIN AND HITLER.Además, los soviéticos rebanaron partes de Rumanía: por eso existe un país separado llamado Moldavia, un huérfano de la alianza Stalin-Hitler desesperadamente empobrecido.
 
El pacto entre Hitler y Stalin provocó un shock en la opinión liberal de todo el mundo –sorprendió hasta a los comunistas occidentales y a los ciudadanos soviéticos ordinarios–. Durante los cuatro años previos, desde 1935, los soviéticos habían tronado que nadie les sobrepasaría en resistencia ante los nazis. Pero desde el otoño de 1939 hasta el verano de 1941 Stalin proyectó asistir a Hitler en la conquista completa de Europa, con el argumento de que sería una derrota del capitalismo internacional.
 
En 1941 Hitler decidió que la mascarada había terminado e invadió Rusia. Los soviéticos no estaban preparados para este giro y, como Stalin había purgado y masacrado a la mayoría de los cuerpos de oficiales soviéticos, el ejército ruso fue incapaz de evitar la captura nazi de los estados del Báltico y de la mayor parte de la Rusia europea y Ucrania (los nacionalistas ucranianos organizaron movimientos que lucharon tanto contra los nazis como contra los estalinistas).
 
Cuando los rusos reconquistaron, en 1944-45, los estados fronterizos, éstos –como nos recordó recientemente el presidente Bush– continuaron sufriendo opresión. La independencia que habían logrado después de la Primera Guerra Mundial fue completamente extinguida (los estados bálticos fueron reincorporados a la Unión Soviética) u objeto de dominación soviética, con soberanía nacional limitada (Polonia).
 
Los Estados Unidos rechazaron oficialmente la absorción soviética de los estados del Báltico y permitieron que Estonia, Letonia y Lituania mantuvieran la representación diplomática en Washington hasta 1991, cuando el derrumbamiento del imperio soviético permitió su vuelta a la libertad. Los pueblos del Báltico no tenían nada que celebrar con el  triunfo soviético en Europa Oriental. Estonia y Lituania, por ejemplo, rechazaron enviar delegados al reciente show de Moscú que conmemoraba el fin de la Segunda Guerra Mundial.
 
Putin intenta ahora reafirmar los "derechos" imperialistas rusos en los países fronterizos, conocidos en Rusia como "el extranjero próximo". Está enfurecido con la admisión, sin evasivas, por parte del presidente Bush de que el Acuerdo de Yalta, que dividió Europa entre las democracias y Stalin, fue un trágico error; también está rabioso por la solidaridad del presidente con los estados del Báltico y con los georgianos, y con la condena norteamericana a la dictadura de Alexander Lukashenko en Bielorrusia.
 
El 12 de mayo se produjo un reflejo de la ira del Kremlin, cuando el jefe de la policía secreta rusa, Alexander Patrushev, denunció a Estados Unidos y a Gran Bretaña, así como a Kuwait y a Arabia Saudí, por espionaje contra Rusia. En otras palabras, Bush y Blair son, en la mentalidad rusa, el equivalente moral de los agentes del terror wahabí que llegan de Riad o de los reclutadores de radicales para la Hermandad Musulmana kuwaití. Antes de 1935 Stalin argumentó de modo similar que las democracias y las potencias fascistas eran lo mismo; el único cambio es que el islamofacismo ha reemplazado a los fascistas del pasado.
 
Patrushev también repitió la denuncia rusa, hoy común, de la implicación extranjera en la democratización de las repúblicas ex soviéticas. Pero Putin ha abierto el camino a la estalinización del debate acerca del futuro de Rusia y sus vecinos.
 
Según el presidente ruso, que se tiene por un orgulloso veterano de la policía secreta soviética, los estados del Báltico nunca fueron independientes, y nunca fueron invadidos u ocupados por los soviéticos. Como anota Vladimir Socor, de la Jamestown Foundation de Washington, el líder ruso declaró: "Rusia entregó algunos de sus territorios a Alemania", incluyendo así los que se convirtieron posteriormente en estados bálticos. "En 1939 Alemania nos los devolvió, y estos territorios se unieron (sostav v voshli) a la Unión Soviética". Socor también destaca la declaración del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso del 5 de mayo: de modo similar, afirma que la Unión Soviética "no podría haber ocupado de ninguna manera lo que poseía ya".
 
Hace un siglo y medio el liberal ruso Alexander Herzen escribía: "La revolución de Pedro el Grande reemplazó la obsoleta clase de propietarios de Rusia  con una burocracia europea; se tomó todo lo que se pudo de las leyes suecas y alemanas, y de los municipios libres de Holanda, en nuestro país medio comunista y medio absolutista. Pero lo que no está escrito, la supervisión moral del poder, el reconocimiento instintivo de los derechos del hombre, del derecho de pensamiento, del derecho a la verdad, no pudo ser copiado y no fue importado". Puede que algunas cosas nunca cambien en Rusia.
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