Este desastre sin paliativos encuentra su summum en las llamadas "nuevas tecnologías" (NNTT). Por un lado, el Gobierno restringe de mil maneras el acceso a internet; no es de extrañar, pues, que la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UTI), organismo ligado a las Naciones Unidas, afirme que la tasa de acceso a internet en Cuba es del 0,9%, la más baja de Hispanoamérica. Mientras uno de cada cien cubanos tiene teléfono móvil y acceso a internet, los otros 99 siguen anclados en el siglo pasado por obra y gracia del régimen de La Habana.
Estas cifras deberían invitar a la reflexión a más de un castrista. A Felipe Alcaraz, por ejemplo, el presidente ejecutivo del PCE, quien dijo recientemente, en un debate televisado, que Cuba tiene la tasa de mortalidad infantil más baja del mundo, y que sus niños son los que más matemáticas saben. Debería darse cuenta de que esas afirmaciones son dudosas –ojalá fueran ciertas–, ya que las estadísticas oficiales del Gobierno cubano no las da por válidas ninguna institución internacional. Pero las estadísticas del atraso tecnológico son dolorosamente objetivas (cualquiera que visite la Isla puede corroborarlas), y se traducen en que los niños y adolescentes cubanos son los que menos acceso a internet y menos ordenadores personales tienen de América. Eso los retiene en el siglo XX y los prepara muy mal para el XXI.
Por otro lado, el Gobierno cubano (como el chino, dicho sea de paso) censura las páginas que pueden visitar los escasos afortunados con conexión a internet.
"Éramos pocos y parió la abuela". Para remediar esta patética y lamentable situación, a Raúl Castro no se le ha ocurrido otra cosa que sacar a un dinosaurio del parque jurásico de la revolución y ponerlo al frente del Ministerio de Informática y Comunicaciones: nada menos que Ramiro Valdés, conocido represor en los años más lúgubres de la sombría y longeva dictadura (fue ministro del Interior dos veces, una de ellas entre 1961 y 1969). Con él al frente de dicho departamento, la continuidad y permanencia de la involución tecnológica está asegurada.
Hace unos días, con motivo de la celebración, en La Habana, de la exposición Informática 2007, en la que los cubanos podían ver lo que no pueden usar en sus casas, Valdés regaló varias joyas verbales a los periodistas allí congregados. Así, dijo sin pudor alguno que las nuevas tecnologías son "uno de los mecanismos de exterminio global", y después remachó, en el cierre de su discurso: "El potro salvaje de las nuevas tecnologías puede y debe ser dominado".
En esa misma exposición se presentó al público una de las bridas con que pretende Valdés dominar a ese potro salvaje exterminador que es la internet: un buscador desarrollado por la Oficina para la Información de Cuba (Infosoc) y llamado "2x3". Este gran invento, diseñado para controlar la información de forma elemental, está ya disponible en su fase de prueba. Es un poco lento, pero tiene la gran ventaja de albergar una sección completa con todos los discursos de Fidel Castro (esto, claro, no es culto a la personalidad, sino justo reconocimiento al convaleciente Padre de la Patria), pero adolece de lagunas considerables: por ejemplo, la búsqueda "García Sabrido" no ofrece resultado alguno (por cierto, los medios oficiales cubanos no se hicieron eco de su viaje). Sea como fuere, habrá que reconocer que "2x3" parece exacto: si buscas "logros tecnológicos del gobierno cubano", no ofrece resultados...
De cualquier forma, nada pudo evitar la reciente revuelta cibernética de un grupo de intelectuales cubanos, que intercambiaron mensajes de protesta ante el intento de rehabilitación de conocidos censores de la fase más oscura de la política cultural cubana, inaugurada oficialmente en 1961 tras el discurso de las "palabras a los intelectuales" (más conocido como: "Dentro de la revolución, todo; contra la revolución, nada"). En esos años el Gobierno mandaba a los intelectuales díscolos –junto a seminaristas y homosexuales– a cortar caña a las Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP). La idea de volver a esos campos de trabajo no les hacía gracia, y se levantaron digitalmente. Y lograron una disculpa de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).
Así que el potro salvaje de las nuevas tecnologías es un pura sangre, y Ramiro Valdés debe tener cuidado, no vaya a ser que la bestia relinche y lo tire por tierra. A su edad, eso no es recomendable. Lo que le recomendamos es que desmonte con mucho cuidado –no vaya a ser "exterminado" de una coz– y se abra una cuenta de correo electrónico.