Esto parecería dar la razón al presidente Bush, que allá por el mes de octubre declaró: "Certifico que Arabia Saudí está cooperando en la lucha contra el terrorismo internacional, y que la asistencia económica [a Riad] hará más fructífero su esfuerzo". Por mucho que choque el hecho de que EEUU preste ayuda económica a la Casa de Saúd, que nada en petrodólares, esas 56 detenciones dan la impresión de que por lo menos Washington está obteniendo algo a cambio.
Aun así, sigue habiendo preguntas pendientes. En septiembre del año pasado el subsecretario de Hacienda para el Terrorismo y la Inteligencia Financiera, Stuart Levey, declaró que los saudíes no habían procesado a uno solo de los individuos considerados por EEUU o la ONU terroristas o financiadores del terrorismo. "Si en un abrir y cerrar de ojos pudiera suspender la financiacón a un país, me decantaría por Arabia Saudí", dijo Levey.
Por otro lado, una investigación encubierta llevada a cabo en mezquitas y escuelas islámicas de EEUU concluyó que en el 75% de las mismas se predica la guerra santa y la supremacía del islam. Según Fran Gaffney, del Center for Security Policy, la gran mayoría incita a la insurrección y a la yihad con sermones difundidos por imanes formados en Arabia Saudí, así como con vídeos y libros de texto antioccidentales.
Los saudíes financian buena parte de las mezquitas de EEUU. El destacado líder musulmán Warith Deen Mohamed, hijo de Elijah Mohamed, fundador de la Nación del Islam, ha explicado con de esta manera por qué representa un problema que los saudíes tengan tanta influencia en las mezquitas norteamericanas:
En Arabia Saudí impera la escuela wahabí (...) y ellos dicen: "Vamos a darte dinero, y lo que queremos es que (...) elijas nuestra escuela de pensamiento". Eso es así, lo digan abiertamente o no. Por eso es un problema recibir regalos que parecen no llevar aparejados condición o contraprestación alguna.
¿Pero por qué iban los saudíes a alentar el yihadismo entre los musulmanes de EEUU y, al mismo tiempo, detener en su territorio a miembros operativos de Al Qaeda? Según uno de éstos, Abú Zubaida, la Casa de Saúd habría llegado a un acuerdo con la red terrorista por el cual se prestaba a financiar la yihad en todo el mundo a cambio de que Arabia Saudí quedara libre de ataques terroristas.
Los saudíes niegan de plano la existencia de tal acuerdo. Ahora, si lo hubiera, parece haberse roto, pues en los últimos tiempos se han registrado varios ataques yihadistas en Arabia Saudí.
Con todo, Levey no es el único que piensa que los saudíes continúan fomentando el terror con entusiasmo y eficacia. Según unos informes secretos dados a conocer en el Reino Unido hace un par de meses, funcionarios saudíes amenazaron a investigadores británicos con un ataque yihadista parecido al del 7-J si no dejaban de hacer pesquisas sobre prácticas de corrupción ligadas con acuerdos armamentísticos suscritos por Riad. ¿Quién pudiera estar detrás de tales amenazas? Se sospecha nada menos que del príncipe Bandar, jefe del Consejo de Seguridad Nacional saudí e hijo del heredero al trono.
A la luz de todo esto, puede que los 56 terroristas a que hacíamos referencia al principio de este artículo no sean, a ojos de la Casa de Saúd, culpables de librar la guerra santa, sino de librarla en el lugar equivocado. Por otro lado, y dado el tristemente célebre historial del Reino en materia de derechos humanos, puede que aquéllos no disfruten de las comodidades de la prisión de Guantánamo, tan acremente criticada por las autoridades de Riad.
La macrodetención de marzo no debería servir para que los funcionarios norteamericanos dejen de plantearse de qué lado están los saudíes, qué se puede esperar realmente de la alianza con Riad. No hay razones para echarse a dormir.
ROBERT SPENCER, director de Jihad Watch y de obras como The Truth About Muhammad (La verdad sobre Mahoma) y Guía políticamente incorrecta del Islam.